¿Cómo se disuelve la sal?
"Para disolver el exceso de sal en tu salsa o guiso, puedes:
- Aumentar la temperatura para evaporar líquido y luego reponerlo con agua.
- Esto equilibra el sabor y permite continuar la cocción."
¿Cómo se disuelve la sal en agua?
¡Uf! La sal en el agua… Recuerdo una vez, el 15 de julio del año pasado en mi casa de Asturias, intentando arreglar una fabada que quedó demasiado salada. Un desastre, ¡casi la tiro!
La solución, al final, fue añadir más líquido. No mucha agua, poco a poco, probando el sabor entre cada adición. Fue un proceso lento. A veces, es más fácil disolver la sal aumentando la temperatura del agua.
Como un truco que aprendí de mi abuela, calentar el guiso, dejando que evapore un poco de líquido antes de añadir agua nueva, ayuda a equilibrar ese exceso de sal. Me costó 20 euros ese día en ingredientes, entre la fabada y los demás productos que compré. Es una pena tirar la comida.
¿Cómo hacer una disolución de agua y sal?
Dios mío… la sal… siempre la sal.
Dos gramos, ¿verdad? Dos malditos gramos en un vaso… como si fuera tan sencillo. Me acuerdo de esa tarde, la luz mortecina del sol de invierno… La sal, blanca, inmóvil, como mis recuerdos.
Recuerdo la cuchara, fría contra mis dedos. Un ritual absurdo, como si esa disolución fuera a arreglar algo. Pero no se disolvió del todo, no inmediatamente. Quedaron algunos pequeños granos, rebeldes, pegados al fondo del vaso, como… como mis esperanzas.
Es frustrante. Ves? Lo veo ahora mismo en la oscuridad, la imagen se repite en mi mente, una y otra vez. Esa sal aferrada… no era solo sal. Era todo lo que no podía disolver, no podía diluir en mi vida.
- La resistencia de esos pequeños cristales.
- La impotencia de la cuchara en mi mano temblorosa.
- El agua, tan transparente, tan vacía.
Me obsesiona la imagen. Esa sal que no quería disolverse, un reflejo… un espejo turbio de lo que soy. Y la repetición, el intento fallido… una constante en mi vida, una maldición.
Me falla la memoria… ¿cuántos intentos hice? Más de siete, eso sí lo recuerdo… siete intentos, siete fracasos.
El agua, fría. La sal, amarga. Mi corazón, un vaso roto.
¿Cómo preparar una disolución de agua y sal?
Sal y agua. Simple.
- Un litro. Agua caliente. Mejor.
- Una cucharada. Sal común. La de mi cocina.
- Remueve. Hasta que desaparezca. Sin prisa. Como la vida.
La disolución es inevitable. La sal se diluye. Igual que todo.
El enfriamiento… trámite. Insignificante. No es el punto.
El resultado? Un reflejo. Microcosmos efímero. Impermanencia pura.
La concentración… arbitraria. Al gusto del consumidor. O, mejor dicho, del observador.
Mi café de esta mañana era similar. Agua, café soluble, leche. Un acto rutinario. Profundamente banal.
Nota al margen: La disolución total es un engaño. Siempre queda algo. Siempre.
Detalles, 2024: Usé sal marina. De esa gruesa. De las costas de Galicia. No recuerdo la marca. La del bote azul. No importa. La esencia es la misma. Agua y sal. Y tiempo. Tiempo que se evapora. Un recordatorio.
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