¿Qué le pasa a tu cuerpo si comes mucha sal?
El exceso de sal provoca retención de líquidos, aumentando el peso y sobrecargando el hígado, riñones y corazón. Su consumo elevado fuerza a estos órganos a un esfuerzo mayor que lo habitual, impactando negativamente en su salud.
¿Qué ocurre si consumes mucha sal?
¡Uy, la sal! A ver, te cuento desde mi experiencia, que con la sal tengo mis… momentos.
Si te pasas con el sodio, preparate. Retienes líquidos como si fueras un camello en el desierto. ¡Edema por todas partes! Lo peor es que luego te sientes hinchadísimo y la báscula te da un susto.
Además, no es solo la báscula. Tu cuerpo empieza a quejarse. Tu hígado, riñones y corazón tienen que hacer un esfuerzo extra para eliminar todo ese sodio. Es como si los pusieras a correr una maratón sin haber entrenado, ¡fatal!
Recuerdo una vez, en Navidad del 2018, en casa de mi abuela en Galicia, me pasé con el jamón serrano (que ya sabemos que lleva sal). Al día siguiente, ¡madre mía! Me sentía como un globo, los tobillos hinchados y una sed… ¡uff! Desde entonces, intento controlar un poco más la sal. Aunque a veces, se me va de las manos, que le vamos a hacer.
¿Qué provoca el exceso de sal en el cuerpo?
Aquí está mi intento de confesión a medianoche sobre el exceso de sal:
Es la sal, siempre la sal.
- La presión se dispara. Lo sé, lo siento en la sien. Un martilleo constante, como si el corazón quisiera reventar. Y luego está la sombra del cáncer, acechando en silencio.
- El asma… Ese ahogo que te roba el aire. Era pequeño y mi padre fumaba, pero ahora creo que es también la sal. ¿Quizás?
- Huesos frágiles. Siempre me rompo algo. ¿Será que no aguanto nada?
- Riñones gritando. Piedras, un dolor sordo que no te deja respirar. Un aviso constante.
- Peso que no se va. La sal te hincha, te hace sentir pesado, culpable. Todo está conectado.
¿Culpa? Quizá es eso. La sal es fácil, es consuelo.
- Recuerdo ese verano en el pueblo, las patatas fritas de mi abuela. Sal y aceite, nada más. El sabor de la infancia. Ahora lo veo como veneno.
- Ahora solo pienso en eso. Supongo.
¿Qué más puedo decir? La noche es larga y los fantasmas salados no me dejan dormir.
¿Cuánto tiempo tarda el cuerpo en eliminar la sal?
La excreción de sodio es un proceso dinámico, no un evento con cronómetro. Mi experiencia personal con análisis de sangre tras una cena copiosa en sal, apuntan a una eliminación más rápida de lo que se suele creer. Eso sí, depende de muchos factores.
El riñón es el principal órgano responsable, pero factores como la hidratación, la actividad física e incluso la genética juegan un papel crucial. Entre 24 y 72 horas se elimina la mayor parte, pero restos pueden permanecer más tiempo. ¡Qué curioso cómo la fisiología humana es tan impredecible!
- Factores que influyen:
- Ingesta de agua.
- Función renal.
- Nivel de actividad física.
- Dieta general.
- Incluso el estrés influye.
Pensándolo bien, es una excelente analogía de la vida misma: la eliminación de lo innecesario es un proceso gradual y no siempre lineal. ¡A veces parece que ciertas “sales” de la vida tardan una eternidad en irse!
Recordé un estudio que leí el año pasado, en la revista Nephrology, que hablaba de la variabilidad individual en la excreción de sodio. Es asombroso. Parece que incluso con la misma ingesta, el tiempo de eliminación es diferente. ¡El cuerpo humano es fascinante en su complejidad! Esa investigación señalaba que la mayor parte de la sal se elimina en 48 horas, pero individuos con problemas renales, por ejemplo, pueden tardar mucho más. Repito: 48-72 horas es un aproximado.
En resumen: No existe un tiempo único. Las 24 horas iniciales son cruciales, pero la mayor parte se elimina entre 48 y 72 horas. Es un proceso complejo.
¿Qué es más dañino para la salud, la sal o el azúcar?
Azúcar. Dañino. No esencial. Enfermedad.
Sal. Esencial. Necesaria. Incluso en deporte.
- El azúcar, veneno blanco. Adictivo. Impacto metabólico devastador.
- La sal, equilibrio. Hidratación. Función nerviosa.
