¿Cómo se llama al pescado seco?

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¡Uf, el pescado seco! A ver, stoccafisso suena como algo exótico, ¡casi una maldición pirata! Me imagino que debe tener un sabor súper intenso, concentrado por el sol y el viento. Y estocafic... ¡qué nombre tan curioso! Me da la sensación de que los franceses del sur le tienen un cariño especial a ese plato, como a una tradición ancestral. ¡Me encantaría probarlo!

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¡Hola a todos! Hoy vamos a hablar de algo que, personalmente, me intriga muchísimo: el pescado seco. Sé que a simple vista puede parecer un poco… peculiar. Imaginen un pez, duro como una tabla, colgando al sol. No suena precisamente a la estrella Michelin, ¿verdad? Pero detrás de esa apariencia rústica, se esconde todo un mundo de sabores, tradiciones y, sí, ¡hasta de nombres!

Empecemos por lo que me llamó la atención desde el principio: ¡la cantidad de nombres que tiene el pescado seco! Es como si cada cultura le hubiera dado su propio apodo cariñoso (o no tan cariñoso, según el caso). Claro, está el famoso stoccafisso, que suena tan misterioso y elegante. De hecho, investigando un poco descubrí que viene del holandés stokvis, que significa literalmente “pez palo”. ¡Tiene sentido! Se me hace agua la boca imaginando ese bacalao seco, duro como una piedra, esperando a ser rehidratado y transformado en un plato delicioso.

Pero el stoccafisso no es el único pez seco en el mar (¡ja!). En España, por ejemplo, tenemos el bacalao seco, simple y directo al grano. También está el mojama, que se elabora con atún y es una auténtica delicia, sobre todo en el sur. Recuerdo haberlo probado en Cádiz, con un buen aceite de oliva y unas almendras… ¡una explosión de sabor! Y no podemos olvidarnos del clipfish de los países nórdicos, otro tipo de bacalao seco pero que, a diferencia del stoccafisso, se sala antes del secado.

¿Y qué hay de Sudamérica? Ahí la cosa se pone aún más interesante. En Perú, por ejemplo, tienen el charquecillo, hecho con carne de llama o alpaca, que aunque no es pescado, sigue el mismo principio de conservación. También está el pescado seco salpreso, que se consume mucho en la costa peruana y ecuatoriana.

La verdad es que me fascina la capacidad humana de conservar alimentos de maneras tan ingeniosas. El pescado seco, en todas sus variantes, es un testimonio de la creatividad y la adaptación del ser humano a diferentes entornos. Y aunque a primera vista pueda parecer un alimento simple, esconde una complejidad de sabores y texturas que merece la pena explorar.

Así que, la próxima vez que vean un pescado seco colgando en una tienda o en un mercado, no lo juzguen por su apariencia. Detrás de esa fachada rugosa, se esconde una historia milenaria y, probablemente, una experiencia culinaria inolvidable. ¿Quién se anima a probarlo conmigo?