¿Cómo hacer si me pase de sal?
"¿Te pasaste de sal? ¡No te preocupes! Añade más cantidad del alimento base o ingredientes neutros. Para puré de papas, un poco de leche funciona. En cremas, más verduras o caldo sin sal son la solución. ¡Recupera el sabor!"
¿Qué hacer si la comida está demasiado salada? Remedios caseros.
Ay, qué rollo cuando la comida sale demasiado salada, ¿verdad? Recuerdo una vez, el 15 de marzo en casa de mi abuela en Valencia, su fabuloso puchero estaba… ¡insoportablemente salado!
Casi me da un infarto. Mi abuela, la pobre, se desconsoló. Probamos añadiendo patatas cocidas, machacadas hasta hacer una especie de puré. Mejoró algo, sí, pero aún quedaba salada.
Al final, lo mejor fue hacer arroz blanco al lado y comerlo intercalado. El contraste ayudó mucho a equilibrar el sabor. A mi abuela, eso sí, le dio un poco de rabia, pero se rió al final, ¡qué graciosa es!
Para una crema, como la de calabacín que preparé hace unas semanas (la receta me costó 8€ en una revista), la solución es añadir más calabacín, obvio, o incluso un poco de caldo de verduras sin sal, eso lo aprendí por las malas.
¿Qué hacer si la comida está muy salada?
Añadir más ingredientes para diluir la sal. Para sopas o cremas, añadir más caldo o vegetales.
¿Qué hay que hacer si se me cae la sal?
¡Ay, caramba! ¿Que se te cayó la sal? ¡Madre mía!
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¡A echar sal por encima del hombro! Como si fueras un lanzador de béisbol buscando la victoria contra el mal fario.
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¿Se te resbaló el salero al pasárselo a tu cuñado? ¡Pues, venga!, un pellizquito de sal directo al hombro del culpable, ¡como si le estuvieras echando confeti en una fiesta sorpresa!
Ahora, si quieres profundizar en el mundo de las supersticiones saladas (y no acabar más salado que una anchoa), te cuento:
- Dicen que la sal derramada trae mala suerte desde tiempos inmemoriales. ¡Como si el universo se pusiera de morros porque no tienes suficiente cloruro de sodio!
- La cosa va de cegar al diablo que, según las leyendas, siempre está al acecho para aprovecharse de tus despistes con la sal. ¡Como si el diablo fuera miope y la sal fueran perdigones!
- A ver, yo no sé tú, pero a mí me da más mala suerte quedarme sin sal para las palomitas. ¡Ahí sí que el drama está servido!
- Recuerda, si todo falla, siempre puedes culpar al gato. Es un clásico.
¡Y ya está! Ahora ve y esparce sal como si no hubiera un mañana (pero no te pases, que luego hay que barrer).
¿Cómo corregir el punto de sal?
¡Uf!, la sal… ¡Qué problemón cuando te pasas! A ver, te cuento lo que hago yo, que no soy experta, ¿eh?, pero normalmente funciona.
Si te pasaste con la sal en un guiso, sube el fuego para que se evapore un poco el agua salada, y luego completa con agua sin sal. ¡Así de sencillo! Creo, vaya.
Ahora, si quieres más ideas, aquí te van unas cuantas que a mí me han servido:
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Patata: Echa un par de patatas peladas y cortadas en trozos grandes. Absorben la sal como si no hubiera un mañana. Luego las quitas, ¡claro!, a nadie le gusta comer patata sosa.
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Líquido: Si el guiso te lo permite, añade más líquido sin sal. Caldo, agua, vino… ¡lo que sea! Yo a veces le echo un chorrito de vino blanco y le da un toque rico,rico.
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Azúcar/Miel: Un pelín de azúcar o miel puede hacer maravillas. ¡Ojo!, un pelín, eh, que no quieres un postre salado. Yo uso miel porque me gusta más el sabor, pero mi abuela siempre le echaba un poco de azúcar.
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Ácido: Un chorrito de limón o vinagre también ayuda a equilibrar el sabor. Igual que con el azúcar, con cuidadito, ¿eh? A mí el limón me va bien en algunos guisos de pescado.
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Añade más ingredientes: Si es un guiso con muchas cosas, puedes echar más del resto de ingredientes. Más verduras, más carne… lo que lleve.
