¿Cuál es el último órgano que muere del cuerpo humano?

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Estudios científicos indican que la corteza prefrontal, área del cerebro responsable de funciones cognitivas superiores, es la última región en cesar su actividad durante el proceso de muerte, marcando un punto crucial en la transición biológica.
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El último órgano en morir: la corteza prefrontal

A medida que nuestro cuerpo se apaga en el proceso de la muerte, los órganos fallan uno tras otro en un orden preciso. Pero, ¿cuál es el último en cesar su actividad, marcando el punto crucial de la transición biológica?

Estudios científicos han encontrado que la corteza prefrontal, una región del cerebro responsable de las funciones cognitivas superiores, es el último órgano en morir. Esta área, ubicada en el lóbulo frontal del cerebro, es esencial para funciones como el razonamiento, la toma de decisiones, el control de los impulsos y la autoconciencia.

Mientras que otros órganos, como el corazón, los pulmones y el hígado, pueden fallar mucho antes, la corteza prefrontal permanece activa hasta los últimos momentos. Su resistencia a la muerte se atribuye a su alto nivel de actividad metabólica, lo que le permite continuar funcionando incluso cuando el resto del cuerpo se está apagando.

El momento exacto en que la corteza prefrontal cesa su actividad varía según el individuo y las circunstancias de la muerte. Sin embargo, los estudios indican que generalmente ocurre dentro de los minutos posteriores a que el corazón deje de latir.

Este hallazgo tiene implicaciones significativas para nuestra comprensión del proceso de la muerte. Sugiere que la actividad cerebral consciente puede persistir durante un breve período después de que el corazón se haya detenido, lo que plantea preguntas sobre la naturaleza de la conciencia en los momentos finales de la vida.

Además, el papel de la corteza prefrontal como último órgano en morir destaca su importancia central en nuestra humanidad. Es el asiento de nuestro pensamiento, emociones y sentido del yo, y su persistencia hasta el final sugiere que el cerebro humano es profundamente resistente y capaz de una actividad extraordinaria incluso frente a la inminente muerte.