¿Cómo se originan las enfermedades?

¿Cómo se originan las enfermedades? ¡Ay, esa pregunta! Me ha perseguido desde que era pequeña, viendo a mi abuela luchar contra la neumonía, una lucha lenta y dura… Recuerdo el olor a medicinas, el silencio en la casa, el miedo en el aire. ¿De dónde salió eso, ese enemigo invisible que la postró en la cama?

Las enfermedades infecciosas, esas, surgen, sencillamente, de la transmisión de bichitos microscópicos, ¿verdad? Bacterias, virus… esos pequeños monstruos invisibles. A veces me pregunto cómo algo tan pequeño puede causar tanto daño. Piensa en un simple resfriado, ¿tan insignificante y a la vez tan capaz de dejarte KO durante días? Es impresionante.

El contagio, es otra cosa… un baile macabro, a veces directo, un abrazo, un beso, incluso el simple roce de una mano… ¡qué horror! Otras veces, indirecto, como cuando alguien tose sin cubrirse la boca —¡qué falta de educación, a veces pienso!— y esas gotitas, cargadas de… bueno, de lo que sea, quedan suspendidas en el aire. ¡Ay, esas gotículas!, un ejército diminuto e invisible, esperando entrar en nuestro cuerpo. Y luego está la cosa de la propagación, que depende de cada bicho, de cada germen… es como si cada uno tuviera su propio plan de ataque.

Recuerdo una vez, en un viaje a México, que me dio una diarrea terrible. Fue horrible, ¡días y días sin parar! Imagino que algún patógeno —seguro algo horrible y microscópico— me atacó, aprovechándose de mi sistema inmune seguramente algo bajo por el cambio de clima. Nunca supe exactamente cuál fue el culpable, pero la experiencia… ay, mejor ni lo cuento. Me hizo valorar aún más la higiene, ¡claro que sí!

En fin, el punto es que las enfermedades infecciosas, aunque a veces parezcan un misterio, se transmiten de una manera u otra. Y, la verdad, cada vez que estoy enferma, o veo a alguien enfermo, me pregunto… ¿cómo lo evito? ¿Cómo protegerme de esos pequeños invasores? Es una batalla constante, ¿no crees?