¿Qué es mejor, el agua purificada o el agua hervida?

¿Purificada o hervida? Esa es la pregunta, ¿no? Yo, personalmente, me inclino por la purificada. Y no es solo porque suene más sofisticado, ¡qué va! Es que… ¿quién sabe qué demonios lleva el agua del grifo a veces? A ver, hervirla sí mata bichos, bacterias, virus… esas cosas malas, ¿verdad? Pero, ¿y el sabor? Uff, a veces queda como… metálica. Como si hubieras estado chupando una tubería oxidada. Recuerdo una vez, en casa de mi abuela, que el agua hervida sabía fatal. Era un pueblo con tuberías viejas y, aunque la hervíamos religiosamente, seguía teniendo un regusto… extraño. Casi prefería tener sed.

La purificada, en cambio, me da como una sensación de… limpieza, ¿sabes? No sé si será psicológico o qué, pero me parece que hasta me hidrata mejor. Además, pienso en todas las cosas que quita: metales pesados, químicos… ¡uf! Leí por ahí –no me preguntes dónde, que no lo recuerdo– que un estudio decía que el agua del grifo puede contener un montón de impurezas. No sé si era el 70% o algo así, una barbaridad. Claro, igual era una exageración, pero… ¿para qué arriesgarse?

Con la purificada, al menos, me quedo tranquila. Sé que estoy bebiendo agua… agua pura, sin más. Como la de la lluvia, pero sin la contaminación, jaja. Bueno, o eso espero. Igual estoy idealizando la cosa, ¿quién sabe? Pero bueno, al menos me sabe mejor. Y eso, al final, es lo que cuenta, ¿no? Que te guste lo que bebes. Y a mí, la verdad, la hervida a veces me da un poco de… no sé, de repelús. Prefiero mil veces la frescura del agua purificada. Aunque claro, cada uno con sus manías.