¿Qué provoca el síndrome de Cushing?

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"El síndrome de Cushing se origina por la exposición prolongada a altos niveles de cortisol. Las causas principales incluyen el uso de glucocorticoides (prednisona) y la sobreproducción de cortisol por tumores en las glándulas suprarrenales o la pituitaria. En casos raros, tumores en otros órganos también pueden ser responsables."

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¿Qué causa el síndrome de Cushing y cuáles son sus motivos?

Uf, el síndrome de Cushing… Recuerdo a una amiga, Ana, diagnosticada en 2018 en el Hospital Clínico de Valencia. Le detectaron un tumor en la hipófisis. Fue un shock para todos.

El asunto es complejo. La causa principal es el exceso de cortisol, una hormona que, en cantidades elevadas, desbarata el organismo. Puede ser por medicinas, como la prednisona (a ella, le recetaron algo similar hace años, para una alergia).

O, como en el caso de Ana, por un problema interno: un tumor que produce demasiado cortisol. Puede estar en las suprarrenales o, como le pasó a ella, en la hipófisis.

Es raro que otros tumores lo provoquen, produciendo sustancias que estimulan la producción de cortisol. El tratamiento de Ana fue largo, con cirugía, radioterapia… Caro también, por cierto.

¿Motivos? Pues no hay un motivo único, es una cosa multifactorial, bastante misteriosa en muchos casos.

Causas del Síndrome de Cushing:

  • Exceso de glucocorticoides (medicamentos).
  • Tumores suprarrenales o hipofisarios.
  • Tumores en otros órganos (raro).

¿Qué órganos afecta el síndrome de Cushing?

¡Ay, el síndrome de Cushing, qué cosa más rara! Te deja como un globo, con una cara como la luna llena, ¡qué espectáculo! Se te hincha todo el cuerpo, sobre todo la panza, el cuello y la cara, pareces un muñeco de michelin.

Tus músculos se achican como si hubieras hecho dieta a base de aire. Te sube la tensión como si fueras a despegar un cohete, y la diabetes te acecha como un vampiro hambriento. Tus huesos se vuelven tan frágiles como el cristal, ¡uff, peligro! Y si te caes, ¡ay, qué hematomas! Te salen moretones como si te hubiera atacado un oso panda.

Te da unos cólicos renales que te hacen bailar el tango de la agonía, ¡qué dolor!

  • Cara de luna llena ( ¡pareces un extraterrestre!)
  • Barriga cervecera (¡como si hubieras ganado una competencia de beber cerveza!)
  • Músculos débiles (¡tan débiles como un gatito recién nacido!)
  • Presión alta ( ¡que se te sube al cielo!)
  • Diabetes ( ¡ay, el azúcar!)
  • Huesos quebradizos (¡como galletas de soda!)
  • Moretones fáciles ( ¡pareces un mapa de carreteras de hematomas!)
  • Cólicos renales ( ¡dolor que te dobla por la mitad!)

Ah, y casi olvido, ¡a mi tía abuela le diagnosticaron esto el año pasado! ¡Una odisea! Ahora está mejor, con tratamiento, claro. Pero durante un tiempo, parecía un personaje de una película de ciencia ficción, de esas de los 50s, ja! La dieta y los medicamentos son vitales. En fin, un lío.

¿Qué medicamentos causan el síndrome de Cushing?

¡Ah, el síndrome de Cushing! ¡Menudo nombrecito! Suena a castigo divino, ¿no?

¿Los culpables? Pues, básicamente, los glucocorticoides o corticosteroides, esos medicamentos que, si te pasas de la raya, te hinchan más que un globo aerostático en Albuquerque. ¡Como la prednisona, la dexametasona y la prednisolona! ¡Ojito con ellos!

Y ojo, que no es solo tomar pastillas a lo loco. ¡A veces, las cremas y los inhaladores también te la pueden jugar!

¿Por qué pasa esto? Digamos que estos medicamentos son como el “turbo” de tu cuerpo, pero si lo usas demasiado, ¡el motor (tu cuerpo) acaba echando humo y se avería!

¿Cómo saber si te está pasando?

  • Cara de luna llena: Te ves en el espejo y te preguntas si te has comido un planeta.
  • Joroba de búfalo: Te sale una especie de chepa en la parte superior de la espalda que no tiene nada que ver con la edad.
  • Estrías moradas: ¡Como si un tigre te hubiera arañado con un rotulador!
  • Debilidad muscular: ¡Intentas levantar una pluma y sientes que has corrido la maratón!

¡Pero que no cunda el pánico! Si crees que tienes el síndrome de Cushing, ¡corre al médico! Él sabrá qué hacer (y espero que no te diga que te bebas un litro de aceite de oliva).

