¿Qué órganos ataca el hongo cándida?
La amenaza silenciosa: ¿A qué órganos ataca la cándida cuando se vuelve invasiva?
La cándida es un hongo común que reside habitualmente en nuestro cuerpo, principalmente en la piel, la boca, el tracto gastrointestinal y la vagina, sin causar problemas. Sin embargo, bajo ciertas circunstancias, como un sistema inmunitario debilitado, tratamientos prolongados con antibióticos o la presencia de catéteres, este hongo oportunista puede proliferar descontroladamente, traspasar las barreras protectoras de las mucosas e ingresar al torrente sanguíneo, desencadenando una condición grave conocida como candidiasis invasiva o candidemia.
Una vez en el torrente sanguíneo, la cándida actúa como una semilla que se dispersa por el organismo, pudiendo colonizar y afectar a diversos órganos vitales. Esta diseminación hematógena representa un serio peligro para la salud, especialmente para pacientes inmunodeprimidos, recién nacidos prematuros, personas sometidas a cirugías mayores o aquellos con enfermedades crónicas debilitantes.
Entre los órganos más frecuentemente atacados por la cándida en una candidiasis invasiva, destacan:
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Riñones: La cándida puede alcanzar los riñones a través del flujo sanguíneo, provocando candidiasis renal, que puede manifestarse como abscesos renales o pielonefritis.
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Hígado: Este órgano vital también es susceptible a la invasión por cándida, originando abscesos hepáticos que pueden comprometer severamente su función.
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Cerebro: La afectación del cerebro, conocida como candidiasis cerebral o meningoencefalitis candidiásica, es una de las complicaciones más graves y potencialmente mortales de la candidiasis invasiva. Puede causar confusión, convulsiones, alteraciones del comportamiento e incluso coma.
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Ojos: La cándida puede invadir los tejidos oculares, provocando endoftalmitis candidiásica, una inflamación grave del interior del ojo que puede resultar en la pérdida de la visión.
Si bien la candidiasis invasiva es poco común en individuos con un sistema inmunitario saludable, es crucial estar alerta a posibles síntomas como fiebre persistente, escalofríos, dolor abdominal, cambios en el estado mental o problemas de visión, especialmente en personas con factores de riesgo. Un diagnóstico temprano y un tratamiento antifúngico adecuado son fundamentales para controlar la infección y evitar complicaciones potencialmente devastadoras. La prevención, a través del fortalecimiento del sistema inmunitario y el uso responsable de antibióticos, juega un papel clave en la protección contra esta amenaza silenciosa.
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