¿Qué tomar cuando se tiene una mala digestión?
Para la mala digestión, los antiácidos son la primera línea de defensa. Si la acidez persiste, considere inhibidores de la bomba de protones (IBP), especialmente si la indigestión se acompaña de ardor. Siempre consulte a un médico para un diagnóstico y tratamiento adecuado.
¿Remedios para la mala digestión?
Uf, la mala digestión, ¡qué rollo! A mí me pasa a veces, sobre todo después de una cena copiosa. Recuerdo una vez, el 15 de octubre del año pasado en un restaurante cerca de mi casa (el “Mesón del Abuelo”, creo que costó 35 euros la cena), que me dio un ardor horrible.
Los antiácidos, esos que venden en cualquier farmacia, me dan un alivio momentáneo, a veces casi inmediato, aunque es sólo eso: temporal. Funcionan para el ardor, sí.
En mi caso, un médico me recomendó omeprazol (un inhibidor de la bomba de protones), para cuando la cosa es más seria, es decir, cuando tengo acidez junto a la indigestión. Me ayudó bastante, aunque te advierto que hay que tomarlo con cuidado y según prescripción. No lo automediques.
En resumen, antiácidos para el ardor puntual, inhibidores de bomba de protones si el problema es más grave y persistente. Mejor que consultes a un doctor.
¿Qué te sirve para la digestión?
Infusiones digestivas: Manzanilla, boldo, tomillo, menta, anís, hierba luisa. Perfectas tras una comida copiosa. ¿Una copiosa? Ayer precisamente cené pasta con setas y trufa… ¡qué delicia! Pero admito que mi digestión no es la mejor.
Usos culinarios: El tomillo con carnes, la menta con postres, el anís en repostería… la lista es interminable. Recuerdo una vez, en un pequeño restaurante en Italia, probé un cordero con tomillo… inolvidable.
El poder de las plantas: Nos ofrecen alivio para tantas dolencias. ¿Será que la naturaleza tiene la respuesta a todo? Me gusta pensar que sí. Aunque la ciencia, con sus análisis y compuestos químicos, también tiene su encanto. He estado leyendo sobre los principios activos de la manzanilla… fascinante.
Más allá de las infusiones: Un buen paseo después de comer también ayuda. A veces, la solución más sencilla es la más efectiva. Me gusta pasear por el parque cerca de mi casa, sobre todo después de cenar. Me ayuda a despejar la mente. Y hablando de despejar, ¿cuándo fue la última vez que ordené mi librería? Tengo libros de botánica mezclados con novelas de ciencia ficción… Un caos, pero un caos que, en cierto modo, disfruto.
Otros consejos: Comer despacio, masticar bien, evitar el estrés… Aunque, siendo realistas, evitar el estrés en el siglo XXI es casi una utopía, ¿no? El otro día leí un artículo sobre la gestión del tiempo… Tendré que volver a leerlo, porque no me enteré de mucho.
Frutas que ayudan: Papaya y piña, ricas en enzimas digestivas. Esta mañana he desayunado papaya con yogur. Una combinación simple, pero eficaz. Me recuerda a mis viajes por Sudamérica… Allí la papaya es un básico. Quizá por eso tienen un ritmo de vida más tranquilo. O quizá no tenga nada que ver. ¿Quién sabe?
El enigma de la digestión: Un proceso complejo, influenciado por tantos factores… La alimentación, el estado de ánimo, el ritmo de vida… Un misterio, como tantos otros de la vida. Y, al final, quizá ese sea el encanto: que la vida esté llena de pequeños misterios por resolver. Como el misterio de por qué siempre pierdo las llaves. En fin, cosas de la vida.
¿Qué tomar cuando algo te cae mal al estómago?
¡Ay, el estómago! Ese órgano traicionero que a veces se pone más rebelde que un gremlin a las 3 de la mañana. Si te ha dado la fiesta ahí dentro, ¡ojo al parche!
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Loperamida (Imodium): Para cuando tu estómago decide expulsar todo como si fuera un volcán en erupción. Eso sí, sin sangre, ¿eh? Que si hay sangre, al médico de cabeza. ¡No queremos dramas dignos de una película de terror! Yo una vez lo tomé después de un kebab dudoso… digamos que mi baño aún tiene secuelas.
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Subsalicilato de bismuto (Pepto-Bismol, Kaopectate): Este es el clásico. El rosa. El que sabe a… bueno, a Pepto-Bismol. Para el malestar general, como si una familia de topos hubiera decidido hacer una rave en tu intestino. A mí me recuerda al olor del botiquín de mi abuela. ¡Qué tiempos!
