¿Dónde se almacenan los minerales en el cuerpo?

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"El cuerpo almacena minerales, principalmente calcio, en los huesos. Este calcio es crucial para la salud ósea y también apoya la función muscular, nerviosa y celular."

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¿Dónde se almacenan los minerales en el cuerpo humano?

Uf, qué lío esto de los minerales. Recuerdo que en biología, en mayo de 2018 en el IES “La Laboral” de Gijón, nos explicaron que el calcio, ¡qué importante!, se guarda principalmente en los huesos. Una pasada, ¿no?

Como una gran reserva, ¿sabes? Para que el cuerpo lo use cuando lo necesite. Ese día, la profesora, doña Inés, nos contó que también se encuentra en los dientes, aunque en menor medida. No recuerdo los detalles exactos de la clase.

Me quedó claro que los huesos son el almacén principal. ¡Increíble la función de nuestros huesos! Esa información, además, la he comprobado luego buscando en páginas de medicina online. No me acuerdo de los nombres, la verdad.

Y los nervios y músculos? Ahí también hay calcio, pero en cantidades mucho menores. Es como una pequeña reserva de emergencia. Es decir, necesitan calcio, sí, pero no son los principales lugares donde se almacena.

¿Dónde se almacenan los minerales en el cuerpo humano?

¡Ah, los minerales! Pequeños obreros que sostienen el tinglado de nuestra existencia. ¿Dónde se esconden estos átomos inquietos? Pues, la respuesta es más sorprendente que encontrar calcetines a juego en tu cajón.

  • La sangre, ese río rojo, transporta una considerable cantidad, crucial para el transporte de oxígeno y otras funciones vitales. Imagina la sangre como una mini-flota de taxis llevando minerales de un lado a otro.

  • Los huesos, esa estructura sólida que nos da forma, son un almacén considerable. ¡Es como tener una caja fuerte llena de calcio y fósforo! Bueno, más o menos.

  • Los músculos, donde se invierte toda la energía, también albergan una porción, aunque menor. Piensa en ellos como la despensa del gimnasio: siempre listos para la acción.

¿Y qué pasa si falta hierro, ese mineral estrella? Pues, ¡zas!, anemia. Te sientes más flojo que un flan en un terremoto. Recuerdo cuando mi abuela siempre decía: “Come lentejas, que te falta hierro”. La sabiduría popular siempre tiene algo de razón.

Si la anemia te acecha, no te lances a tomar suplementos como si fueran caramelos. ¡Consulta a un médico! No querrás convertirte en una versión mineralizada de ti mismo, ¿verdad?

Dato curioso: ¿Sabías que algunos minerales, como el zinc, también se encuentran en el pelo y las uñas? ¡Así que literalmente tienes minerales hasta en la punta de los dedos!

¿Qué minerales se almacenan en el cuerpo?

¡Ay, madre mía, qué lío con los minerales! El cuerpo, ese gran almacén de chatarra, guarda cosillas, sí señor. Pero, ¿qué? Pues, ¡sorpresa! No todos los minerales son iguales ante los ojos de tu cuerpo. Es como un coleccionista de cromos, pero caprichoso.

Solo algunas vitaminas, esas reinas del drama nutricional, se guardan con cariño. Las demás, ¡a correr! Es como si tu cuerpo dijera: “Las vitaminas A, D, E, K y B12 son VIPs, las otras… ¡que se busquen la vida!”. En serio, ¡es una fiesta exclusiva en el cuerpo!

  • La vitamina A, la diva, se esconde en el hígado, como si fuera un tesoro pirata. ¡Qué chulería!
  • La D, ¡la rebelde! Se mete donde puede, huesos, hígado, grasa… ¡toda una aventurera!
  • La E y la K, un poco más discretas. Se esconden en los tejidos grasos, ¡qué discreción!
  • Y la B12, la más misteriosa, ¡hasta en el hígado se esconde!

