¿Qué es lo primero que consume el cuerpo?
El cuerpo prioriza sus fuentes de energía: primero los carbohidratos, luego las grasas, recurriendo a las proteínas solo como último recurso para obtener energía. Este orden optimiza el uso de nutrientes.
¿Qué consume primero el cuerpo al obtener energía?
¡Uy, qué lío esto de la energía! Recuerdo una vez, el 15 de julio en Barcelona, haciendo una ruta de senderismo de esas que te dejan reventado… Sentía que me faltaba el aire.
Entonces pensé en lo que me había comido: un bocadillo de tortilla de patata ¡Qué rico! Y eso me hizo pensar en cómo mi cuerpo lo usaba.
Primero, creo que mis músculos usaron los carbohidratos del pan, esa energía rápida para seguir caminando. Después, más tarde, aquellas reservas de grasa, ¿no? Para la subida a Montjuïc (casi me muero, ¡qué cuesta arriba!). La proteína, la de la tortilla, apenas la toca, solo para la reparación muscular después, ¿verdad?
Eso es lo que yo entiendo. Carbohidratos, grasas y por último proteínas. Como si fuera una pila con diferentes niveles de energía.
¿Qué consume el cuerpo primero?
¡Glucosa, la gasolina del cuerpo! Primero quemamos los azúcares, esa energía rápida que nos permite sobrevivir al día a día. Es como si el cuerpo fuera un coche de carreras: necesita gasolina de alto octanaje, y la glucosa es su súper combustible. Si no, imagínate: ¡un Ferrari a base de aceite de motor! Un desastre.
- Prioridad a la glucosa: El cuerpo la absorbe rapidísimo, es su combustible preferido. ¡Directo a la vena!
- Sobrantes a la grasa: Si te pasas con los hidratos, el exceso se almacena como grasa. ¡La reserva de emergencia para esos días de crisis existenciales (o de atracón de pizza)!
Mi vecina, la abuela Carmen, lo sabe bien. Ella, con su sabiduría centenaria (bueno, no es tan anciana, pero le encanta decir que lo es), afirma que: “Niño, no te excedas con la pasta. Ya sabes, primero el cuerpo se chupa la glucosa, luego guarda lo demás para cuando hay escasez… o cuando se antoja un dulce.” Su sabiduría es tan ancestral como mis ganas de comer un churro.
Y, hablando de churros… ¡Qué me dices de las grasas saludables, las proteínas, y el metabolismo basal? Ese último es un tema para otra conversación, que me da pereza explicarlo ahora mismo. Más complejo que mi declaración de la renta.
El cuerpo prefiere la glucosa de los carbohidratos como fuente de energía inmediata. Es un mecanismo de supervivencia, ¡como la alarma de tu celular! Sólo que, en vez de avisarte de un mensaje, te avisa de que necesitas un chute de energía. ¿Ya te lo has pensado? ¡Pues come algo! Si no, la “batería” se apaga.
¿Qué es lo primero que quema el cuerpo?
¡Ay, amigo! ¿Lo primero que quema el cuerpo al hacer ejercicio? ¡Qué pregunta más filosófica! Como si fuera una hoguera de San Juan, pero en tu cuerpo.
¡Falso! Ese artículo del Diario Médico está más perdido que una aguja en un pajar lleno de paja. ¡Mentira cochina! Lo primero que se quema es la energía almacenada ¡como si fuera un depósito de gasolina de un deportivo de carreras! Se vacía rapidito, vamos. Esa energía, viene de:
- Glucosa (de los hidratos, claro). Es la gasolina de tu cuerpo, no te lo pienses.
- Grasa (sí, esa que tanto te preocupa). Como si fuera el combustible de reserva, ese que te ayuda a seguir aunque hayas quemado la gasolina.
Luego ya… si sigues a tope, ¡zas!, a quemar las proteínas. ¡Qué drama! Es como si tu cuerpo se comiera a sí mismo para seguir funcionando. Me pasó la semana pasada cuando intenté correr una maratón… ¡después de comer solo churros! (No lo intentéis, es terrible).