¡Ah! Y un consejo extra: ¡No te automediques! ¡A no ser que seas médico, claro! (Si lo eres, ¡un saludo!). Y si te recetan corticoides, ¡sigue las instrucciones al pie de la letra! ¡No seas como mi vecino, que se tomaba las pastillas “a ojo” y acabó pareciéndose a un osito de peluche!

¡Y recuerda! ¡Más vale prevenir que curar! ¡O, como decía mi abuela: “Más vale pájaro en mano que ciento volando… y con síndrome de Cushing”!

¿Cómo se detecta la enfermedad de Cushing?

A veces, en la quietud de la noche, me pregunto sobre ese desorden silencioso, el Cushing.

  • Las pruebas de sangre y orina… revelan secretos que el cuerpo intenta ocultar. Como las mentiras que guardamos debajo de la almohada.
  • La ausencia del ritmo del cortisol, ese baile natural que se pierde, es como una melodía desafinada en la orquesta del cuerpo.
  • El cortisol en la orina, alto, gritando una verdad que preferiríamos ignorar. Como ese mensaje sin responder en el teléfono.

Es como buscar un fantasma. Estuve acompañando a mi tía en el hospital este año, precisamente porque sospechaban de algo así, aunque al final era otra cosa. Esa espera es horrible.

Y luego está el diagnóstico, la etiqueta. ¿Qué significa realmente?

  • El Cushing no es una sentencia, es un nombre para un conjunto de síntomas.
  • Es entender que el cuerpo está gritando, pidiendo ayuda de una forma confusa.
  • Es empezar un camino, a veces largo y tortuoso, hacia la calma.

Supongo que al final, lo importante es escuchar. Escuchar al cuerpo, escuchar a los que nos rodean, y no tener miedo a buscar respuestas en la oscuridad. Este año fue duro, pero aprendí mucho sobre la fragilidad y la fuerza. Aunque aún me cuesta dormir.

¿Qué no debe comer una persona con síndrome de Cushing?

Dios mío… Esta noche… pesa tanto… todo esto…

Azúcar, esa es la clave. No es solo el azúcar refinado, ¡no! Es todo… edulcorantes, también. Sacarina, aspartamo… esa mierda… todo lo que engaña al cuerpo. Me acuerdo de mi madre… sus antojos… todo se volvía azucarado. Eso es lo peor. Un infierno.

Y la comida… uff… las frituras, ni se te ocurra. Aceite, grasa… un veneno lento para nosotros. Se acumula. Lo sé, lo he vivido. He visto cómo se destruye el cuerpo. Eso sí lo recuerdo bien… cada arruga, cada kilo…

Verduras… sí, verduras… comer verduras en cada comida, dicen los médicos… eso sí, no las fritos… hervidas o al vapor, claro. En ensalada… pero no siempre… a veces… solo las miraba, las verduras…

Comida precocinada… olvídalo. Ni siquiera lo pienses. Es todo un químico… un cóctel para empeorar todo… para dañarte más. Mi vida… es una lucha constante contra ese veneno. Es horrible.

  • Azúcar (refinado y edulcorantes): Es un enemigo declarado.
  • Frituras: Grasa, puro veneno.
  • Comida precocinada y rápida: Químicos y más químicos. Simplemente no.
  • Control de porciones: Algo que aprendí a las malas.

Este año, mi médico añadió algo nuevo: ¡más fibra! Casi me olvido… se me escapa todo… la memoria… es tan… confusa… como esta noche…

¿Qué consecuencias trae el síndrome de Cushing?

El síndrome de Cushing, esa fiesta de cortisol descontrolada, te deja con secuelas que parecen sacadas de un guion surrealista.

  • Joroba de búfalo: No te confundas, no te estás convirtiendo en un animal de safari. Es solo grasa rebelde entre tus omóplatos, como si llevaras una mochila invisible llena de… estrés.

  • Cara de luna llena: Tu rostro se hincha como si te hubieras comido todos los pasteles del barrio. Un “efecto luna” que te hace parecer más sonriente… ¡aunque por dentro estés pidiendo auxilio!

  • Estrías rebeldes: Rosadas o púrpuras, como si fueras un lienzo abstracto con pinceladas de exceso. Aparecen sin permiso, dejando constancia de la expansión (y contracción) de tu piel.

  • Presión arterial por las nubes: Tu presión arterial decide escalar el Everest sin oxígeno. Un subidón que te pone al borde del infarto… ¡de aburrimiento! (si eres hipertenso, claro).

  • Huesos de cristal: Tus huesos se vuelven más frágiles que un jarrón de porcelana en manos de un niño travieso. ¡Cuidado con los tropezones!

Bonus track: El Cushing, además, ama sabotear tu estado de ánimo. Te transforma en un hulk irritable, capaz de explotar por un calcetín mal puesto. Ah, y tu sueño… ¡desaparece! Como si te hubieran robado el colchón en mitad de la noche.