Recuerda: Si tienes fiebre o ves sangre (¡repito, sangre!), corre al médico más cercano. Esto no es un juego. No seas como mi primo Paco, que esperó tres días con dolor de estómago porque “pensaba que era una indigestión”. Resultó ser apendicitis. ¡Drama!
Extra tip: Yo, personalmente, cuando me siento así, aparte del medicamento, me hago una infusión de manzanilla. Mi abuela decía que “era mano de santo”. Y mi abuela, oye, sabía más que Google. Aunque no lo conociera. También una bolsa de agua caliente en la barriga ayuda más que un abrazo de oso en invierno.
Otro extra tip, porque soy así de generosa: Come cosas suaves. Nada de tacos picantes ni experimentos culinarios raros. Caldito, arroz blanco, tostadas… ¡Comida de hospital, vaya! Pero efectiva. A menos que seas como mi tía Enriqueta, que se comió un cocido madrileño con diarrea. No quiero ni contarte el desenlace. ¡Fue épico!
¿Cuáles son los mejores tés digestivos?
Manzanilla, hinojo, menta, regaliz, anís, hierba luisa y jengibre. ¡Vaya, parece la alineación titular de un equipo de fútbol herbal! Y todos juegan para el mismo equipo: tu estómago.
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Manzanilla: ¿Nervios pre-cena navideña? Manzanilla al rescate. Calma como un abrazo de abuela. Aunque mi abuela abrazaba fuerte… igual te dejaba sin respiración. La manzanilla, no.
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Hinojo: Sabe a regaliz, pero no es regaliz. Confuso, lo sé. Como la vida misma. Eso sí, ayuda con los gases. Ideal para después de una fabada asturiana con sidra, comprobado personalmente este verano.
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Menta: Fresquita, perfecta para cuando tu estómago parece un volcán en erupción. Un Vesubio digestivo. Refresca más que un anuncio de chicle. Aunque ojo, no cura la caries.
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Regaliz: Dulce y suave. Como yo en mis buenos días. Bueno, algunos días. Combate la acidez. Y es negro, elegante, como un vestido de gala.
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Anís: Otro que sabe a regaliz. ¿Será familia del hinojo? Misterios de la botánica. Va genial para espantar el mal aliento. Perfecto para la primera cita.
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Hierba Luisa: ¿Suena a nombre de marquesa, no? Pues quita la hinchazón. Deja el abdomen plano, listo para lucir modelito playero. Aunque sea invierno.
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Jengibre: Picante y estimulante. Como una buena salsa. O como mi vecina del quinto, pero esa es otra historia. Ayuda con las náuseas.
En resumen, un buen té digestivo es como un buen amigo: siempre está ahí cuando lo necesitas. Y no te juzga por esa tercera ración de tarta de chocolate. Este año he descubierto que la combinación de jengibre y menta es explosiva, en el buen sentido, claro. Me recuerda a los caramelos de menta con chocolate que me compraba mi madre. Nada como la sabiduría popular, y la de mi madre, para un estómago feliz.
¿Qué remedios caseros ayudan al sistema digestivo?
Aquí va, en la oscuridad, lo que sé… o creo saber. Sobre esa cosa que llamamos digestión, y cómo a veces se nos escapa de las manos.
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Té de menta, sí. Siempre me recuerda a la casa de mi abuela. Un alivio suave, como un abrazo.
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Boldo. Ese tiene un sabor amargo, como la verdad. Pero sí, ayuda. Recuerdo una vez, tras una cena pesada…
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Verónica. Este, la verdad, no lo he probado mucho. Suena a nombre de santa.
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Anís. Dulce, engañoso. Pero eficaz, dicen. A mí me recuerda a las Navidades, a la familia reunida, aunque ahora… ya no es lo mismo.
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Jugo de manzana. Simple, pero funciona. Como las cosas importantes de la vida, al final.
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Cálamo. Nunca lo he visto. No sé nada de esto.
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Piña y papaya en jugo. Exótico, casi un placebo. Pero si te hace sentir bien, ¿qué importa?
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Limón. Ácido, despierta. Un shock para el sistema. A veces lo necesito.
Y es que, en realidad, creo que todo se reduce a escuchar al cuerpo. Y a no ignorarlo, aunque duela. Ahora, a dormir. O a intentarlo. Quizá un té de menta.
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