¿Cómo se llama el azúcar que no es azúcar?

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¡Ay, qué lío con los nombres! Sacarina, aspartamo, sucralosa... ¡suena a fórmula química! Para mí, lo más importante es que, aunque se llamen azúcar que no es azúcar, sigue siendo un sustituto, y a veces me genera dudas sobre su impacto real en la salud. Prefiero la stevia, que suena más natural, aunque claro, al final cada uno busca su mejor opción. La variedad es buena, pero ¡ojalá fueran todos más transparentes con sus efectos!

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¿Cómo se llama el azúcar que no es azúcar? Ay, Dios mío, ¡qué lío! Sacarina, aspartamo, sucralosa… ¡suenan a algo que inventaron en un laboratorio secreto, no a algo que debería estar en mi café! Recuerdo a mi abuela, que usaba sacarina, decía que era “azúcar de mentira”. Y tenía razón, ¿no? Aunque le quiten las calorías, ¿realmente no tiene ningún efecto? Me da un poco de cosa, la verdad.

A mí, lo que me pasa, es que leo un estudio que dice una cosa y al día siguiente, ¡pum!, otro que dice justo lo contrario. ¿Cómo se supone que una persona normal, que no es científica, debe entender todo esto? Es un verdadero mareo. Uno busca alternativas, claro, porque el azúcar… bueno, el azúcar es azúcar, ya sabéis. El otro día, un amigo me contó que su médico le recomendó la stevia, porque es más natural, ¿y sabéis qué? Me convenció.

He probado algunas marcas, unas mejores que otras, por supuesto. Y el sabor… uy, hay algunas que dejan un regusto rarísimo, como a regaliz artificial, o a… no sé, a medicamento, ¡horror! La stevia, al menos, se parece más a algo que podría crecer en mi jardín, ¿no? Pero bueno, al final cada uno tiene su cuerpo y su gusto, ¡es verdad! Cada quien que pruebe y que vea lo que le sienta mejor. Lo que sí me gustaría, y lo digo de corazón, es que las empresas fueran más claras con la información. Un poco más de transparencia no le vendría mal a nadie, ¿verdad? Al fin y al cabo, estamos hablando de nuestra salud… y eso es algo muy importante.