¿Cómo se sabe de la existencia de Pangea?

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La distribución global de fósiles, como el helecho Glossopteris hallado en continentes separados, evidencia la existencia de Pangea. Estos restos sugieren un antiguo supercontinente unido.
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El Rompecabezas Geológico: Descifrando la Existencia de Pangea

La imagen de un único supercontinente, Pangea, que albergó toda la vida terrestre hace millones de años, resulta fascinante. Pero, ¿cómo sabemos que existió realmente? La evidencia no se encuentra enterrada en un antiguo mapa, sino diseminada por todo el planeta, en forma de un complejo rompecabezas geológico que los científicos han ido ensamblando a lo largo del tiempo. Una de las piezas clave de este rompecabezas es la distribución global de fósiles, una distribución que desafía las barreras geográficas actuales y apunta a una realidad mucho más unificada en el pasado.

Uno de los ejemplos más contundentes de esta evidencia fósil es la presencia del helecho Glossopteris. Este tipo de planta fósil, con sus hojas características en forma de lengua, se ha encontrado en continentes tan dispares como Sudamérica, África, India, Australia y la Antártida. ¿Cómo es posible que una especie vegetal, con limitaciones de dispersión propias de su época, haya podido colonizar estas masas de tierra tan separadas por vastos océanos? La explicación más lógica, y la que la comunidad científica ha adoptado, es que estos continentes estaban unidos en un pasado geológico remoto, formando el supercontinente Pangea. La presencia de Glossopteris en todos estos lugares, ahora separados por miles de kilómetros de océano, sólo tiene sentido si se considera una distribución continental unificada en el periodo en que este helecho prosperaba.

Más allá de Glossopteris, otros fósiles de flora y fauna muestran patrones de distribución similares, reforzando la hipótesis de Pangea. Se han encontrado reptiles mesozoicos, como los terápsidos, con una distribución geográfica que sigue este mismo patrón transcontinental, indicando una conexión terrestre entre las masas continentales actualmente separadas. La evidencia paleontológica, por tanto, no se limita a un solo fósil, sino que se presenta como un conjunto convergente de datos que apunta a una misma conclusión: la existencia de Pangea.

Esta evidencia fósil se complementa con otros datos geológicos, como la coincidencia de las líneas de costa de los continentes actuales, la continuidad de formaciones geológicas a través de los océanos, y la distribución de ciertos tipos de rocas y minerales. Todos estos elementos, considerados en conjunto, construyen una imagen coherente de un supercontinente que existió hace cientos de millones de años, que posteriormente se fragmentó y derivó en la configuración continental que conocemos hoy. Así, el hallazgo de Glossopteris y otros fósiles similares no es simplemente la observación de una curiosidad paleontológica, sino una pieza crucial en la reconstrucción de la historia geológica de nuestro planeta, una historia escrita en piedra y en la distribución de la vida antigua.