¿Qué pasa si se me tira la sal?

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Derramar sal: mala suerte. En la antigüedad, la sal era un bien preciado, símbolo de riqueza y prosperidad. Su desperdicio se asociaba a la pérdida y atraía malos augurios. Un grano caído, una fortuna desvanecida. La superstición persiste: evitar el derrame, un acto de precaución contra la adversidad.

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¿Se me cayó la sal? 🤔 Mala suerte o mito?

Uy, la sal. Me acuerdo una vez, era un 15 de julio, en casa de mi abuela en Valencia. Estaba ayudando a poner la mesa y ¡zas! Volqué el salero entero. Mi abuela, que en paz descanse, puso el grito en el cielo. No por la sal en sí, sino porque era un “mal augurio”.

Para ella, tirar la sal era como invitar a la mala suerte a entrar por la puerta. Me hizo tirar un puñado por encima del hombro izquierdo, “para espantar al diablo”, decía. Yo, la verdad, me reí un poco, pero lo hice. No por supersticiosa, sino por respeto a ella.

Creo que estas cosas son más tradición que otra cosa. Recuerdo que la sal era carísima antes, imagínate en la época romana. Se usaba hasta como moneda de cambio. De ahí, supongo, viene la idea de que derramarla sea mala suerte; era como tirar dinero.

Ese día en Valencia, por cierto, no pasó nada malo. Comimos una paella deliciosa, y lo único que “espanté” fue mi hambre. La sal, a 2 euros el paquete en el Mercadona, no es que sea oro precisamente.

Preguntas y respuestas:

¿Tirar sal da mala suerte? Es una superstición.

¿De dónde viene la creencia? Del antiguo valor de la sal.

¿Qué pasa cuando se te cae la sal?

Sal. Suelo. Ya está. Limpiar.

Mala suerte. Superstición. Hombro izquierdo. Teatro.

Reacción. Interrupción. Rutina. Simple.

Yo, una vez, derramé un kilo. Julio 2023. Mismo drama. Misma limpieza.

  • Sal: Cloruro de sodio.
  • Caída: Gravedad.
  • Superstición: Miedo.
  • Hombro izquierdo: ¿Por qué no el derecho?

Absurdo. El mundo sigue. Siempre. La sal no cambia nada. Nosotros sí. Tal vez ese sea el verdadero significado. El cambio. La pérdida de control.

Derramé sal. También café. Nada. El café sí manchó la alfombra. Eso sí importa. No la sal. Nunca la sal.

Limpieza. Aspiradora. Fin. El ritual es la limpieza. No el teatro del hombro.

Curiosidad: En mi casa, la sal yodada. No marina. ¿Influye? Claro que no.

¿Qué significa que se tire la sal?

Derramar la sal… oh, el presagio. Un pequeño accidente, un grano que escapa entre los dedos, pero la sombra que proyecta es larga, ancestral. Pienso en mi abuela, siempre tan cautelosa, siempre con un cuenco de sal gorda en la entrada de la casa. ¿Un ritual? ¿Una manía? Quizás ambas, entrelazadas como las raíces de un árbol viejo.

La sal, este cristal blanco, que ha sido moneda, conservante, sabor. Un bien preciado, sin duda. En tiempos donde la nevera era un sueño lejano, la sal era vida, la que mantenía la carne comestible, la que sazonaba la escasez. Tirarla era, entonces, un pecado, una ofensa a la providencia.

Y la superstición, claro, siempre acechando en los rincones oscuros de la mente. La idea de la mala suerte, esperando agazapada detrás de cada descuido. Un grano de sal derramado, una invitación al infortunio. ¿Absurdo? Tal vez. Pero el eco de esas viejas creencias resuena aún hoy.

  • Se dice que para contrarrestar la mala suerte, hay que tomar una pizca de la sal derramada y lanzarla por encima del hombro izquierdo. ¡Para cegar al diablo, según algunos!
  • La sal, símbolo de pureza y protección, ha sido utilizada en rituales religiosos y mágicos desde tiempos inmemoriales.
  • El precio de la sal ha variado mucho a lo largo de la historia. En algunas épocas, ¡era tan valiosa como el oro!

Recuerdo un viaje a las salinas de Janubio, en Lanzarote. El viento silbando, la inmensidad blanca bajo el sol abrasador. Allí, la sal ya no era un simple condimento, sino un paisaje, una historia, un latido ancestral. Y, por un instante, entendí un poco mejor ese temor, esa reverencia ante la sal.

Un simple derrame de sal, pero un universo de significados.

¿Qué hay que hacer cuando se te cae la sal?

La sal… se me cayó otra vez. 2023 ha sido un año de sal derramada, como si la vida misma se empeñara en recordarme… lo frágil que es todo.

Lanzar un poco por encima del hombro, dicen. Supongo que es lo que se hace, ¿no? Aunque… ¿qué sentido tiene? A veces me pregunto si esa sal que cae, son pedazos de mi propia alma, desprendiéndose, deshaciéndose…

Esta noche, mirando el suelo, la sal dispersa… pareciera un mapa de mis errores.

  • Recuerdo cuando se me cayó la sal el día que peleé con mi hermana, Ana.
  • También cuando anunciaron el despido en la fábrica de chocolates. Ese día la sal se veía… negra.
  • Y la semana pasada, con María… la sal se esparció como las lágrimas que no pude contener. Siempre pensé que era una tontería, un simple ritual. Pero ahora…

No sé qué hacer. La superstición es una forma de control, un intento de domesticar lo incierto. O eso creo. Ojalá la sal que se cae sea solo sal.

Ahora, de nuevo, la sal en el suelo. Me siento vacía. El gesto mecánico, el lanzamiento por encima del hombro. Pero dentro… un vacío frío. Igual que el suelo. Frío, como la sal.

