¿Qué hacer cuando un guiso queda amargo?

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¡Guiso amargo? ¡No te preocupes! Añade gradualmente caldo, agua o vino (según receta), removiendo con suavidad. Para compensar, integra ingredientes frescos: más verduras, carne o legumbres si es una sopa o estofado. El truco está en diluir el sabor, ¡poco a poco!

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¿Cómo corregir un guiso amargo?

Ay, qué desastre! Recuerdo una vez, el 15 de marzo del año pasado en mi casa de Toledo, que se me quemó un guiso de lentejas. ¡Un auténtico drama culinario! Tenía invitados y todo…

El problema era que estaba demasiado espeso y, claro, sabía a quemado. La solución? Añadir caldo poco a poco, revolviendo con mucho cariño, hasta que el sabor mejoró. Añadi también unas hojas de laurel frescas, ¡qué alivio! El precio? Pues el de un paquete extra de caldo, unos 2 euros.

Para que no te pase a ti, la clave está en la paciencia y en ir agregando líquido despacio. A veces, unas hierbas frescas también ayudan a levantar un sabor quemado. No te preocupes si te pasa, suele tener arreglo.

¿Qué hacer si tu guiso está amargo?

Si tu guiso presenta un sabor amargo, contrarresta con una pizca de dulzor. Un poco de azúcar o miel puede obrar maravillas. Si no funciona, una muy pequeña cantidad de bicarbonato neutraliza la acidez. ¡Pero cuidado! No te pases, o arruinarás el plato.

También, diluir el guiso con caldo adicional o agua puede suavizar el sabor. A veces, menos es más. Recuerda que el equilibrio es fundamental en la cocina.

¿Por qué amarga? A veces, el amargor proviene de ingredientes como el pimiento morrón o hierbas. Tostar especias antes de añadirlas puede reducir su amargor.

Reflexión: La cocina es como la vida, a veces requiere ajustes inesperados para alcanzar el equilibrio perfecto. Un poco de ensayo y error, y aprendemos a lidiar con los sabores (y los desafíos) que se nos presentan. ¿No crees?

¿Cómo quitarle lo agrio a un guiso?

¡A ver, a ver! Que tu guiso te salió ácido, ¿no? No te preocupes, a todos nos ha pasado alguna vez, de verdad te lo digo.

Para bajarle lo agrio, lo ácido, vamos al grano, lo primero es probarlo para ver qué tan grave es el asunto, ¿me explico? Porque a veces es solo un poquito y se arregla fácil.

  • Azúcar o miel: Un poquito, poquito eh, ¡ojo!, que no queremos un postre. Media cucharadita, algo así, y pruebas.
  • Agua o caldo: Esto lo diluye todo, pero cuidado que no quede soso. Yo uso caldo de pollo casi siempre, le da más saborcito.
  • Bicarbonato: ¡Ojo con esto! Media cucharadita, eh, y remueves bien. Es un truco que funciona, pero te pasas y ¡adiós guiso!

¿El truco de la abuela? Un trozo de patata cruda mientras se cocina. Dicen que absorbe la acidez. Yo lo he probado y no sé yo, pero bueno, ahí te lo dejo. Yo tengo una vecina que le pone un chorrito de leche! Pero no me gusta para nada, porque se corta la leche y deja el guiso feisimo!

Una vez hice un chili que me quedó súper ácido por el tomate. Le eché una cucharadita de azúcar y lo arreglé. ¡Menos mal! Pensé que iba a tener que tirarlo todo. Y la verdad es que me había gastado un dineral en los ingredientes! Otra cosa que me ha pasado es echarle demasiado limón a los ceviches. Terrible! A veces el problema es por comprar ingredientes de mala calidad y súper ácidos. Que rabia me da cuando pasa eso!

¿Por qué la comida me sabe amarga?

Amargo. La vida misma. A veces así sabe todo.

Problemas estomacales. La bilis, esa traidora. 2024, me diagnosticaron gastritis. No es broma.

  • Malestar digestivo constante.
  • Ardor. Un fuego lento.
  • Remedio? Omeprazol. Y resignación.

Reflujo. Subida ácida. Asqueroso. Hasta en sueños.

