¿Cómo conservar un diente que se ha caído?

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¡Ay, qué susto cuando se cae un diente! Si está sucio, un enjuague rapidísimo con suero fisiológico, ¡solo diez segundos!, y mucho cuidado. Si es un adulto, intentar colocarlo en su sitio, sujetándolo con una gasa, me da un poco de cosa manipularlo, la verdad. Pero es crucial llegar al dentista lo antes posible. Entre más rápido, más posibilidades de salvarlo. ¡Qué angustia, espero que todo salga bien!

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Ay, Dios mío, ¿quién no ha vivido ese momento de pánico? Ver cómo se cae un diente… ¡es un drama! Recuerdo cuando a mi hermano pequeño, tenía como seis años, se le cayó un incisivo jugando al fútbol. ¡Una tragedia griega en miniatura! Estaba tan chiquito, y el diente, blanco y perfecto, allí en el suelo… ¿Qué hacer? Una locura total.

Lo primero, tranquilidad (aunque es más fácil decirlo que hacerlo, ¿verdad?). Si el diente está sucio, un enjuague rapidísimo con suero fisiológico. Diez segundos, ¡no más! No lo frotes, ni lo limpies demasiado, que no sea que le quites más cosas de las que deberías, ¡ay! Me acuerdo que yo intenté limpiarlo con agua del grifo, ¡un error terrible! Ahora sé que es mejor el suero.

Si es un diente de leche, pues… a la basura. Eso sí que es un alivio comparado con… ¡un diente de adulto! ¡Uy, qué miedo! Si se trata de un diente permanente, y tienes la valentía (¡que yo la verdad es que no la tengo mucha!), intenta colocarlo de vuelta en su sitio. Con mucho cuidado, con una gasa, claro. Pero es que… ¡me da un poco de cosa manipularlo, qué asco! La verdad es que prefiero dejarlo en manos de un profesional, no soy dentista, ¿no?

Lo crucial es llegar al dentista rapidísimo. He leído por ahí que entre más rápido, ¡más del 90% de posibilidades hay de salvarlo!, ¡o sea, casi siempre se puede salvar! Eso sí que me da esperanza, porque el susto es brutal. Piensa, si el diente permanece fuera de la boca más de una hora, las posibilidades bajan bastante. Entonces ya te entran los nervios, ¿verdad? ¡La angustia es terrible! Esperas con los dedos cruzados, y rezando para que todo salga bien. En el caso de mi hermano, lo salvamos, ¡menos mal! Ahora tiene una sonrisa perfecta, aunque a veces le cuento la historia de su diente “viajero” para darle un poco de emoción a su vida. ¡Jajaja!