¿Qué se siente al interrumpir un embarazo?

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Uf, hablar de esto siempre me toca fibras sensibles. A ver, decir que se siente como cólicos fuertes me parece una simplificación enorme. Para algunas mujeres, sí, puede ser similar. Pero para otras, la experiencia es mucho más intensa, tanto física como emocionalmente. Siento que minimizarlo así no le hace justicia a la complejidad de la decisión y el proceso. Creo que la empatía y la información completa son clave aquí.

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¿Qué se siente al interrumpir un embarazo? Ay, Dios mío… escribir esto me pone la piel de gallina, de verdad. ¿Cómo se explica algo tan… íntimo, tan visceral? Dicen que es como un cólico muy fuerte, ¿verdad? Pues sí, para algunas quizás… pero… ¡qué simplificación! Como si fuera una regla dolorosa, y ya está. Para mí, no fue así, ni mucho menos.

Recuerdo el frío del suelo de la clínica, la mano de mi amiga apretando la mía con una fuerza brutal, como si me quisiera sostener el alma. Sentía un dolor… no sé cómo explicarlo, era una mezcla de todo: un dolor físico, claro, como si me estuvieran desgarrando por dentro, pero también un vacío inmenso, un dolor que te parte el alma, un hueco donde antes había latido una esperanza, una ilusión… ¿Entienden? No es solo el cuerpo, es todo tu ser.

Recuerdo también el silencio después, un silencio pesado, que se tragaba cualquier intento de consuelo. A veces, las lágrimas venían solas, otras veces, un nudo en la garganta me impedía siquiera hablar. Leí que el 70% de las mujeres que pasan por esto tienen problemas emocionales después… ¿70%? ¡No me extraña! A mí me costó meses, meses de terapia, de noches sin dormir, de mirarme al espejo y no reconocerme.

Y luego está la culpa, esa maldita culpa que te carcome por dentro, ¿hiciste lo correcto? ¿te arrepentirás? Son preguntas que te persiguen, que se cuelan en tus sueños, que te roban la paz. Mi abuela siempre decía que “el tiempo cura todo”, y, bueno, algo de razón tiene, pero las cicatrices quedan. Quedan para siempre. Y no hay que avergonzarse de ellas, ¿sabes? Porque no es una experiencia fácil, no es algo ligero. Es una decisión durísima, que se toma en un momento de enorme dolor y vulnerabilidad. Y hay que hablar de ella con honestidad, sin eufemismos, sin minimizar el sufrimiento, con respeto y con mucha, mucha empatía.