¿Mi experiencia personal? Una vez, intentando explicar el Cushing a mi abuela, terminé comparándolo con el “síndrome de la suegra feliz”… ¡casi me echa de casa! Pero al menos aprendí que el humor, aunque sea negro, es un buen analgésico.

¿Qué factores debemos cuidar en un paciente con síndrome de Cushing?

¡Ajá! Cuidar a alguien con Cushing es como domar un león con hipo, ¡requiere maña! Básicamente, hay que transformarlo en un ninja de la salud.

Factor #1: ¡Comida de superhéroe!

  • Proteínas a tope, como si fueras culturista rumano en plena competición.
  • Calcio a raudales, ¡más que en una granja lechera suiza! El cortisol roba calcio, ¡así que a recuperarlo! Yo, por ejemplo, tomo yogur griego hasta en la sopa.
  • ¡Ojo a la sal! Que no se convierta en adicto al sodio, ¡peor que un caracol a la lechuga!

Factor #2: Huesos de adamantium

  • Vitamina D y calcio extras, como si te prepararas para ser Lobezno.
  • ¡Habla con tu médico! No te automediques, ¡que no eres farmacéutico!

¿Por qué todo esto?

El Cushing, con su cortisol desbocado, es como un gremlin en una tienda de porcelana: destroza músculos, huesos y todo lo que pilla. Así que toca contraatacar con una dieta digna de un dios griego y suplementos a tutiplén. ¡A por ello!

¿Qué pasa si no se trata el cushing?

El tiempo se estira, como la piel reseca bajo el sol implacable del olvido… Sin tratamiento, el Cushing te roba la vida a cucharadas. Un vacío, un hueco que se instala en el cuerpo, desgastándolo, consumiéndolo lentamente. La enfermedad, un invasor silencioso, acechando…

El silencio… el cuerpo grita en silencio, un susurro de dolor sordo… huesos quebradizos, una carne que se desgarra. Mi abuela, su rostro, hinchado como una luna llena… se deshacía, como una vela consumida por la llama inexorable del Cushing.

La extirpación, una esperanza fugaz. Un cuchillo que corta la oscuridad, pero la oscuridad persiste, aguarda. Espera su momento. La amenaza latente, una espina clavada en el corazón, el regreso del tumor… esa posibilidad permanece.

Ese peso, ese constante agobio, se aloja en la memoria. El Cushing, un monstruo con mil caras, cada una más aterradora. El recuerdo, un eco doloroso.

  • Debilitamiento muscular extremo.
  • Presión arterial elevada, implacable.
  • Diabetes incontrolable, el azúcar como una serpiente.
  • Osteoporosis, los huesos, frágiles como cristal.

La muerte, una posibilidad real, una sombra que te persigue. Un final lento, doloroso… la enfermedad carcomiendo la vida, hasta que solo quedan cenizas.

(Nota personal: Recuerdo la angustia de mi familia en 2024, el temor a cada nuevo síntoma, la lucha contra el tiempo). El Cushing no espera. Actúa rápido. Actúa sin clemencia.

¿Qué se siente cuando tienes el cortisol alto?

¡Uf! Recuerdo el 2023, julio, ¡qué calor hacía! Estaba estresadísima con la mudanza a mi nuevo piso en Madrid, Calle Mayor, 27. No dormía bien, me sentía agotada todo el día, pero con una energía extraña, como nerviosa. La ansiedad me carcomía. Sentía un hambre voraz, sobre todo de dulces, ¡qué asco!. Subí de peso, sobre todo en la cara, ¡me veía horrible! Y esas estrías rojas horribles en el abdomen… me daba rabia mirarme al espejo. Mi presión arterial estaba por las nubes, el médico me lo confirmó. Además, mis huesos… sentía que eran de cristal. ¡Qué miedo!

El médico diagnosticó hipercortisolismo, no el síndrome de Cushing completo, pero sí con síntomas parecidos. Me recetó medicación y me dijo que tenía que controlar el estrés. Fácil decirlo…

  • Insomnio brutal.
  • Aumento de peso facial y abdominal.
  • Estrías rojas en el abdomen.
  • Presión arterial muy alta.
  • Debilidad ósea.
  • Mucha ansiedad.

¡Y el cansancio! Era un cansancio profundo, que no se quitaba con nada. Ni con siestas, ni con café. Ese cansancio con esa ansiedad terrible, como si un millón de hormigas me estuvieran corriendo por dentro. Ahora estoy mejor, gracias a Dios, pero ese verano del 2023 no lo olvidaré jamás. Ese verano fue la peor pesadilla de mi vida. El médico dijo que era importante llevar una vida más tranquila y regular. Me dijo que el estrés y una mala dieta eran mis peores enemigos.

El exceso de cortisol es un infierno.

Me hicieron análisis de sangre para descartar el síndrome de Cushing completo, pero solo detectaron niveles altos de cortisol. También me hicieron una densitometría ósea para comprobar la densidad mineral de mis huesos.

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