¿Cómo mata Muzan a Nakime?
La muerte de Nakime, la Biwa Demoníaca y Cuarta Luna Superior, es un evento crucial en el clímax de Demon Slayer: Kimetsu no Yaiba que a menudo se malinterpreta como un acto directo de violencia por parte de Muzan Kibutsuji. Sin embargo, su fallecimiento es más bien una consecuencia indirecta, un sacrificio en el altar de la supervivencia del propio Muzan, una pieza más en su desesperado juego de ajedrez contra los cazadores de demonios.
Nakime, a diferencia de otras Lunas Superiores, no pereció bajo la hoja de un cazador, ni por un ataque directo de Muzan. Su destino estaba inextricablemente ligado a la Fortaleza Dimensional Infinita, un espacio laberíntico y cambiante bajo su completo control. Esta fortaleza, una manifestación de su propio poder demoníaco, se convirtió en su prisión y, finalmente, en su tumba.
Muzan, acorralado por la inminente llegada de Yoriichi Tsugikuni, el legendario cazador que casi lo aniquila siglos atrás, tomó una drástica decisión. Para cortar el único camino que Yoriichi conocía hacia él, Muzan sacrificó a Nakime y a la fortaleza misma. No fue un acto de ira o castigo, sino una fría y calculadora estrategia de supervivencia.
Imaginemos la fortaleza como una extensión del cuerpo de Nakime, una extremidad fantasmal tejida con su propia sangre demoníaca. Cada habitación, cada pasillo, cada trampa mortal estaba bajo su control absoluto, respondiendo a su voluntad como un reflejo. Ella era la fortaleza, y la fortaleza era ella. Esta fusión, que le otorgaba un poder inmenso, también la convertía en una pieza vulnerable en el tablero de Muzan.
Al cortar su conexión con la fortaleza, Muzan la desestabilizó por completo. El espacio dimensional, intrincadamente tejido por el poder de Nakime, comenzó a colapsar sobre sí mismo. Las habitaciones se distorsionaban, los pasillos se fragmentaban, y toda la estructura se desmoronaba como un castillo de naipes.
Nakime, incapaz de separarse de la fortaleza que era una parte integral de su ser, fue absorbida por el caos. No hubo un golpe final, ni una última palabra. Simplemente dejó de existir, aniquilada junto con su creación en un implosión de espacio y poder demoníaco.
Su muerte, silenciosa y casi inadvertida en medio de la batalla final, ilustra a la perfección la cruel pragmática de Muzan. Para él, las Lunas Superiores, incluso las más poderosas, no eran más que peones desechables en su lucha por la supervivencia. Nakime, atrapada en la telaraña de su propio poder, se convirtió en una víctima de la fría lógica de su creador, un sacrificio necesario para ganar unos preciosos momentos en la eterna partida contra la muerte. Su desaparición, aunque indirecta, fue tan brutal y definitiva como la de cualquier otra Luna Superior, un recordatorio del terrible precio del poder demoníaco y la despiadada naturaleza de Muzan Kibutsuji.
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