¿Qué tipo de fuente es la luz?

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¡Ay, la luz! Para mí, es algo mágico, ¿sabes? Me fascina pensar que el sol, esa inmensa bola de fuego, es una fuente de luz natural, ¡la vida misma depende de ella! Luego están las artificiales, tan ingeniosas: desde la humilde llama de una vela, que me evoca romanticismo, hasta la fría precisión de una bombilla LED. Cada una, una pequeña ventana al universo, con su propia historia y belleza. ¡Qué maravilla que podamos manipular algo tan esencial!

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¿Qué tipo de fuente es la luz? Ay, la luz… ¿Cómo explicarlo? Para mí, no es solo física, ¿sabes? Es algo… más. Recuerdo estar de niña, a oscuras, con solo la luz de una vela —una vela perfumada a lavanda, que mi abuela siempre tenía— iluminando el rostro arrugado pero amable de mi abuela. Era una luz cálida, íntima, que parecía acurrucarse en nuestros corazones. Mucho más que simples fotones, ¿verdad? Mucho más que una reacción química.

El sol, claro, el rey. Esa bola de fuego gigante, ¡qué pasada! Es la fuente de toda vida, dicen, y lo creo. Recuerdo un viaje a la playa, un amanecer… ¡espectacular! Esa luz dorada, tan intensa, llena de energía, que parecía pintar el cielo, que se metía hasta en los huesos. ¿Quién puede negar la magia de eso? Una luz natural, pura, sin filtros.

Después están las luces artificiales, ¿no? ¡Qué invento tan increíble! Desde esa misma vela de mi abuela, tan simple y romántica, a las LED frías y eficientes… ¡que gastan una millonésima parte de energía! (¡Lo leí en alguna revista, no sé si es exacto, pero suena impresionante!). Cada una tiene su encanto. Una bombilla de filamento, por ejemplo, esa luz anaranjada y tenue… me trae recuerdos de mi infancia, de las noches de invierno, leyendo un libro con esa luz suave. Era diferente a la luz de la pantalla de mi celular, fría y azul, que me deja la vista fatal.

¡Qué maravilla, ¿no?, que podamos manipular la luz, algo tan esencial! Desde encender una cerilla hasta diseñar un láser, el ser humano ha jugado con la luz, la ha domesticado de alguna manera. Aunque, pensándolo bien… ¿realmente la hemos domesticado? O será que solo hemos aprendido a bailar con ella… a aprovechar su baile.