¿Quién puede certificar la muerte de una persona?
La certificación de defunción corresponde al médico tratante, al médico que constate el fallecimiento, al médico legista (en caso de autopsia) o al designado por el centro de salud donde ocurra. Éste entrega el certificado a familiares o interesados.
¿Quién certifica la muerte de una persona?
¡Uy, la muerte, un tema que a todos nos toca! Y la pregunta de quién certifica ese momento… Pues te cuento desde mi experiencia, que no es poca.
En mi familia, cuando mi abuelo falleció (un 15 de agosto en el hospital de mi pueblo, creo que fue 2010, por ahí), fue el médico que lo atendía quien firmó el certificado. Recuerdo que mi padre tuvo que ir a buscarlo y… uff, qué papeleo.
Pero ojo, no siempre es así. Si la persona fallece en casa y no hay un médico presente, puede ser que venga un médico forense. O si la muerte es repentina o sospechosa, también. Imagino que depende mucho de la situación, ¿no?
Información breve y concisa:
- ¿Quién certifica la muerte? El médico tratante, el que constata la muerte, el médico legista (si hay necropsia) o el médico del establecimiento de salud donde ocurre la defunción.
- ¿Quién entrega el certificado? El médico mencionado anteriormente entrega el certificado a un familiar o persona interesada.
¿Quién determina la muerte de una persona?
La noche aprieta… y pienso en eso… en la muerte. Un médico lo determina, sí. Lo pone negro sobre blanco. Un papel… un certificado… tan frío… como esta habitación.
Recuerdo el caso de mi abuela… 2023… Julio… El médico llegó tarde… demasiado tarde, sentí. La vi irse… sus ojos… ya no estaban ahí. Simplemente se apagó…
¿Quién decide que se terminó? ¿El corazón? ¿El cerebro? Es terrible… el vacío que queda… el silencio… El médico firma… y de golpe… es oficial.
- El diagnóstico médico es la clave.
- La legalidad, esa fría ley… también.
- Pero… ¿quién define la verdadera muerte? ¿La máquina? ¿Su respiración? ¿el corazón?
No lo sé… la verdad, es difícil… es… doloroso. Aún me cuesta. Mi abuela… se fue… tan pronto… un papel… una firma… y ya no está.
La noche es larga… muy larga. El reloj avanza… pero el tiempo… el tiempo se ha detenido.
¿Quién constata una muerte?
¡Ay, madre mía, qué lío con las muertes! El médico, claro, el que se encarga de la papeleta. Aunque a veces parece que la muerte tiene más papeleo que una declaración de la Renta. ¡Alucinante!
¿Quién firma el certificado? Pues depende, ¡como en una novela de misterio! Si el difunto era de mi abuela Pepita, la que se despidió bailando flamenco a los 97 años, ¡la fiesta se encargó mi primo, que es médico y tiene muy buena letra! ¡Un crack!
- Médico tratante: Si estaba bajo su cuidado, ¡este es el rey! El jefe absoluto.
- Médico legista: Si hay algo raro, como un crimen, ¡zas!, a autopsia. El Sherlock Holmes de los muertos. A veces, mi vecino, el Pepe, hace de legista, aunque solo sea en sus historias de borrachos.
- Médico del hospital: ¡En hospitales, es el que manda! Si muere en el hospital, ahí tienes al responsable.
- Otro médico del centro de salud: Si no hay otros médicos, ¡este es el héroe del momento!
Si necesitas el certificado, un familiar o quien corresponda lo recoge. Yo una vez tuve que ir a recogerlo para mi suegra. ¡Qué lío! Tuve que llevar hasta el DNI del fallecido, ¡y el mío también, por si acaso! ¡Menudo show!
Este año, en mi pueblo, se ha producido un caso peculiar: falleció una señora de 80 años. Su médico de cabecera estaba de vacaciones, así que fue el médico del centro de salud quien firmó el certificado. La señora, ¡atención!, murió bailando sevillanas en la plaza del pueblo. ¡La muerte también sabe bailar! Así que ahí tienes otra anécdota. Y recuerda, esto no es una ley, es mi experiencia y algunas historias que he escuchado en el bar.
¿Cómo se determina el fallecimiento de una persona?
¡Uf! ¿Muerte? Pensaba en el desayuno… tostadas quemadas. ¡Qué desastre! A ver… ¿cómo se sabe que alguien… ya está?
Muerte encefálica, ¿no? Eso es lo que me preguntabas, ¿verdad? Protocolo de Harvard, sí… coma profundo… como dormido, pero… ¡para siempre! Sin respuesta a nada. Ni al pinchazo, ni a la luz… nada de nada. Eso es crucial.
Y luego, lo de respirar… ahí sí que no hay vuelta atrás. Ni un suspiro, ni un esfuerzo. Eso es clave, clave, clave. Y los movimientos voluntarios, olvídalo. Como si fuera una estatua. ¡Imposible mover un dedo! Eso es lo que dice el protocolo, ¿no? Aunque…
¿Y si hay algo más? Siempre me ha intrigado eso. Mi abuela… recuerdo la palidez… ¿fue muerte encefálica? No lo sé. Nunca lo pregunté. Debería.
- Coma profundo, inamovible.
- No respira. Ni un poquito.
- Sin movimientos voluntarios. ¡Ni un músculo!
Tengo que leer más sobre esto… hoy mismo lo hago. La muerte es algo… inquietante. ¿Y si el protocolo falla? ¿Y si hay casos borderline? ¿Y el tema del corazón? Siempre lo pregunto… ¿el corazón se para siempre?
¡Ay, Dios mío! Me da escalofríos. Mañana tengo cita con el médico, aprovecho y le pregunto. Es que… no sé… me preocupa. 2024, ¡qué año tan raro!
Diagnóstico clínico: Además de la muerte encefálica, también está el paro cardíaco. Y es muy importante saber la diferencia. ¿Qué más hay?
- Paro cardiorespiratorio
- Destrucción irreversible del cerebro
Tengo que organizar mis ideas. ¡Qué lío! Me voy a tomar un café… necesito un café fuerte.