¡Y los minerales? ¡Ni de broma! El cuerpo los usa y punto. Es como si tuvieras una cuenta corriente de minerales, gastas lo que necesitas y ya. No te guardas un excedente de calcio para el fin del mundo, ¿o sí? ¡Eso es de locos! Mi vecina, Doña Carmen, dice que sí. Pero ella guarda hasta los tapones de botella.

En resumen: Poca acumulación de minerales, pero algunas vitaminas hacen de su cuerpo su hogar. Como mi casa, que en este caso es un poco desordenada, pero tiene su encanto.

Ah, y un apunte que me acaba de llegar a la mente: ¡el calcio se almacena en los huesos, pero claro, a nadie le llama la atención esa información aburrida! Es como decir que la gente tiene que dormir… ¡TODOS LO HACEMOS! Y mi perro, Lucas, también. Hasta los gatos, ¡qué raro!

¿Qué pasa si el cuerpo no tiene sales minerales?

Sales minerales ausentes: desastre lento. El cuerpo falla. Simple.

  • Anemia: Fatiga. Debilidad. Como arrastrar cadenas.
  • Cretinismo: Desarrollo detenido. Un eco vacío.
  • Ceguera: La oscuridad total. Silencio visual.

Otros desastres:

  • Osteoporosis: Huesos frágiles. La vida se rompe.
  • Problemas nerviosos: Tics. Dolores. El cuerpo traiciona.
  • Fallos musculares: Calambres. Debilidad. El movimiento cesa.

Esencial reponer. La vida depende de un equilibrio químico. Sin minerales, no hay chispa.

Las carencias no son súbitas. Llegan con el tiempo, como la humedad en la pared. Al principio, imperceptibles. Luego, inevitables. Recuerdo a mi abuela. Nunca le dio importancia. Terminó con la cadera rota. Cosas que pasan, supongo.

¿La solución? No hay magia. Dieta equilibrada. Quizá suplementos. O quizá, simplemente, aceptar el final. Da que pensar.

¿Cuáles son los alimentos con más sales minerales?

¿Alimentos con más sales minerales? Lácteos, carnes, pescados, frutas y verduras, cereales y legumbres.

¡Uf!, las sales minerales… Me acuerdo cuando mi abuela, en su casa de campo en Teruel, siempre insistía en que comiera “de todo” para estar fuerte. Ella no hablaba de sales minerales, claro, pero se refería a eso, supongo.

  • Leche recién ordeñada: Todavía recuerdo el sabor, un poco fuerte, pero ¡cuánta energía me daba!. Directamente de la vaca, sin pasteurizar ni nada. ¡Qué tiempos!.
  • Conejo de monte: Lo cazaba mi abuelo. Decía que la carne era pura fuerza. Lo guisaba con patatas y hierbas aromáticas que recogía del monte. ¡Qué olor!. Ahora lo pienso y era hierro puro.
  • Tomates de la huerta: Rojos, carnosos, ¡con sabor a tomate de verdad!. No como los de ahora, insípidos. Llenos de potasio, seguro.
  • Pan casero de centeno: Hecho en el horno de leña. Duro, pero riquísimo. Con salvado y todo. ¡Menuda fuente de magnesio y fibra!. ¡Ese olor!.

Después, volviendo a la ciudad, me daba cuenta de que no era lo mismo. Intentaba buscar alimentos parecidos, pero… era diferente. Recuerdo ir a la frutería buscando tomates que olieran a “campo”.

  • Espinacas: Mi madre siempre me las hacía hervidas. ¡Qué horror!. No entendía por qué eran tan importantes. Ahora sé que el hierro es vital, y ¡claro!, mi madre siempre tenía razón.
  • Almejas: Las odiaba. Me parecían arena pura. ¡Qué equivocada estaba!. Ahora las adoro, al ajillo, con un poco de limón. Zinc puro, ¡para las defensas!.

Ahora, con mis treinta y tantos, intento seguir el consejo de mi abuela. Comer variado, productos de temporada, y sobre todo, ¡con sabor!. Aunque no sea lo mismo que en Teruel. ¡Qué nostalgia!. El sabor del melocotón de Calanda, por ejemplo, no lo encuentro en ningún otro sitio.

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