¿Cómo se clasifica una bacteria?
¡Qué fascinante el mundo bacteriano! Me sorprende la simplicidad de su clasificación inicial por forma: esas bolitas (cocos), los bastoncitos (bacilos) y las espirales (espiroquetas)... ¡casi como si fueran dibujitos! Pero luego la cosa se pone más interesante con la necesidad de oxígeno; ¡qué diferencia entre unas que lo necesitan y otras que lo evitan! Es como si tuvieran personalidades distintas, unas amantes del aire y otras que prefieren la oscuridad. Toda una aventura microbiana.
¿Cómo se clasifica una bacteria? Ay, qué pregunta, ¿verdad? Me acuerdo cuando en la uni, en microbiología, nos enseñaron eso… ¡parecía chino! Al principio, todo tan sencillo, tan… elemental. Esas bolitas perfectas, los cocos, como pequeñas canicas microscópicas. Luego los bacilos, como pequeños palitos, tan monos… Y las espiroquetas, ¡esas curvas tan elegantes! Parecían dibujitos, sí, como si alguien los hubiera diseñado con una pizca de magia. ¡Qué inocencia!
Pero claro, la cosa se complica, ¿no? Porque luego te das cuenta de que no solo es su forma. ¡Qué va! Es como intentar clasificar a la gente solo por su altura. Hay que meterse en su metabolismo, en su forma de vida… ¿Necesitan oxígeno para sobrevivir, o lo odian? ¡Qué locura! Es como si hubiera bacterias extrovertidas, amantes del aire libre, y otras, ¡ay!, más introvertidas, que prefieren la oscuridad, la penumbra… como yo a veces, la verdad. Recuerdo una vez en el laboratorio, cultivando E. coli, ¡qué diferencia con las Clostridium! Las E. coli crecían como locas en la placa de Petri, como si se dieran un festín, mientras que las Clostridium, ni hablar, ¡solo crecían en la oscuridad, ¡qué misterio!
Recuerdo que el profe nos contaba, que casi el 99% – o algo así, no recuerdo la cifra exacta – de las bacterias no se pueden cultivar en el laboratorio. ¡Casi el 99%! ¡Alucinante! Me hacía pensar, ¿cómo es posible que no sepamos de la inmensa mayoría? ¿Cuántas bacterias increíbles ahí fuera, viviendo sus vidas sin que nosotros lo sepamos? Es un universo fascinante, complejo… Y a veces, me pregunto… ¿qué más hay por descubrir? Es como si cada vez que creíamos entender un poquito, nos encontráramos con un misterio mayor. Es esa la magia, supongo… La magia de la microbiología.
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