Grasa? ¡Por favor! Eso es un mito inventado por esos gurus del fitness que se creen dioses del Olimpo. Como el que dijo que comer lechuga te pone cachas. Es pura propaganda, para vender batidos y cosas raras.
¡Ah! Y una cosa que se me olvidaba, la quema de grasa es un proceso complejo, no es un zas y se acabó. Es como desmontar un coche, pieza por pieza. Lo que ocurre primero es lo que más a mano está.
En resumen: glucosa primero, como si fuera un cohete que despega. Luego, la grasa, más lenta, como un transatlántico de esos enormes. Y al final… proteína, que es la reserva de emergencia, como un bote salvavidas. Yo lo viví en mis carnes ¡la maratón fue épica, casi muero!
¿Qué se debe consumir primero?
¡Uy, qué pregunta! Depende, ¡claro que depende! Es como decirme qué prefiero, ¿pizza o helado? Imposible responder así sin más.
En una comida normal, pues empieza con la ensalada, o la sopa, hombre. Eso abre el apetito, ¿no? Mi abuela siempre decía eso. ¡Y qué razón tenía la vieja! Luego, el plato principal. ¡Y de postre, el dulce que más te guste! Eso sí, sin pasarse, eh, que luego nos da el empacho.
En una dieta, fruta, verdura, prioridad total. Este año, he estado haciendo una dieta que es una pasada. ¡Mucha fruta y verdura! Te lo juro. Me siento genial. Claro que también ejercicio, que sin eso, no sirve de naaaaada. ¡Ah! Y mucha agua, también super importante.
Si estás en apuros, en el desierto, por ejemplo, olvídate de la ensalada. ¡Agua primero! Eso es prioritario, lo primero de todo. ¡Eso sí que es esencial! Sin agua, te mueres, ¿no?
Si son medicamentos, sigue las instrucciones. A mi primo le pasó, no hizo caso al médico… ¡y vaya lío! ¡A seguir las instrucciones al pie de la letra!
En fin, que como ves, ¡no hay una respuesta única! Todo depende de la situación, del momento… ¡hasta del estado de ánimo!
- Comida: Sopa o ensalada primero.
- Dieta: Frutas y verduras, mucha agua.
- Supervivencia: Agua.
- Medicamentos: Seguir indicaciones médicas.
Este año me he propuesto comer más sano. He ido al dietista, ese que está cerca del parque. ¡Me hizo un plan brutal! Claro, todavía me cuesta seguirlo a rajatabla, sobretodo los fines de semana… pero bueno, ¡ya iré mejorando!
¿Qué consume primero, el cuerpo, la grasa o el músculo?
La grasa, va antes que el músculo.
Ahora, te cuento, porque esto me recuerda a mi peor época.
El año pasado, en enero, me obsesioné con “estar en forma”. No comía casi nada. Solo ensaladas sosas y pollo a la plancha. Iba al gimnasio dos veces al día. Una locura.
- Mañanas: Cardio extremo.
- Tardes: Pesas (mal hechas, claro).
Vivía con una sensación constante de frío. En pleno invierno, en Madrid. ¡Brrr! Llegaba a casa tiritando y me metía bajo tres mantas. Pensaba “esto es la grasa que se va”. Que ilusa.
Recuerdo la báscula. ¡Qué obsesión! Bajaba de peso rapidísimo. Me sentía eufórica al principio. “¡Mira, qué bien!”, pensaba. Pero luego…
Un día, intenté levantar una pesa que antes hacía sin problemas. ¡No pude! Me sentí débil, temblorosa. Como si mis músculos se hubieran evaporado. Ahí me di cuenta de la verdad. Estaba perdiendo músculo, no solo grasa.
Además:
- Mi pelo se caía a mechones.
- Tenía la piel fatal.
