¿Qué clase de palabras son todos?

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¡Ah, todo! A mí me parece que reducir todo, toda, todos, todas a simples pronombres indefinidos es dejar de lado su riqueza. Sí, a veces lo son, pero también pueden ser determinantes que lo abarcan todo (¡mira qué casualidad!) o incluso adverbios intensificadores. Depende del contexto, ¡es un baile de significados! Reducir el lenguaje a etiquetas a veces me da un poco de pena.

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¿Qué clase de palabras son “todo”, “toda”, “todos”, “todas”? ¿De verdad solo pronombres indefinidos? A mí, personalmente, me parece que meterlos a todos en la misma caja es… ¿cómo decirlo?… ¡una injusticia! Sí, claro, a veces funcionan como pronombres indefinidos. Pero otras veces, ¿no sientes que abarcan, que lo envuelven TODO? (¡Justo la palabra que estamos analizando, qué ironía!). Pienso, por ejemplo, en “todo el mundo estaba feliz”. Ahí “todo” no es un pronombre, ¿o sí? Siento que describe, que determina, que… ¡que lo magnifica todo! Es un determinante, ¿no?

Y luego está ese “todo” que usamos para intensificar, como un adverbio. Recuerdo a mi abuela, que decía “estaba todo mojado” después de la lluvia. No quería decir cualquier mojado, sino un mojado… ¡intenso! Un mojado completo, absoluto. ¿Cómo se puede ignorar esa fuerza, esa… esa… ¡Ay, no sé! Me cuesta encontrar la palabra exacta, pero espero que me entiendas.

Es que, a ver, a veces me da la sensación de que con tanta etiqueta gramatical le quitamos la magia al lenguaje, ¿sabes? Lo diseccionamos tanto que se nos olvida lo vivo que está, cómo cambia, cómo se adapta. Como si lo metiéramos en un frasco de formol.

He leído por ahí (no recuerdo dónde, la verdad, creo que fue en un blog de lingüística) que el contexto lo es todo… ¡otra vez “todo”! Y es cierto. Dependiendo de la frase, estas palabritas bailan entre un significado y otro. Unas veces pronombre, otras determinante, otras adverbio… ¡un verdadero camaleón lingüístico! Y eso es lo bonito, ¿no? Esa flexibilidad, esa riqueza. Reducirlo a una simple etiqueta… me da un poco de pena, la verdad.