¿Qué es la sal marina y dónde se compra?

¿Qué diferencia hay entre sal marina y sal del Himalaya?

Sal marina… sal del Himalaya… cristales diminutos, mundos inmensos. El origen, esa es la clave. Una, mecida por las olas, la otra, dormida en la roca milenaria. Recuerdo una vez, en la playa de Bolonia, la arena blanca, fina, casi sal… el sabor del mar en los labios.

• Origen: El mar, inmenso, versus la montaña, imponente.
• Color: Blanco, casi translúcido, frente al rosa, un rosa pálido, como el amanecer en el desierto. Desierto de sal… ¿Existirá tal cosa?

La sal, ese condimento esencial. En mi cocina, tengo ambas. La marina, para el día a día. La del Himalaya, para ocasiones especiales. Como aquella noche, con la paella… el rosa de la sal, sobre el amarillo del arroz. Una explosión de sabores, de colores. De sensaciones.

Este verano, en Cádiz, recogí agua del mar en una botella. La dejé al sol. Días después, una fina capa blanca cubría el fondo… mi propia sal marina. ¿Tendría el mismo sabor?

• Proceso: Evaporación natural (marina) versus extracción minera (Himalaya).
• Composición: Minerales, oligoelementos… la huella de la tierra. Yodo, ese gran ausente, en la sal rosa. Lo añaden, a veces, artificialmente.

El yodo. Importante. Vital. Una gota de yodo, en un vaso de agua, recuerdo a mi abuela haciéndolo. Remedios caseros, sabiduría ancestral. Y el sabor del mar, siempre presente. Siempre.

¿Qué es mejor, la sal del Himalaya o la sal marina?

La sal… Esa palabra, tan simple, tan cotidiana, me evoca el sabor del mar, el recuerdo de mi abuela en su cocina, con sus manos arrugadas espolvoreando generosamente. No hay una “mejor” sal, en realidad. Pero hay diferencias, sutiles, profundas como la propia experiencia del gusto.

El Himalaya, con su misterio, sus cumbres imponentes… una sal rosa, casi mágica en su apariencia. Pero la ciencia, fría y precisa, no respalda sus supuestas virtudes. La pureza, se vende como un aura sagrada, sin embargo, no es más pura que otras sales. Es marketing, una estrategia brillante. Lo siento, pero mi paladar no lo percibe así. Me sabe igual que otras sales.

La sal marina, en cambio, el sabor salvaje del océano, la fuerza de la naturaleza en cada grano. Recuerdo la textura en mis dedos, cuando la recogí directamente del mar. Aquel día soleado, en la playa de mi pueblo natal, cerca de Cadaqués. Un recuerdo brillante, aún perceptible en mi mente. Un recuerdo vivo. Es diferente…

• Sal del Himalaya: Imagen poderosa, pero sin beneficios comprobados en 2024.
• Sal marina: Sabor intenso, ligado a la experiencia, a la memoria. Su composición mineral varía según su origen.

¿Cuál elegir? El dilema persiste. La preferencia, dicta el corazón, no la ciencia fría. El alma elige. Esa es la verdad. Y la verdad, es subjetiva.

• Mi propia preferencia: Prefiero la sal marina de las salinas de Isla Cristina, Huelva (España). El sabor es extraordinario.

Mi conclusión: El sabor, la memoria, la tradición… estos son los verdaderos ingredientes que dan sentido a la elección. No hay evidencia científica en 2024 que favorezca la sal del Himalaya sobre la sal marina o la común. La preferencia, al final, es personal y emocional.