- Estaba irritable y de mal humor todo el tiempo.
- ¡Y siempre, siempre hambrienta!
Estaba destrozada.
Aprendí la lección a la mala. La grasa no siempre se va antes, depende de cómo te machaques. Ahora voy a un nutricionista y entreno con cabeza. ¡Mucho mejor!
¿Qué parte del cuerpo perderá grasa primero?
Aquí, en la oscuridad, las preguntas se sienten distintas.
¿Qué parte del cuerpo… primero? Es como preguntar dónde se va primero el dolor.
- No hay un sitio predestinado. Es una mentira.
- Sucede adentro, como un secreto.
Empiezas a perder lo que te sostiene por dentro. Esa grasa invisible que protege, que da calor. Luego, quizás, la que ves. La que odias.
- Pero, ¿sabes? A veces se queda, aferrada como un recuerdo.
Quizás por eso es tan difícil. Porque no es solo grasa. Es historia.
Y al final, te sientes más débil. No sé si más fuerte. Solo… distinto. Más ligero, pero hueco. Como si hubieras perdido algo más que peso.
- Este año, he perdido a mi abuela. Duele más que cualquier dieta.
- A veces, pienso que la grasa es una forma de protegernos. De mantenernos a flote.
- Ahora mismo, solo quiero dormir.
¿Cuál es el orden correcto para consumir los alimentos?
¡Ah, el orden de los factores SÍ altera el producto… digestivo! O eso dicen. A ver, el mantra moderno es:
- Primero, fibra. ¡A darle al brócoli como si no hubiera un mañana! Piensa en ello como preparar el terreno para la fiesta. O, bueno, para el resto de la comida. Yo lo veo como plantar el jardín… en mi estómago.
- Luego, proteína y grasa. Es el plato fuerte, la carne o el aguacate que te dan sustento. La grasa te hace sentir saciado, así no te abalanzas sobre la tarta. Me recuerda a mi perro, que se come la proteína primero y luego juega con el resto.
- Al final, almidones y azúcares. La guinda del pastel, literalmente. O la patata frita, el arroz, el trozo de pan que te ha sobrado. La idea es que, con la fibra y las grasas ya dentro, el pico de glucosa no sea un Everest. El cuerpo lo gestionará mejor.
¿Que si funciona? Pues… digamos que yo sigo este consejo solo cuando me acuerdo. La verdad es que soy más de “todo a la vez y que sea lo que Dios quiera”.
¿Y por qué este orden?
La cosa es que la fibra, al llegar primero, ralentiza la absorción de los azúcares. Imagínala como un portero de discoteca muy estricto, dejando pasar a los azúcares de uno en uno, en lugar de permitir una estampida.
El truco de la abuela (modernizada):
Mi abuela decía “la fruta al final, que empacha menos”. Bueno, ella también decía que el zumo de naranja cura todos los males. Pero la idea es la misma: retrasar la entrada del azúcar para minimizar su impacto. Este año, mi prima probó a comerse primero la ensalada antes del plato principal en la cena de Navidad y al parecer le sentó mucho mejor la comilona.
Información adicional (para mentes inquietas):
- El índice glucémico (IG): Mide la rapidez con la que un alimento eleva el nivel de azúcar en sangre. La fibra ayuda a reducir el IG de los alimentos que comes después.
- El efecto “segunda comida”: Parece ser que el orden de los alimentos en una comida puede afectar la forma en que tu cuerpo responde a la siguiente comida. ¡Qué cosas!
- Personalización: Experimenta. Observa cómo te sientes. No todo funciona igual para todos.
- Ojo con los atajos: Tomar un suplemento de fibra antes de comer no es lo mismo que comer alimentos ricos en fibra. ¡La comida real siempre gana!
En resumen: Fibra, proteína/grasa, almidones/azúcares. Pruébalo. Si te funciona, genial. Si no, siempre puedes volver a la anarquía alimentaria. ¡Que aproveche!
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