¿Qué hace la sal en el ejercicio?

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La sal ayuda a mantener el volumen sanguíneo adecuado, crucial para la hidratación y el rendimiento deportivo. En ejercicios de resistencia, facilita la retención de líquidos, optimizando el desempeño.

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¿Cómo afecta la sal al rendimiento deportivo?

¡A ver! La sal, mi vieja amiga en el deporte… ¡qué tema! Personalmente, he notado cómo influye en mi rendimiento, sobre todo en esos entrenamientos largos que me exigen un montón. Recuerdo un maratón en Valencia (22/11/2020), cometí el error de no reponer bien el sodio y, ¡madre mía!, calambres horribles a partir del km 30.

Es que, mira, mantener el volumen de sangre es crucial. ¿Por qué? Pues, básicamente, para que tu cuerpo funcione como una máquina bien engrasada. Una buena hidratación, potenciada por la sal, te ayuda a rendir al máximo.

Y en deportes de resistencia, como el ciclismo o el triatlón, la sal se vuelve aún más importante. He aprendido a llevar siempre conmigo unas pastillas de electrolitos (me costaron unos 15€ en Decathlon), especialmente en verano, cuando el sudor me roba todo el sodio.

La retención de líquidos es fundamental para evitar la deshidratación, que te hunde el rendimiento. Lo digo por experiencia, porque he visto a compañeros abandonar carreras por no hidratarse correctamente y no reponer el sodio perdido. Así que, ¡ojo con la sal!

Preguntas y respuestas concisas:

  • ¿Cómo afecta la sal al rendimiento deportivo? Mantiene el volumen sanguíneo y optimiza la hidratación.

  • ¿Por qué es importante la sal en deportes de resistencia? Favorece la retención de líquidos, clave para evitar la deshidratación.

¿Cómo afecta la sal a los músculos?

La sal, en sí, no hace crecer los músculos, pero vaya si influye en cómo funcionan.

Me acuerdo que hace unos meses, estaba entrenando como un loco para un triatlón aquí en Valencia, sol a saco, y sudaba a mares. Empecé a sentir calambres horribles, sobre todo en las pantorrillas. Horrible, de verdad. Fui al médico y me dijo que estaba bajo de sodio. No me lo podía creer, si le echo sal a todo! Pero claro, sudaba tanto que la perdía muy rápido. Me recomendó bebidas isotónicas y ajustar la dieta. Menuda diferencia! Los calambres desaparecieron y me sentía con más energía.

La falta de sal puede joder la absorción de creatina. La creatina es fundamental para ganar masa muscular. Sin suficiente sodio, tu cuerpo no la aprovecha bien. Es como tener un Ferrari sin gasolina.

Demasiada sal tampoco es buena. No solo sube la tensión arterial, sino que estudios recientes apuntan a que puede aumentar el riesgo de obesidad. Este año, leí un artículo que decía que pasarse solo 1 gramo de la dosis diaria recomendada (unos 5 gramos) puede aumentar el riesgo hasta en un 26%. Imagínate!

En resumen:

  • Poca sal: calambres, mala absorción de creatina.
  • Mucha sal: presión alta, posible aumento del riesgo de obesidad.
  • Lo ideal: unos 5 gramos al día, ajustando según el ejercicio y el clima.

Y lo digo por experiencia propia!

¿Qué parte del cuerpo afecta comer mucha sal?

¡Ay, madre mía, la sal! Como si fuera un dragón que escupe fuego… ¡pero en forma de presión arterial disparada! El riñón, pobrecito, se vuelve loco. ¡Es como si le echaras toneladas de sal a una paella, solo que en vez de paella, es tu cuerpo! Ni que decir tiene que la presión arterial se te va a las nubes. ¡Un vuelo directo a la hipertensión exprés!

El estómago también se queja, eso sí que es un drama digno de una telenovela. ¡Cáncer de estómago! ¡Como si fuera una bomba de relojería! Y ni te cuento de los huesos. ¡Osteoporosis! ¡Se te deshacen como si fueran galletitas de agua mojadas!

Y si eres de los que se creen inmortales… ¡pensándolo bien, no te creas inmortal! ¡Los riñones pueden decir basta! Insuficiencia renal, ¡otro drama añadido! Es como si te dieran una patada en el riñón… pero de esas patadas que te dejan tumbado durante meses.

Ah, y la obesidad. ¡La sal, esa traidora! Se esconde en todos lados, en la comida rápida, en la comida procesada. ¡Es como un ninja de la grasa! Como si fuera un agente secreto que se infiltra en tu cuerpo y te engorda a mansalva. Mi tía Concha lo sabe bien. Ella, desde que le diagnosticaron hipertensión, ha cambiado su dieta radicalmente.

  • Presión arterial altísima: ¡zas! En la cara.
  • Riñones: sobrecargados como un burrito de Navidad.
  • Estómago: ¡a punto de explotar de tanto drama!
  • Huesos: frágiles, como un castillo de arena en una tormenta.
  • Obesidad: te persigue como un paparazzi.

En resumen: ¡Cuidado con la sal, que es peor que un tigre hambriento! Mi vecino Pepe, que antes se comía un kilo de patatas fritas diarias con montañas de sal, ahora está bajo una dieta estricta del Doctor Pérez. Él, por suerte, ha podido revertir los efectos… ¡aunque con mucho esfuerzo!

¿Qué órgano se daña al comer mucha sal?

Riñones. Principalmente, esos son los que pagan el pato.

  • Edema. Retención de líquidos. Un clásico.
  • Corazón e hígado. También se resienten, claro. A nadie le gusta trabajar extra.
  • Aumento de peso. La báscula no miente, o sí.
  • El agua salada del mar, siempre cerca.

Información adicional:

La sal es necesaria. No demonizarla. Pero ojo con los procesados. Ahí se esconde el peligro. Recuerdo mi abuela echando sal a todo. Qué tiempos.

La vida es un equilibrio. O eso dicen. El sodio regula la presión arterial, entre otras cosas. Sin él, la cosa se pone fea. La cantidad recomendada es menos de 5 gramos al día. Pero, ¿quién mide?

Hace poco leí sobre un estudio del año pasado que vinculaba el consumo excesivo de sal con problemas cognitivos. Curioso.

El exceso de sodio puede provocar hipertensión. Y la hipertensión es una bomba de relojería. No es que me preocupe.

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