¿Qué pasa cuando te sale pus?

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El pus es una mezcla de glóbulos blancos muertos, tejido dañado y bacterias. Se forma en respuesta a una infección, a menudo en abscesos de piel, tejidos profundos o incluso dientes.

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El pus: señal de alerta de tu sistema inmune

El pus, esa sustancia viscosa y blanquecina, a veces amarillenta o incluso verdosa, no es precisamente una imagen agradable. Sin embargo, su aparición, aunque desagradable, es una señal de que nuestro sistema inmunológico está trabajando arduamente para protegernos. Representa una batalla microscópica en la que nuestro organismo lucha contra invasores no deseados. Entender qué es el pus y por qué se forma nos ayuda a comprender mejor cómo funciona nuestra defensa natural y cuándo es necesario buscar ayuda profesional.

Como se ha mencionado, el pus es una mezcla de glóbulos blancos muertos, conocidos como neutrófilos, tejido dañado y bacterias, así como restos celulares y fluidos. Estos neutrófilos son los “soldados” de primera línea de nuestro sistema inmunológico, encargados de engullir y destruir a los microorganismos invasores. Al morir en combate, forman parte del pus, junto con los restos de la batalla: bacterias, tejido dañado y otros desechos celulares.

La formación de pus suele estar relacionada con infecciones, frecuentemente localizadas. Un absceso, por ejemplo, es una acumulación localizada de pus dentro de una cavidad formada por la destrucción del tejido. Estos abscesos pueden aparecer en diversas partes del cuerpo:

  • Piel: Forúnculos, impétigos y otras infecciones cutáneas son ejemplos comunes de abscesos superficiales.
  • Tejidos profundos: Infecciones más graves pueden afectar músculos, órganos internos e incluso huesos.
  • Dientes: Los abscesos dentales, causados por infecciones bacterianas, pueden generar dolor intenso y requieren atención odontológica inmediata.

La presencia de pus, además de su característico aspecto, puede estar acompañada de otros síntomas como:

  • Inflamación: Enrojecimiento, calor e hinchazón en la zona afectada.
  • Dolor: Variable en intensidad, dependiendo de la localización y la gravedad de la infección.
  • Fiebre: Indica una respuesta sistémica a la infección.
  • Malestar general: Sensación de cansancio, debilidad y falta de apetito.

Es crucial entender que la simple aparición de pus no debe tomarse a la ligera. Si bien en algunos casos, como en pequeñas heridas superficiales, el pus puede drenar de forma natural y la infección se resuelve sin intervención médica, en otras situaciones se requiere atención profesional. Se debe consultar a un médico si:

  • El absceso es grande o profundo.
  • El dolor es intenso.
  • Hay fiebre alta o persistente.
  • Los síntomas no mejoran en unos días.
  • La zona afectada se vuelve progresivamente más roja, caliente o inflamada.

Automedicarse o intentar drenar un absceso en casa sin la supervisión de un profesional puede ser peligroso y propagar la infección. El diagnóstico y tratamiento adecuados son fundamentales para una recuperación completa y para prevenir complicaciones. La atención médica puede incluir desde la prescripción de antibióticos hasta la realización de un drenaje quirúrgico del absceso.