¿Qué significa que pongan sal?

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«La sal, en la entrada del hogar o negocio, atrae la prosperidad. Un recipiente con sal, colocado en el umbral, asegura abundancia y aleja las malas energías.»

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¿Qué significa agregar sal a la comida?

A mi me contaron, y lo creo firmemente, que la sal atrae la buena fortuna. Recuerdo que el 15 de julio del año pasado, cuando nos mudamos a nuestro apartamento en la calle Libertad, mi abuela, inmediatamente colocó un cuenco pequeño con sal gruesa junto a la puerta.

Dijo que era para la prosperidad y para alejar las malas energías. No sé si lo segundo funcionó, pero lo cierto es que nos ha ido bastante bien desde entonces. El alquiler es de 800 euros y, aunque no es barato, lo podemos pagar sin problemas.

Incluso nos dieron un aumento en el trabajo poco después de mudarnos. A lo mejor fue casualidad, pero yo, por si acaso, mantengo la sal en su sitio. Me da tranquilidad, ¿sabes? Parece una tontería, pero ahí está.

¿Qué significa agregar sal a la comida? Sazonar, mejorar el sabor.

¿Qué significa agregar sal a la entrada del hogar? Atraer la prosperidad, alejar malas energías.

¿Qué significa que te pongan sal?

Sal. Mal augurio. Vibras raras. ¿Será por lo de derramar la sal? Siempre me decían de niña que era de mala suerte. Mi abuela… uf, mi abuela y sus supersticiones. Tenía un collar de ojo turco, de esos azules, para el mal de ojo. Y tocaba madera… constantemente. Tocaba madera hasta en la mesa del comedor. A veces creo que heredé algo de eso, aunque lo niego.

  • Sal: mala suerte.
  • Azúcar: buena suerte.

¿No es curioso? Opuestos. Como el ying y el yang. ¿O era yin y yang? Bueno, da igual. La cosa es que la sal… mala suerte en México. Te la echan para joderte, básicamente. Aunque luego te digan que no, que es broma. Pero tú sabes… en el fondo sabes que te desean mal.

Me acuerdo una vez, este año, en el trabajo. Presenté un proyecto y un compañero, —no digo nombres—, “sin querer” me tiró sal encima. “¡Ay, perdón!” dijo. Ja. Perdón las pelotas. Ese proyecto, al final, no salió adelante. Casualidad… ¿o no? Luego me invitó a un café. Un café… ¿para compensar? No sé, cosas raras. A saber qué pasa por la cabeza de la gente. Debería apuntar estas cosas en un cuaderno. Un diario de las cosas raras que me pasan. O un blog. Un blog de la sal. Suena a nombre de grupo de música indie. Sí, eso mola.

  • Proyecto fallido 2024: posible causa, la sal.
  • Sospechoso: compañero de trabajo (¿celos?).
  • Investigación pendiente: el poder de la sal.

En fin, si te echan sal, mala suerte. Así de simple. Y punto. Aunque sea “sin querer”. Y si te echan azúcar, pues… supongo que buena suerte. Nunca me ha pasado. Tendré que probarlo. Comprar un kilo de azúcar y echármelo encima. A ver qué pasa. Mejor no, que luego se me suben las hormigas.

¿Qué significa cuando echas la sal?

Mala suerte. Sal derramada, ¡mal fario! Agh, qué tontería. Como si la sal tuviera la culpa. Mi abuela siempre decía eso… y tiraba sal por encima del hombro. ¿Izquierdo o derecho? No me acuerdo. Debería llamarla, hace tiempo que no sé de ella. Le regalé un salero de cerámica azul para su cumpleaños en mayo. Azul, su color favorito.

  • Superstición: Eso es lo que es. Pura superstición. Igual que lo de tocar madera. Toc, toc. ¿Por qué madera? ¿Y si no hay madera cerca? ¿Sirve el plástico? Me estoy desviando.

Uf, qué calor hace hoy. Debería comprar un ventilador. O mejor, aire acondicionado. Pero es un gasto… Bueno, ya veré. Volviendo a la sal… ¿de dónde venía yo? Ah, sí, la superstición.

  • Rituales: La gente y sus rituales. Yo tengo el mío con el café. Tres cucharadas de café, dos de azúcar. Siempre. Si no lo hago así, siento que el día va a ir mal. Ridículo, ¿verdad? Pero lo hago igual. Como mi abuela con la sal. ¿Será genético?

El otro día fui al supermercado y compré tres kilos de sal. Para la piscina. ¿Usan sal en las piscinas, no? Me lo dijo Juan. Juan, el de la ferretería. Me recomendó la sal gruesa. Dice que es mejor. Ya no me acuerdo qué marca compré. Tendré que mirar la factura.

