¿Cómo saber si es callo o ampolla?

Vale, a ver, vamos a meterle mano a esto de los callos y ampollas para que suene un poco más… real. Como si te lo estuviera contando yo misma. Aquí va:

¿Callo o Ampolla? ¡Ay, qué lío a veces!

Uf, ¿a quién no le ha pasado? Sales a caminar, estrenas zapatos (¡mala idea!), y de repente sientes algo raro en el pie. ¿Será un callo? ¿Será una ampolla? ¡La eterna duda! A mí me ha pasado miles de veces, sobre todo cuando voy a caminatas largas con mis amigas. Recuerdo una vez, en el Camino de Santiago, ¡madre mía! Pensé que no llegaba a la siguiente etapa de la cantidad de ampollas que me salieron…

En fin, para no enrollarme, intentemos aclararlo un poquito, ¿te parece?

Callos vs. Ampollas: ¡Desmitifiquemos!

Mira, a grosso modo, la diferencia principal es esta:

• Ampollas: Imagínate como una pequeña “bolsita” que se forma en la piel, ¿sabes? Como si la piel se hubiera despegado y se hubiera llenado de líquido por dentro. Suelen ser blanditas y… ¡ay! … muy sensibles al tacto. ¿Te ha pasado alguna vez que te rozan con el calcetín y quieres gritar? ¡A mí sí! Vamos, que tienen un aspecto húmedo, como si estuvieran “llorando”.

• Callos: Estos son más “duros de pelar”. Son zonas de piel que se han engrosado, se han puesto más duras y ásperas. Piensa en la piel de las manos de un carpintero, por ejemplo. No siempre sobresalen mucho, a veces están ahí, integrados en la piel, pero al tocarlos notas la diferencia. Y no tienen líquido, ¡nada de nada! Son secos, secos. ¿Sabes? A veces, yo creo que los callos son como “la piel que te protege” del roce, aunque a la larga, si no los cuidas, también te pueden dar guerra.

Espero que esto te ayude a distinguirlos. Y recuerda, ante la duda, ¡mejor consultar al podólogo! Que ellos saben de esto mucho más que yo, que solo soy una simple caminante con experiencia en “desastres podales”. 😉