¿Por qué Muzan mató a Nakime?

47 ver
Muzan mató a Nakime como castigo por desobedecer sus órdenes. Nakime había sido asignada a proteger el Castillo Infinito, pero no pudo evitar que Tanjiro Kamado y sus compañeros entraran.
Comentarios 0 gustos

La brutal ejecución de Nakime a manos de Muzan Kibutsuji, el progenitor de los demonios en Demon Slayer: Kimetsu no Yaiba, es un acto que revela la tiranía paranoica y la fragilidad interna del villano. Si bien la explicación superficial apunta a su fracaso en proteger el Castillo Infinito de la intrusión de Tanjiro Kamado y sus compañeros, un análisis más profundo sugiere que la muerte de Nakime representa algo más que un simple castigo por incompetencia. Es una manifestación del terror de Muzan a la derrota y su incapacidad para confiar incluso en sus subordinados más leales.

Nakime, la Biwa Demon, controlaba el Castillo Infinito a través de las cuerdas de su instrumento. Su habilidad era crucial para Muzan, proporcionándole una fortaleza móvil e impenetrable. Su fallo en detener a los Cazadores de Demonios no fue un acto de traición, sino una consecuencia inevitable de la creciente fuerza de sus oponentes y la determinación inquebrantable de Tanjiro. Sin embargo, Muzan, cegado por su propia grandiosidad y consumido por el miedo a la muerte, interpretó este fracaso como una desobediencia deliberada.

La paranoia de Muzan se había agudizado a lo largo de siglos de persecución. Cada Cazador de Demonios representaba una amenaza existencial, y la intrusión en su santuario personal, el Castillo Infinito, fue la gota que derramó el vaso. En Nakime, vio no solo a una subordinada fallida, sino a un símbolo de su propia vulnerabilidad. Matarla no fue un acto estratégico, sino un espasmo de rabia y miedo.

Es importante destacar la naturaleza impersonal de la relación de Muzan con sus Lunas Demoníacas. Si bien les otorgaba poder, los veía como herramientas desechables. No existía un vínculo genuino de lealtad o respeto, solo un miedo paralizante que los mantenía a raya. La muerte de Nakime refuerza esta dinámica. No hubo juicio, ni oportunidad de defensa, solo una ejecución sumaria que sirvió como advertencia para el resto de las Lunas.

El acto también revela la profunda inseguridad de Muzan. A pesar de su inmenso poder, vivía aterrorizado por la profecía del Guerrero del Sol, el único capaz de derrotarlo. La intrusión en el Castillo Infinito alimentó este terror, haciéndole creer que su fin estaba cerca. En su desesperación, se aferró a la ilusión del control absoluto, eliminando cualquier indicio de disidencia, real o percibida.

La muerte de Nakime, por lo tanto, no se reduce a un simple castigo. Es una ventana a la psique torturada de Muzan, un reflejo de su paranoia, su inseguridad y su brutalidad inherente. Es un acto que, en última instancia, contribuye a su propia caída, al desmoralizar a sus subordinados y exponer la fragilidad que se esconde detrás de su fachada de poder absoluto. La ejecución de Nakime no fue un acto de fuerza, sino una confesión de debilidad, un grito desesperado de un tirano acorralado por sus propios demonios. Su crueldad, en este caso, no fue una demostración de poder, sino una manifestación del terror que lo consumía.