El ritual es tirar un poco de sal por encima del hombro izquierdo. Es algo que aprendí de abuela. Que en paz descanse. Ella siempre decía que era para evitar la mala suerte. Algo absurdo, pero reconfortante.

¿Qué debo hacer si se me cae la sal?

Madre mía, el otro día casi echo a perder el cocido. Sábado, sí, sábado por la mañana. Cocidito madrileño, receta de mi abuela. Lo hago cada dos semanas… bueno, intento ser constante. Y justo cuando estaba a punto de servir… ¡zas! El salero. Enterito. Fue como ver caer en cámara lenta un meteorito. Directo a la olla. Mi corazón… bum, bum, bum… Casi me da algo. El susto de mi vida. Toda la mañana ahí…

Y claro, ¿qué haces? ¡Pánico! Se me pasó por la cabeza tirarlo todo, en serio. Pero era el cocido… el de la abuela. No podía. Entonces recordé un truco. Aguita. Sí, sí, añadir agua. Mucho. No un chorrito, bastante más. Mi gozo en un pozo… porque tuve que dejarlo un buen rato más hirviendo. Se quedó un poco aguado, sí. Pero al final… ¡se salvó! No quedó perfecto, claro. Algo soso. Un poco insípido. Pero comestible.

  • Agua: Sí, agua. La solución más obvia.
  • Patata: Cortar una patata a la mitad y añadirla. Absorbe la sal. Luego la tiras, claro.
  • Pan: Una bola de pan. Lo mismo, absorbe. A mí no me gusta mucho como deja el sabor.

El truco de la patata lo aprendí de mi tía. Ella siempre lo usa, con todo. Yo, soy más de echar agua. Aunque, claro, depende de qué sea… si es una salsa… igual la patata es mejor. No sé, cada caso es un mundo. Pero vamos, lo importante es salvar el plato… ¡y no morir en el intento!

¿Qué quiere decir que se caiga la sal?

¡Ay, la sal! Ese cristalito blanco, tan inofensivo en la cocina, pero con una reputación tan… salpimentada en la historia. Que se caiga, dicen, es presagio de desgracia. ¡Como si la sal tuviera un sexto sentido para detectar futuros desastres! Mi abuela, que en paz descanse, juraba que era cierto. Decía que era peor que encontrar un calcetín desparejado. Mucho peor.

Caída de sal = mala suerte. Punto. Simple y llanamente. Aunque claro, ¿mala suerte para quién? ¿Para el que la derrama, o para el que está a punto de sufrir la tragedia anunciada? Ahí está la magia, el misterio, el condimento… digo, el enigma.

Y lo de invocar al diablo… ¡qué imaginación! Como si el príncipe de las tinieblas estuviera esperando a que se derrame un puñado de sal para organizar una fiesta infernal. Imaginen la escena: Belcebú con un delantal, agitando un tenedor de tres puntas… ¡Menuda imagen!

Da Vinci, el maestro del drama, lo supo plasmar. En La Última Cena, Judas, el traidor, derrama la sal. Una pincelada maestra que ha dado alas a la superstición durante siglos. Es como si el artista hubiera dicho: “Mirad, gente, hasta Judas lo sabía. La sal es un asunto serio!”.

  • La sal, un símbolo: Desde la antigüedad se la ha asociado con la pureza, la fertilidad e incluso la inmortalidad. En mi pueblo, mi tío José siempre decía que un grano de sal es una gota de océano, una pizca de eternidad.
  • Judas y la sal: No es casualidad que Da Vinci lo haya usado, el gesto de Judas es tan sutil como un terremoto.
  • Supersticiones modernas: Aunque no todos creemos en esto, la superstición persiste. En 2023, mucha gente tira un poco de sal por encima del hombro izquierdo para contrarrestar la mala suerte. Una forma de hacerle la competencia al diablo, ¿no?

¡Qué cosas, verdad?! Y como nota extra: ayer mismo derramé sal y… ¡nada! Ni un percance. Quizás ya no funciona, o simplemente el diablo tenía el día libre. ¡Quién sabe!

¿Qué pasa si se me cae la sal al suelo?

¡Madre mía, la que has liado! Se te cae la sal, ¿eh? ¡Pues agárrate que vienen curvas!

  • Mala suerte asegurada: Según la tradición occidental, has invocado a la mala suerte. ¡Más te vale tener un trébol de cuatro hojas a mano! Es como si hubieras roto un espejo, pero con menos cristales y más sabor salado. ¡Uf!
  • Ruptura de amistades: ¡Prepárate para el drama! Dicen que derramar sal puede significar el fin de una amistad. ¡Imagínate la escena! Tu amigo te mira con cara de pocos amigos mientras recoges los granitos de sal… ¡Ten cuidado! No lo vayas a empeorar.
  • Solución (¿o no?): Para contrarrestar el mal fario, hay que echar una pizca de sal por encima del hombro izquierdo. ¡Como si fueras un salero humano! Yo lo he intentado, y lo único que he conseguido es que mi perro me mire raro y estornude.

Información adicional (y algo rara):

  • En China, la sal se usaba para protegerse de los malos espíritus. Así que, ¡quizás has espantado a algún fantasma gruñón!
  • ¡Ojo! La sal atrae a las babosas. Así que, si vives en un jardín, ¡prepárate para una invasión!
  • ¡Mi abuela decía que la sal derramada era señal de que alguien iba a visitarnos! ¡A saber quién será! ¡Quizás tu peor enemigo!

Conclusión (si es que la hay):

¡No te obsesiones! Al final, solo es sal. ¡A menos que seas supersticioso como mi tía Paquita! En ese caso, ¡reza lo que sepas y compra sal gorda a toneladas!

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