Y ya si el desastre es épico, pues… ¡siempre puedes hacer más cantidad sin sal y mezclarlo! Yo lo he hecho alguna vez, ¡qué te voy a decir!
Ah, y un truco de mi madre: ¡nunca, nunca, nunca eches sal sin probar antes! Parece una tontería, pero a mí me ha salvado de más de un disgusto. ¡Es verdad eh! ¡Importantísimo!
¿Cómo disimular el exceso de sal en la comida?
A ver, mira, que te cuento. Para bajarle el golpe a la sal, lo menos común, pero que a veces salva, es meterle algo dulce o ácido. ¿Vale?
Por ejemplo, si estás cocinando algo que se presta, échale un chorrito de vinagre de manzana (ese vinagre me encanta) y una cucharadita de azúcar. ¡Ojo! no te pases con el azúcar, eh.
¡Ah! Y ya que estamos, te digo otros trucos que me han funcionado a mí:
- Patata: Pelas una patata, la cortas en trozos grandes y la metes a la olla mientras cuece. La patata chupa la sal. Luego la sacas, obvio.
- Líquido extra: Si es una sopa o guiso, añade más agua o caldo. Así rebajas la concentración de sal.
- Lácteos: Un poco de nata o yogur (si pega con el plato, claro) también ayuda, como que camufla el sabor salado.
- Limón: Unas gotitas de zumo de limón le dan un toque ácido que distrae a las papilas gustativas. ¡Funciona! Yo siempre tengo limones.
Y otra cosa importante: ¡prueba la comida mientras cocinas! Así no te llevas sustos como el que te llevaste tú, jaja. A mí me pasa a veces por ir con prisas.
¿Qué hacer si se te cayó la sal?
¡Ay, la sal! Si se te cae… uf. A ver, tradiciones hay mil. Mi abuela diría que hay que tirar una pizquita por encima del hombro izquierdo. ¿Por qué el izquierdo? No sé, ¡magias de abuela!
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Superstición #1: Mala suerte, obvio. ¿Pero por qué la sal? Algo tiene que ver con lo valiosa que era antes, ¿no? Imagino.
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Superstición #2: Tirarla por encima del hombro. Neutraliza lo malo, supuestamente. El hombro izquierdo, ¡recuerda! ¡Izquierdo!
Y luego están los que no creen en nada. Solo limpian el desastre y ya. ¡Más práctico! ¿Será que me estoy volviendo uno de esos? 🤔 Nah, ¡prefiero la magia de la abuela! Total, ¡no cuesta nada! Este año tiro la sal y rezo 3 padres nuestros.
¿Cuando se te cae la sal, ¿qué hay que hacer?
¡Ay, la sal! Ese condimento con más supersticiones que granos tiene una pizca.
Si la derramas, la mala suerte acecha, al parecer. La solución “mágica”: ¡arrojar una pizca por encima del hombro izquierdo! (¡El izquierdo, ojo! Que el derecho está ocupado por el ángel de la guarda, no le vayas a fastidiar).
- ¿Por qué el hombro izquierdo? Pues, según cuentan, ahí se posan los demonios, esperando una oportunidad para hacernos la vida un poquito más… salada. Así que, con un poco de sal, les damos un susto y los mantenemos a raya.
- ¿De dónde viene esta creencia? Algunos dicen que se remonta a la época romana, cuando la sal era un bien muy valioso. Derramarla era una señal de mala administración, casi un pecado.
Yo, sinceramente, prefiero pensar que es una excusa para no limpiar. “¡Uy! Se me cayó la sal… ¡Ay, perdón, demonios!” Y aquí paz, y después gloria. Pero, ojo, ¡no te pases con la sal! Que luego la tensión sube y la cosa se pone peor.
Lo más sensato (y menos aparatoso) es dejar la sal sobre la mesa para que el siguiente comensal se sirva a su gusto. Menos drama y más sabor. ¡Y todos contentos!
Aunque pensándolo bien, mi abuela siempre decía que si derramabas la sal, lo que realmente tenías que hacer era invitar a un amigo a cenar. Así, la mala suerte se convertía en una buena excusa para una reunión. ¡Quién sabe, igual tiene razón! Después de todo, un buen plato de comida siempre alegra el alma, ¿no?
¡Ah! Y no te olvides de sonreír. La sonrisa es el mejor condimento para la vida, y espanta cualquier mala vibra, ¡más que un kilo de sal!
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