  • Sal: Cloruro de sodio. Eso aprendí en el colegio. ¿Para qué servía el sodio? No me acuerdo. Sí, para la sal. ¡Qué tontería! Me refiero a… ¿en el cuerpo? Algo del sistema nervioso, creo. Tendré que buscarlo en Google.

Derramar sal = mala suerte. Ya.

¿Qué significa botar la sal?

Pues sí, eso de botar la sal… ¡mala suerte! En mi casa, mi abuela, ¡uf!, casi le daba un infarto si se caía el salero. Decía que traía mala suerte, peleas, desgracias… ¡De todo!

Tirar sal = mala suerte. Así, sin más. Ya sabes, supersticiones… Aunque yo una vez tiré un salero entero en la mesa, ¡menudo desastre!, y no pasó nada. Bueno, sí, mi madre me regañó, jaja.

  • Solución: Para contrarrestar la mala suerte, se supone que tienes que tirar un puñado de sal por encima del hombro izquierdo. Izquierdo, ¿eh?, importante. Directamente al diablo, decía mi abuela. ¡Qué personaje! Yo lo hice una vez, por si acaso… no me quería arriesgar.

  • Origen: No sé de dónde viene exactamente la cosa esta de la sal. ¿Romanos? ¿Griegos? Algo leí una vez… Pero vamos, que es una superstición viejísima. Yo creo que viene de cuando la sal era super valiosa. Como el oro. Tirarla era un desperdicio, ¡una desgracia! Igual por ahí viene la cosa. Ahora la sal es barata, ¡pero la superstición sigue!

El otro día, hablando de esto con mi amigo Juan -el que vive cerca del parque, ¿te acuerdas?- me contó que en su país, no sé cuál era… creo que Argentina, tiran azúcar para la buena suerte. ¡Azúcar! Pues no sé, a mí me parece más lógico lo de la sal. Tiene más… no sé… ¿Presencia? ¿Misterio?

En fin, que si tiras sal, ya sabes, un puñadito por encima del hombro izquierdo y listo. ¡Por si las moscas!

¿Qué significa estar hecho sal?

¡Ay, amigo! ¿Hecho de sal? ¡Como si fueras un mojito gigante y explosivo de alegría! Estar hecho sal es ser la mismísima personificación de la alegría. ¡Más chistoso que un payaso con resaca!

Te lo explico con ejemplos de mi vida: el otro día, mi tía, ¡la que hace mermeladas que saben a gasolina!, estaba tan hecha sal que parecía una piñata a punto de explotar de risas. ¡Hasta el perro se reía! Literalmente, eh, ¡el perro!

Es como un unicornio vomitando arcoíris de felicidad, pero sin el vómito, por favor, que luego hay que limpiar. Imagina el sabor: ¡sal y felicidad! ¡¿quién necesita más?!

Piénsalo así:

  • Nivel de energía: ¡Como una pila de Duracell recién sacada del paquete! ¡Imparable!
  • Buen humor: Más contagioso que el bostezo de un oso panda en primavera.
  • Gracia natural: Como si Jim Carrey y Rowan Atkinson tuvieran un bebé… ¡y ese bebé fuera comediante!

¡Ah! Se me olvidaba. Mi perro, Fido, también está hecho sal… ¡pero de la sal que te deja la boca seca y con ganas de agua! ¡Qué perra más salada! Es un chiste interno. No le digas que lo dije.

Y hablando de mi vida, recuerdo hace dos semanas que mi primo… ¡bueno, esa es otra historia para otro día! ¡En resumen, estaba hecho sal hasta las cejas! ¡Literalmente! ¡Su sudor sabía a sal! ¡Broma! ¡Ya paro con mi familia, que me voy por las ramas!

En resumen: ¡alegría, buen humor, chistes non-stop!

¡Eso es estar hecho sal!

¿Qué significa agregar sal al gusto?

¡Sal al gusto! ¡Qué barbaridad! Como si fuera tan sencillo. Es un misterio culinario digno de Indiana Jones, ¡una búsqueda del paladar perdido! A ver, te cuento mi experiencia personal: el otro día, mi abuela, que tiene el gusto más fino que un elefante en una cristalería, me echó sal a SU gusto a mi paella… ¡casi me deshidrato!

Al gusto de quien? La gran pregunta. Si lo cocinas tú, es al gusto del cocinero, claro, un déspota absoluto de la salinidad. Si lo cocinas para otros… ¡rezad por sus riñones! Es un juego peligroso, como jugar a las cartas con un tiburón.

