¿Cómo se vuelven adictos al alcohol?
Uf, caer en la adicción al alcohol es un proceso horrible, que no se da de golpe. Empiezas buscando una salida fácil a tus problemas: la ansiedad, una mala racha, la soledad… El alcohol se convierte en un parche, pero luego te engancha. La presión social, la fiesta constante, también empujan. Y cuando ya estás metido, es difícil salir. Es como una espiral que te va absorbiendo hasta dejarte vacío. Es una lucha terrible, contra ti mismo y contra un enemigo muy potente.
¿Cómo se vuelve uno adicto al alcohol? Ay, Dios mío, ¿cómo explicarlo? Es que no es algo que pase de la noche a la mañana, ¿sabes? No es como “ay, hoy me voy a volver alcohólico”. No, es un proceso… sucio, lento, que te va envolviendo sin que te des cuenta.
Recuerdo a mi primo… empezó con unas cervezas los fines de semana, para “desestresarse” después del trabajo, decía. Al principio, parecía inofensivo, ¿no? Unas cervezas, ¿qué daño podían hacer? Pero luego fueron dos fines de semana, luego todos los días… Y ya no eran cervezas, ¿eh? Llegó un punto en que ya no era solo para relajarse, era para… existir. Para no sentir el vacío que le carcomía por dentro.
Así es como empieza, creo. Buscando una salida fácil, un parche para esa herida abierta que llevamos dentro. La soledad, la presión del trabajo, una ruptura… ¡Cuántas cosas! El alcohol se convierte en tu mejor amigo, en tu confidente… hasta que se vuelve tu peor enemigo. Y entonces… ¡pum! Ya estás atrapado. Es una espiral, sí, como dicen, que te chupa la energía, la alegría, todo. Te deja vacío, un cascarón de lo que eras.
He leído por ahí, que algo así como el 15% de la población, o quizás más, tiene problemas con el alcohol en algún momento de su vida. ¡No es una cifra para tomársela a la ligera! Y no es solo una estadística fría, son personas… personas como mi primo, que luchó mucho, muchísimo, para salir de ese pozo. Y aunque lo consiguió, las cicatrices ahí están.
Es una lucha terrible, te lo digo de corazón. Una lucha contra ti mismo, contra tus demonios internos, y contra un enemigo muy potente, muy silencioso, que te va minando poco a poco, sin que te des cuenta. Y lo peor es que a veces, ni siquiera te das cuenta de lo profundo que has caído hasta que ya es demasiado tarde… Ojalá nadie tenga que pasar por eso.
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