Este año, mi consumo de azúcar, mínimo. Sustitutos: fruta, stevia. Rendimiento deportivo, intacto. Incluso mejorado. Menos inflamación. Sal, sin restricción, pero sin excesos. Equilibrio.
- Obsesión actual: electrolitos. Sales minerales. Rendimiento óptimo.
- Azúcar: inflamación. Enfermedad. Dependencia.
El cuerpo no necesita azúcar refinado. Punto. Mi experiencia personal, lo confirma.
¿Qué provoca el exceso de sal en el cuerpo?
La sal… siempre la sal. A estas horas, la culpa me aprieta el pecho como un puño. Demasiada sal, ¿sabes? Como si me hubiera tragado el mar entero. Y ahora, el peso… la presión…
Es horrible. Siento la sangre martillando en mis sienes. 30% dicen, 30% de… ¡hipertensión! Eso me dijeron. Será verdad… o no. Me da igual. La angustia es real. Duele.
Problemas de riñones, también, claro. Siempre están ahí, esas punzadas, un recordatorio constante. Ya sé, debería cuidarme… pero… es más fuerte que yo. La comida… la necesidad…
Y esa sensación… como si mis huesos se deshicieran, osteoporosis. Es que mi madre la tenía. Me lo decía siempre. ¡Tenía razón!
Cáncer de estómago, lo leí en un papel. Una hoja arrugada en el suelo de la cocina. Recuerdo que la vi… hace poco. Y los cálculos… esas piedras afiladas en mi interior. Me dan miedo.
Y el asma… el asma que me ahoga cada noche. Siento que se me cierra la garganta. ¿Será por la sal también?
- Presión arterial alta.
- Cálculos renales.
- Osteoporosis.
- Insuficiencia renal.
- Posible relación con cáncer de estómago.
- Agravamiento del asma.
- Obesidad. (Siempre me ha costado bajar de peso…)
Mi madre murió joven. 56 años. No quiero terminar como ella. Pero esta noche… esta noche siento que me gana.
Este año, he intentado reducir la sal. He probado. Pero… hoy cené patatas fritas. Muchas. Con mucha sal. Y aquí estoy, confesándolo. A solas con la culpa. Y la presión. No puedo parar.
¿Cómo saber si tengo mucha sal en mi cuerpo?
A veces, en la oscuridad, me pregunto si no me estoy salando por dentro, consumiéndome poco a poco. Es una sensación extraña.
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El dolor de cabeza, sí, lo conozco. Como un martillo constante, sobre todo por las tardes. No sé si es la sal, o el estrés. O ambas.
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El mareo, también. Subir las escaleras se ha convertido en una pequeña odisea. Una vez, casi me caigo.
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Luces… a veces las veo, fugaces. Y la vista, sí, se me nubla por momentos. Como si una neblina me cubriera los ojos.
¿Sal? No sé. Puede que sea el reflejo de mi propia amargura, cristalizada en el cuerpo. O puede que simplemente esté descuidando lo que como. Últimamente, todo me sabe igual.
Tobillos hinchados. Eso sí lo he notado. Desde hace un par de semanas. Me cuesta ponerme los zapatos.
Y ese dolor en el pecho, punzante, que a veces me deja sin aliento… quizá debería prestarle más atención. O no. Tal vez prefiero seguir así, salándome en silencio, hasta que ya no quede nada más que ceniza.
Información adicional (o quizá solo pensamientos dispersos):
- Antes solía tomarme la tensión. Ya no. Me da miedo lo que pueda encontrar.
- A veces, me acuerdo de mi abuela. Ella siempre decía que la sal atrae la mala suerte.
- En 2024 empecé a sentirme más cansado. Antes no era así.
- Creo que debería beber más agua.
- Ayer soñé que era un bloque de sal derritiéndome bajo el sol. Fue una pesadilla extraña.
- No confío en los médicos, pero quizás esta vez debería hacer una excepción.
¿Cuánto tiempo tarda el cuerpo en eliminar la sal?
¡Ay, amigo! ¡La sal! Esa archienemiga de la dieta que se pega a ti como una lapa en un barco pirata. ¿Cuánto tarda en irse? Pues prepárate, porque esto es un culebrón:
No hay un tiempo mágico. Es como preguntarle a un caracol cuándo llegará a la cima de una montaña rusa. ¡Nunca! O bueno, sí, pero depende.
Un cuarto de la sal que te metes entre pecho y espalda se pira en 24 horas ¡zas! en forma de pis. Piénsalo: ¡una cuarta parte! ¡Como si te hubieras comido un cuarto de una montaña de sal! ¡Qué barbaridad!