Según el diccionario… ¡bah! El diccionario solo te da la versión oficial, la aburrida. La realidad es un campo de batalla salado. ¡Un campo de minas!

En resumen: añadir sal al gusto significa:

  • Ajustar la sal a la preferencia del consumidor final (en teoría).
  • Un riesgo calculado, similar a lanzarse en paracaídas sin comprobar si el paracaídas está bien abierto.
  • Un arma de doble filo, capaz de convertir un manjar en un desastre de sabor. Mi paella del martes pasado lo confirma.

Consejo extra de un experto (yo, claro): empieza con poca sal y añade más, poquito a poquito, como si estuvieras regando una planta muy delicada. Si lo arruinas, la culpa será solo tuya. ¡Disfruta del drama! Y recuerda: la sal no es amiga de la presión arterial, así que… ¡con moderación!

¿Qué significa la expresión estar salado?

Mala suerte. Punto. Desgracia pegada a la piel.

Eso significa “estar salado” en México. Simple. Directo. Como un golpe. No hay más vueltas. Te jode. Lo sientes en los huesos.

  • Pérdidas inesperadas. Se te cae el mundo encima. Literalmente. A mí, en 2024, se me rompió el lavavajillas, después el coche. Cosas así.
  • Acumulación de problemas. Uno tras otro. Como si el universo conspirara contra ti. No es coincidencia. Es sal.
  • Sensación de fatalidad. La vida te da la espalda. O peor, te patea. No hay escapatoria.

Mi suegra, experta en rituales, dice que hay que enterrar un limón con sal para quitarse la mala racha. No lo he probado. Pero lo pensé. Lo estoy pensando. La mala suerte es un círculo vicioso. Te hunde. Un agujero negro. Te absorbe.

¿Solución? No la sé. A veces pienso que es cuestión de tiempo. Que la sal se disuelve, al final. O no.

¿Qué significa que una persona te pida sal?

¡Ay, amigo, que me pidan sal! Eso es como si te dijeran “te quiero, pero con moderación, como a un buen jamón ibérico”. Es una declaración de intenciones, ¡ojo!

La sal, ¡qué cosa más estable! Como mi suegra en su sillón favorito, eh. Ni un terremoto la mueve. Y esa estabilidad, esa fijeza, se traduce en confianza. ¡Pa’ qué quieres más!

Es como decir: “Oye, confío en ti como en la durabilidad de un tupper de plástico barato. Sé que no vas a romper mi corazón como una galleta”. ¡Qué romántico!

Amistad a granel. Piénsalo: ¿quién te pide sal a las tres de la mañana? ¡Sólo tu mejor amigo, el que te conoce tan bien como yo sé el código de mi wifi (que es MUY complicado)!

Pero hay más matices, colega. Depende del contexto, claro. Podría ser una estrategia de marketing disfrazada de ofrecimiento amical, al estilo: “Toma sal, ahora sígueme en redes sociales”. Cuidado con la sal, amigo, que hay sal de todo tipo. O igual tu amigo simplemente está haciendo una paella. ¡Quién sabe!

  • Amistad verdadera. ¡Como la que tengo con mi perro! ¿Quién más me soporta?
  • Prueba de confianza. Tan poderosa como mi colección de figuritas de Dragon Ball.
  • Posible engaño. ¡Como cuando te dicen que la pizza es para compartir!

Y hablando de engaños… en 2024, mi vecino me “pidió sal” para luego robarme mi colección de cromos. ¡Ladrón desalmado! Ahora entiendo el doble significado. ¡Es una señal! ¡Alerta máxima!

¿Qué hacer cuando se me cae sal?

¡Uf, la sal! A ver…

  • Se cree que tirar sal da mala suerte. ¿Pero por qué? ¿De dónde sale eso? Igual tiene que ver con la sal siendo valiosa antes, como cuando mi abuela contaba que usaban la sal para conservar la carne, que tiempos aquellos.

  • ¡Ah! Lo de echar sal por encima del hombro izquierdo… dicen que espanta al diablo. ¿Será que el diablo está a la izquierda? ¡Vaya uno a saber! Es superstición pura, vamos.

  • Pero la cosa de pasársela de mano en mano… eso sí que ni idea. ¿Será por el contacto, la energía? No sé, a mí me da igual, yo la cojo como me dé la gana. A veces me pregunto ¿Por qué les dan tanta importancia a estas cosas?

  • Si se te cae sal, tira un poquito por encima del hombro izquierdo. Ya está, ¡problema resuelto, dicen! Pero si no te quieres complicar, pues la recoges y listo.

#Comida #Sal #Sazonar