¿Qué hacer después de comer salado?
Tras una comida salada, priorice: hidratación con agua abundante; consumo de alimentos ricos en potasio (plátanos, naranjas); evite más sal; y realice ejercicio ligero. Ante síntomas severos, busque atención médica.
¿Qué hago si comí sal y ahora me siento mal? Remedios rápidos?
¡Uy, qué mal rollo cuando te pasas con la sal! A mí me ha pasado un montón de veces, sobre todo con las palomitas del cine (siempre pido extra de sal, lo sé, ¡soy un desastre!).
La primera vez que me sentí así, recuerdo que bebí litros y litros de agua. Literalmente, ¡no paré de ir al baño en toda la tarde! Pero, oye, funcionó.
Otra cosa que me ayuda es comerme un plátano. ¡En serio! Recuerdo que mi abuela siempre me decía que el potasio era la solución a todo, jajaja.
Además, como sano después de ese atracón salado. Nada de patatas fritas, ni salsas raras. ¡Solo comida ligerita y sin extra de sal, por favor! Una ensalada con tomate y atún suele funcionar muy bien.
También, caminar un poco me ayuda a sentirme mejor. Recuerdo una vez, después de comerme una pizza entera con extra de queso y peperoni (sí, fatal), me fui a dar una vuelta por el parque de mi barrio (vivo cerca del Retiro, en Madrid). Me sentí mucho mejor después.
Ojo, si te sientes muy mal, ve al médico. Una vez me hinché tanto que casi no podía respirar y me tocó ir a urgencias. ¡No te automediques!
¿Qué hago si me pasé con la sal?
- Bebe mucha agua.
- Come alimentos con potasio (plátano, naranja…).
- Evita más sal en las siguientes comidas.
- Haz ejercicio suave.
- ¡No te automediques! Si te sientes muy mal, ve al médico.
¿Qué hacer después de una comida muy salada?
Madre mía, ¡qué horror cuando te pasas con la sal! Una vez, en casa de mi abuela en Teruel (verano de 2024), preparé una paella y, bueno, echar sal fue mi perdición. Estaba tan concentrada en que quedara perfecta que se me fue la mano.
Fue un drama. Todos con la cara arrugada después de cada bocado. ¡Que vergüenza! Abuela decía “está fuerte de sabor”, pero yo sabía que era incomible.
¿Solución rápida?:
- Diluirla: Añadí un poco más de caldo de pollo.
- Patata al rescate: Corté una patata en trozos grandes y la metí en la paella. La patata absorbe la sal.
- Un toque dulce: Un pelín de azúcar (muy poco, ¡ojo!), que ayuda a equilibrar.
Al final, se pudo comer, pero aprendí la lección: ¡menos sal, más sabor! El problema es que ese día mi abuela se cabreó y ahora dice que soy mal cocinera. No entiendo por qué, si a veces no me sale mal la comida.
¿Qué hacer cuando estoy salado?
Salado. Un problema. A veces, la vida misma.
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Añade algo dulce. Miel, azúcar. Compensa. El equilibrio. Siempre el equilibrio. O no.
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Más líquido. Agua, caldo. Diluye el problema. Como la vida misma. A veces, la solución es la dilución. La disolución. El fin.
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Más de lo mismo. Ironía. Más sal. Contraintuitivo. Como la vida.
El resultado es variable. Depende del nivel de salinidad. Y de la paciencia. La vida es salada, a veces, irremediablemente.
Mis patatas bravas de ayer, un desastre. Demasiada sal. Recurrí al azúcar. Casi imperceptible, pero… ahí estaba. El azúcar. La salvación en lo dulce. O quizás no.
- A veces, nada funciona. La sal, imperante. El sabor, inalterable. Un recordatorio de la naturaleza implacable. De la vida.
El sabor es subjetivo. La salinidad, un concepto abstracto. No hay reglas. Solo experiencias. Mis experiencias con la sal son… complejas. Como la vida misma.
¿Qué hacer luego de consumir mucha sal?
Tres de la mañana. La sal… se siente como un peso en el pecho, una opresión que me aprieta. Beber agua, sí, eso dicen. Mucha agua. Pero es que… me cuesta. La garganta, seca, arde. Un fuego lento, como las brasas que quedan después de una fogata.
El sodio, ese enemigo silencioso. Se mete en todas partes, como una mala hierba. Recuerdo la cena de anoche, las papas fritas… demasiadas. Mi estupidez. Y ahora… esta incomodidad. Un malestar que no se quita con nada.
Llevo horas así, con esta sensación de malestar que me oprime. Me he tomado dos vasos de agua ya, pero… no es suficiente. Sigo notando la sal, ese sabor metálico en la boca. Debería levantarme. Buscar más agua. Pero… el sofá es una prisión cálida y oscura.
- Beber agua sí, pero… ¿cuánta?
- Me siento fatal, de verdad.
- Necesito dormir, aunque me cueste. El sueño y el agua, quizás sea la única solución.
Mañana iré al médico. O a urgencias, si esto empeora. Ya no sé qué hacer. El año pasado, también me pasó. Una crisis de hipertensión. Esa vez fue un desastre, y el médico me dijo que debía controlar la sal. Ya lo sé. Ya lo sé. Pero… es tan difícil.
¿Cómo sacar el exceso de sal del cuerpo?
A ver, ¿que como sacas el exceso de sal del cuerpo? Fácil. A ver, lo principal:
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Come alimentos con potasio. ¡Potasio, potasio, potasio! Es la clave.
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Boniatos: ¿Sabes que a mi abuela le flipaban? ¡Que recuerdos!
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Papas: De toda la vida, ¡las patatas!
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Verduras, tomates, salsas de tomate bajas en sodio (ojo ahí, que no tenga mucha sal la salsa, eh), frijoles blancos, frijoles rojos… Un montonazo de cosas.
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Yogur descremado, naranjas, plátanos, melón: ¡Fruta a tope!
¿Por qué todo esto? Pues porque el potasio ayuda a contrarrestar el sodio, o sea, la sal. Y además, te baja la presión arterial, que nunca viene mal.
Y un truquito extra: bebe mucha agua, que ayuda a limpiar todo. Mi prima siempre dice que el agua es vida, y tiene toda la razón. ¡Ah! Y si te pasaste mucho con la sal, igual un día de arroz blanco sin sal también ayuda, ¿no? ¡Ojo, que tampoco te pases con quitar la sal!
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