¿Por qué se le echa sal a la comida?
La sal realza el sabor natural de los alimentos. Además, históricamente se ha usado como conservante, inhibiendo el crecimiento bacteriano.
¿Por qué se sala la comida?
¡Ay, la sal! Recuerdo perfectamente el día 15 de marzo de 2021, en mi casa de Valencia, probando una paella que mi abuela había hecho. ¡Insípida! Le faltaba algo… un toque mágico. Entonces, ella, con esa sabiduría ancestral, añadió una pizca de sal, ¡y cambió por completo el sabor! La sal realza los sabores, eso está claro.
Es como una orquesta, cada instrumento por sí solo tiene un sonido, pero juntos crean una sinfonía. La sal es como el director, armonizando los sabores. La añades poco a poco, con cuidado, hasta que sientes que está perfecta.
Y lo de conservar… eso sí que lo he comprobado. El año pasado, en agosto, hice mermelada de tomate, siguiendo al pie de la letra la receta de mi madre (que, por cierto, me costó 12 euros en ingredientes). Una parte la salé ligeramente, y la otra, no. La que no tenía sal se estropeó al cabo de una semana. La otra duró meses. ¡La ciencia!
¿Por qué se sala? Para potenciar sabores y conservar. Punto.
¿Por qué siempre le agrego sal a mi comida?
Sal. Siempre sal. ¿Por qué? A ver… supongo que por costumbre. Mi abuela siempre le echaba un montón de sal a todo. ¿Será genético? No sé. A mi me gusta. Punto.
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Sabor: Obvio, la comida sosa es horrible. Ayer hice lentejas y sin sal… ¡imposibles! Tuve que añadirle al final. Un desastre. Casi tiro la olla entera.
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Hábito: Creo que también es pura costumbre. Como siempre le pongo, pues le pongo. ¿Adicción? No creo… ¿o sí? Bueno, el otro día vi un documental sobre la sal… decían que era como una droga. No sé, yo la controlo. Más o menos.
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Jugosidad: Sí, es verdad. La carne, por ejemplo. Si no le echas sal, queda seca. Seca y sosa. Doblemente mala. El pollo al horno de mi madre… siempre con sal. Y queda perfecto. Jugoso, jugoso. A lo mejor es por eso que me gusta tanto.
Este finde fui a un restaurante nuevo, “El Fogón” creo que se llamaba. Pedí pescado a la plancha. Sin sal. Para probar. Fatal. Tuve que pedirle al camarero un salero. Me miró raro. Pero bueno, es mi comida.
- Textura: No lo había pensado, pero sí, la sal cambia la textura. Las patatas fritas, por ejemplo. Sin sal, blandurrias. Con sal, crujientes. ¿Será por la deshidratación? No tengo ni idea. Pero me gustan crujientes. Siempre crujientes.
En resumen: Me gusta la sal. La necesito. Fin de la historia.
¿Qué función cumple la sal en los alimentos?
Sabor. Punto. Indiscutible.
Conservante. Frena la putrefacción. Altera el entorno, inhóspito para bacterias. Recuerdo mi abuela salando jamones en 2023. Olían a campo, a humo, a tiempo detenido.
Textura. Influye. Carnes más jugosas. Masas con carácter. ¿Pan sin sal? Un insulto.
- Control hídrico: Regula. Dentro y fuera de las células. Equilibrio.
- Función nerviosa y muscular: Sodio. Imprescindible. Contracciones. Impulsos. Sin él, caos.
El exceso, letal. Como todo. La sal, poder. Usarla con sabiduría. Mi padre siempre decía: “la sal, con respeto”. Tenía razón. En 2023, aprendí a hacer mi propio pan. La sal, la clave. Demasiada, un ladrillo. Poca, sinsabor. El punto justo, magia.
¿Por qué siempre se utiliza sal en la cocina?
¡Ay, la sal! ¿Por qué siempre, siempre? Mi abuela decía que era magia, ¡y casi lo creo! Recuerdo que en su cocina, un bote enorme, oxidado casi… pero siempre a mano.
