¿Quién puede constatar un fallecimiento?
"Un médico clínico, en el ejercicio de sus funciones legales y profesionales, es quien puede constatar un fallecimiento y expedir el certificado de defunción, documento legal que lo certifica. La verificación de la muerte es su responsabilidad."
¿Quiénes están autorizados para certificar legalmente una defunción?
A ver, te cuento desde mi experiencia, ¿eh?
La verdad, siempre me he preguntado quién firma el acta de defunción. Suena un poco tétrico, pero es una duda que siempre ronda.
Por lo que entiendo, es el médico de cabecera, el que te ha visto durante años, quien legalmente puede certificar que una persona ha fallecido. Es parte de su trabajo, una responsabilidad grande, imagino.
Recuerdo, una vez, cuando falleció mi abuelo en el hospital de mi ciudad. Fue su médico de toda la vida, Don Manuel, el que nos dio la noticia y luego firmó los papeles. Fue un momento duro, pero al menos teníamos a alguien de confianza cerca.
Es un médico clínico, en su rol profesional y legal, quien reconoce la muerte y lo certifica.
¿Quién registra el fallecimiento de una persona?
¡Ay, la muerte, ese temita! No te preocupes, que te lo cuento como si estuviéramos tomando un café (con leche, que la vida ya es suficientemente amarga).
¿Quién se encarga del papeleo cuando alguien se va al otro barrio? Pues, la Registraduría Nacional del Estado Civil. No te emociones, no es que los señores de la Registraduría estén esperando con una libreta al lado de la cama del hospital, ¡ojalá!
- ¿Notaría? ¡Nones! Antes sí, pero ahora es como buscar un VHS en Netflix. ¡Obsoleto!
- ¿Quién lo hace? Familiares o representantes legales. ¡Ojo! Que si te encuentras un muerto en la calle, no te toca a ti, ¡llama a la policía!
- ¿Plazos? Corre, Forrest, corre! ¡Tienes dos días hábiles! Si no, te toca explicarle al funcionario con cara de “otra vez tú”.
A tener en cuenta:
- El certificado médico de defunción es clave. Sin eso, ¡a llorar a la Registraduría!
- ¿Y si no hay familiares? Pues, la cosa se pone interesante… ¡El hospital o la funeraria se encargan! Imagino que les encanta el papeleo, tanto como a mí ir al gimnasio.
- Datos extra: Resulta que una tía mía, hace años, ¡declaró muerto a su gato! Lo sé, ¡de locos! Pero bueno, al menos tenía sus papeles en regla.
- Anécdota personal: Una vez, en la Registraduría, ¡vi a alguien intentar registrar la muerte de su pez dorado! El funcionario casi se cae de la silla de la risa.
- ¡Importante! No intentes registrar a un zombie. ¡No está permitido! (Que yo sepa).
- ¡Ah! ¡Y no te disfraces de muerto para evitar impuestos! ¡No funciona! (O eso dicen).
¿Quién es el encargado de llenar el certificado de defunción?
La noche me pesa. Y la verdad, a veces, la verdad también.
El Registro Civil da el certificado. Sí, ellos.
- Ellos lo tienen todo: nombres, fechas, el final. Un final en papel.
- Es triste, que algo tan definitivo termine en un formulario. Un trámite.
Recuerdo cuando murió mi abuela. El silencio en la casa… y después, los papeles. Siempre los malditos papeles.
- ¿Quién firma ese papel? Alguien que no la conocía. Que no sabía de sus manos arrugadas ni de sus historias de guerra.
- Me da rabia. Que su vida, reducida a eso. A un sello y una firma.
No sé. Quizás estoy sensible. Son las 3 de la mañana. Y las ausencias duelen más cuando no hay ruido que las tape.
¿Quién registra el acta de defunción?
¡Uf, qué mal trago! Mi abuela Emilia… Murió en julio de 2024, en la clínica San Rafael de Medellín. Recuerdo el olor a desinfectante, tan fuerte… y el silencio, un silencio pesado, después del alboroto de la familia. El registro del acta de defunción, un lío tremendo. Nos tocó a mis tíos y a mí.
Fue en la Registraduría, en Laureles. Un edificio enorme, gris, que me recordaba a un hospital. Mucha gente, caras largas, una atmósfera sofocante. Esperamos una eternidad. Me sentía mareada, con un nudo en el estómago. Solo quería que terminara. La Registraduría es la que se encarga del acta, no una notaría. Mi tío, el mayor, se encargó de la mayor parte del papeleo. Yo solo acompañaba, incapaz de concentrarme.
Tenía miles de cosas en la cabeza, recuerdos de mi abuela, su risa, su olor a colonia de lavanda… Me sentía vacía, tan vacía. El trámite mismo fue… seco, impersonal. Presentaron los certificados médicos, el DNI de mi abuela… todo muy frío, muy burocrático.
- Certificado médico de defunción.
- Documento de identidad del fallecido.
- Formulario de solicitud de registro.
El proceso es bastante complejo, sobre todo en medio del dolor. No había nada sencillo, todo era un laberinto de formularios y requisitos. ¡Y que no falte el pago de las tasas correspondientes! Casi me olvido de ello. ¡Qué horror! Al salir, me sentía agotada, la cabeza daba vueltas.
Los familiares deben realizar el trámite. Ese día fue un borrón, solo recuerdo la tristeza, la burocracia y el olor a café quemado del kiosco de la esquina de la Registraduría. Todavía, cada vez que paso por allí, me vuelve la angustia.
¿Quién es el responsable del certificado de defunción?
El certificado de defunción, ese papel frío, testigo del final, no surge de la nada. Brota, digámoslo así, de la mano de la EPS y su red de prestadores, cuando la muerte, silenciosa y natural, decide visitar un hogar.
¿Pero qué significa esto realmente? Pienso en mi abuela, su casa llena de plantas, el olor a café siempre presente. Y la idea de que ese certificado, un día, pueda relacionarse con ese espacio tan lleno de vida, me estremece.
Un proceso administrativo, sí. Pero también un momento cargado de dolor, donde la burocracia se cruza con el duelo. La EPS, la red de prestadores, asumen la responsabilidad de dar fe del fallecimiento, de ponerle un sello oficial a la ausencia.
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¿Quiénes intervienen?
- Médicos de la EPS
- Enfermeras de la red prestadora
- A veces, personal administrativo
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¿Dónde ocurre?
- Idealmente, en el hogar del fallecido (muerte natural)
- Podría ocurrir en centros médicos, pero la esencia es el domicilio
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¿Por qué importa?
- El certificado es necesario para trámites legales (herencias, pensiones, etc.)
- Permite dar inicio al proceso del duelo, al cierre de un ciclo.
Pero más allá de los detalles técnicos, persiste la pregunta: ¿quién realmente se hace cargo del peso emocional de ese momento? ¿Quién ofrece consuelo, más allá del certificado? Eso, me temo, es una pregunta que cada uno debe responder por sí mismo. Y, seguramente, es una pregunta que la fría burocracia no puede responder.
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