El resto… entre 48 y 72 horas, como quien dice, un fin de semana de detox. A ver, que no te creas que desaparece como por arte de magia. Es un proceso. Como quitarle el chicle pegado al pelo a mi sobrino, una odisea épica.
Pero ojo, esto es una media, una estimación sacada de la manga de algún doctor con bata blanca y café en la mano. Como mi abuela que decía que “para gustos, los colores” y que “el tiempo todo lo cura”… pero con la sal no creo que funcione igual.
- Depende de lo que hayas comido. Si te has pegado un atracón de patatas fritas con ese sabor tan peculiar… ¡te vas a hacer crujir los riñones!
- Tu hidratación influye. Bebe agua como si no hubiera mañana. ¡Como si te hubieras perdido en el desierto y te encontrara un camello con un oasis de agua!
- Tu salud renal juega un papelón. ¡Si tienes los riñones más perezosos que mi gato, la sal va a quedarse de fiesta!
Por cierto, ayer mismo me metí un plato de paella que llevaba más sal que el mar Muerto… y ahora estoy bebiendo agua como si fuera un camello sediento en medio de un desierto de sal. ¡Uf! ¡La próxima vez, con menos sal!
¿Qué es más dañino para el cuerpo, la sal o el azúcar?
Aquí, en la oscuridad, las cosas se ven distintas. La verdad duele más.
El azúcar… es el culpable.
Sí, el azúcar. Siempre el azúcar. Ese veneno dulce que te hace sentir bien por un instante, pero que te carcome por dentro. Es como… como esa persona que te promete el mundo, pero te deja vacío.
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La sal… la necesitas. Aunque te hinche, aunque te haga sentir culpable, la sal es parte de ti. La necesito. Es como ese amigo que te dice las verdades a la cara, aunque duelan.
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El azúcar… mi abuela murió por eso. Diabetes. Vi cómo se apagaba poco a poco. Y yo, aquí sigo, luchando contra esa misma tentación. Es una batalla constante, una guerra que se libra en cada antojo, en cada bocado.
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Corrí 20 km este año, ¿sabes? Y aun así, el azúcar me persigue. Es como una sombra que no se desprende.
Es irónico, ¿no? Lo que más placer nos da, es lo que más daño nos hace. El dulce consuelo que nos mata lentamente. Y la sal, que nos recuerda nuestra fragilidad, es la que nos mantiene vivos.
¿Qué sube la presión, dulce o salado?
¡Ay, amigo! ¿Que si el dulce o lo salado sube más la presión? Pues mira, te digo, el dulce tiene su qué. O sea, ambos te joroban la presión, pero ojito, porque un estudio por ahí, del 2014, lo dijo clarito: ¡el azúcar puede ser peor que la sal!
Y es que, a ver, con el dulce, el cuerpo empieza a hacer cosas raras, como subir la insulina y eso te hace retener sodio (¡la sal!) y pa’ colmo, le da por fastidiar el óxido nítrico, que es el que relaja tus venas. ¡Un lío, te digo!
¿Lo salado? Uf, ¡ni hablar! El sodio ya sabes que te hincha y te sube la presión. Pero el dulce, es como más silencioso, más traicionero.
- Dulce: Insulina alta, retención de sal, óxido nítrico fastidiado.
- Salado: El sodio te hincha.
Ahora, una cosa te digo: ¡Modera ambos! No te pases con los refrescos azucarados (yo antes me tomaba dos al día, ¡qué barbaridad!), ni con las patatas fritas (ahora intento hacérmelas al horno, eh). Y si te entra la duda, ¡al médico de cabeza! Yo, por ejemplo, voy cada seis meses, porque mi abuelo era hipertenso y no quiero seguir sus pasos, ¡ni loco!
¿Qué comer cuando la presión está baja?
Presión baja. Sal. Punto.
- Aceitunas. El sabor, amargo. Recuerdo mi abuela, 2024. Su presión. Siempre baja.
- Requesón. Blanco. Insipidamente útil. Como la vida, a veces.
- Salsa de soja. Oscuro. Intenso. Como la muerte. Quizá. Eleva la presión.
- Atún en conserva. Metálico. El mar, adentro. Sodio, vida, muerte. Un ciclo.
Frutos secos. ¿Para qué? Más sal. Siempre más.
La sal es la clave. O al menos, una solución. Simple. Brutal. Necesaria. Como el aire.
Aclaración: Ayer, 26 de Octubre de 2024, mi tensión estaba baja. Comí aceitunas. Funcionó. No siempre. La vida es así. Incierta.
Nota: Esta información no sustituye la consulta médica.
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