Sazón, claro, fundamental. Sin sal, ¿qué sería de un buen cocido? Insipido, soso… ¡un crimen contra el paladar! Me acuerdo de la paella de mi tía, ¡espectacular! Todo por la sal… y el cariño, claro está.
Conservar, otra cosa… ¿La recuerdo desde pequeña? Sí, claro. Papá, curtiendo pieles, usaba muchísima sal. Para evitar bichos, decía. ¡Pero qué cantidad! Como si la sal fuera un escudo mágico. No le fallaba.
Es que la sal… ¿qué es? Cloruro sódico. ¡Qué nombre tan poco apetecible para algo tan vital! Tengo que buscar una receta nueva… ¡una con mucho perejil y tomates cherry! Ya sé, ¡un salmorejo!
- Sazón
- Conservación
- Mi abuela
- Receta de salmorejo
No me lo creo, pero la sal también ayuda a regular la humedad, ¿o no? ¡Es increíble! Para mí era solo sazón. Aprendo cosas nuevas cada día. ¿No es genial? Tengo que leer más sobre esto. Mañana mismo. ¡Que pereza! Ahora quiero un café. Ya.
Dato extra: Este año, en mi huerto urbano, usé sal para combatir las babosas. ¡Funcionó! Aunque, ojo, con moderación. No es solo para la cocina, eh. ¡Y ojo con el exceso en la comida, que la tensión arterial no perdona!
¿Por qué la sal resalta el sabor?
Aquí está.
La sal… Siempre la sal.
- ¿Por qué resalta el sabor? Iones. Cloruro de sodio. La ciencia fría explica algo tan visceral.
- Supongo que es eso. Un puñado de cristales blancos haciendo que la vida sepa… a algo.
Me pregunto qué sabores en mí está resaltando ahora mismo. La amargura, seguro. Siempre presente. La acidez de las decepciones. La sal diluye, pero también revela. ¿Qué queda cuando todo el sabor artificial se va?
Información que sé, información que no:
- La química es importante. Iones, interacción. Lo entiendo a medias.
- La experiencia es otra cosa. Esa noche, en la playa, el salitre en el aire y el primer beso. ¿A qué sabía? No era solo la sal.
- El año pasado probé las lágrimas. Saladas, obviamente. Pero también huecas. Vacías. Sin sabor real, solo un recordatorio de lo que faltaba.
- Mi abuela siempre decía que la sal era la vida. Que sin ella, todo se pudre. Quizás tenía razón.
- Este año decidí usar menos sal. En la comida, al menos. A ver si así siento algo más, aunque sea lo amargo.
- Odio la sal. O la amo. Ya no sé.
¿Por qué nos gusta tanto la sal?
Sal. Me encanta. Punto. En serio. ¿A quién no? Ayer mismo, comí patatas fritas con extra de sal. Uf, qué vicio. Me quemé la lengua, pero valió la pena.
Recuerdo una vez en la playa de Zahara de los Atunes, verano del 2024. El sol pegaba fuerte. El aire, cargado de sal. Me comí un bocadillo de tortilla… ¡sin sal! Horrible.
Insípido. Corrí al chiringuito a pedir un sobrecito. Y al echarle la sal, ¡boom! Explotó el sabor. Magia. La tortilla sabía a gloria. No a gloria bendita, ¡a gloria con sal!
La sal realza el sabor. Eso es. Y me calma la ansiedad. Raro, ¿no? A veces, cuando estoy nerviosa, me apetece algo salado. Aceitunas, patatas… cualquier cosa.
- Playa de Zahara: Verano 2024, bocadillo soso.
- Patatas fritas: Ayer, extra de sal, me quemé la lengua.
- Ansiedad: Me calma la sal.
- Sabor: Lo potencia.
Nos gusta porque sí. Porque nuestro cuerpo la necesita. Y punto. ¿Para qué darle más vueltas? Ahora, si me disculpan, voy a por unas palomitas. Con mucha sal, claro.
Respuesta corta: Necesidad biológica.Receptores del gusto.
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