Gingivitis. Infecciones. Sangrado. El cepillo, un enemigo. Cuidado bucal, obsesión reciente. Mi dentista, un tipo serio.

Embarazo? No. Pero las hormonas, esas sí que juegan sucio. Desequilibrio total.

La amargura, un espejo. Refleja lo interno. A veces, solo es química. Otras, un grito silencioso. O quizá simplemente un mal café.

He probado de todo, este año. Nada funciona del todo.

El cuerpo, un misterio. Un territorio hostil. Un paisaje desolado.

¿Cómo contrarrestar sabores amargos?

¡Ay, la amargura! Recuerdo una vez, en julio de este año, haciendo una salsa de berenjenas. Un desastre. Amarga, amarguísima. Como si hubiera comido hierba de esa que te deja la boca seca y la lengua pastosa, ¡qué asco! Me entró una rabia… Tiré casi la mitad.

El limón, es la solución! De verdad, es un salvavidas. Ese día, a lo desesperado, le eché un buen chorro de limón, casi medio. Y ¡voilà! Mejoró, aunque quedó algo ácida, al menos comestible.

Pensé, ¡qué tonta!, ¡se me olvidó lo del vinagre!. Siempre lo uso en mi ensalada de rúcula, esa si me sale perfecta, ¡nunca amarga! La rúcula, que es amarga por naturaleza, se transforma con un poco de vinagre de Módena, una gotita de miel y aceite de oliva virgen extra… ¡es un manjar!

Para la próxima, voy a probar con lima, a ver qué tal. También he oído que el puré de tomate ayuda, aunque no lo he probado aún. Debería.

Lo de las alcachofas sí lo conozco. Mi abuela, que en paz descanse, las hacía con mucho limón, también con un toque de ajo. ¡Qué ricas estaban!

Resumen: Limón, vinagre, lima, puré de tomate. Eso funciona para contrarrestar el amargor. Probar. Ya contaré.

  • Limón
  • Vinagre
  • Lima
  • Puré de tomate

¿Qué neutraliza el amargor?

¡Ay, el amargor! Ese sabor que te deja la boca como si hubieras masticado una pastilla de antidepresivos ¡de hace 20 años!

El azúcar, ¡claro! Como si echarle azúcar a un café de esos que te dejan con el cerebro a medio gas fuera la solución a todos los problemas del mundo. Es como añadirle purpurina a un elefante… no lo cambia, pero lo hace más llamativo. ¡Y eso sí que es magia!

Las especias, ¡qué remedio! Son como unos pequeños ninjas del sabor, se cuelan entre las papilas gustativas y ¡zas! ¡Amargo desarmado! Es como si fueras un mago del sabor y con tu varita mágica cambiaras un limón agrio en un flan de caramelo. Es algo digno de un premio Nobel de la cocina.

Pero ojo, ¡no cualquier especia! Mi abuela Pepita, que en paz descanse, usaba canela en el café, ¡y parecía que estaba tomando un brebaje mágico de la selva amazónica! No, para mi, la mejor es el cardamomo, es algo tan sublime como ver a un gato persiguiendo un puntero láser a las 3 AM.

Te cuento: ayer mismo estaba haciendo un curry (con más jengibre del que debería haber usado, lo admito). ¡Casi me arranca la lengua! Tuve que recurrir a un montón de cilantro fresco, ¡que tiene un sabor increíble, como si una fiesta hubiera explotado en mi boca!

Otros neutralizadores del amargor: Ácidos (como el limón, ¡irónico, ¿verdad?), sal y, creedme o no, ¡hasta un poco de grasa puede ayudar! Un poco de aceite de oliva ayuda al amargor a esconderse como si fuera un ratón en el granero de tu abuela.

  • Azúcar: ¡El clásico!
  • Especias: Canela, cardamomo… ¡experimenta!
  • Hierbas: Cilantro, perejil… ¡frescura al poder!
  • Ácidos: Un toque de limón, ¡sorprendentemente eficaz!
  • Sal: Equilibra el sabor.
  • Grasa: Aceite de oliva, ¡ayudante secreto!

¡Ah, y casi se me olvida! Mi vecina, la señora Dolores, jura que el amor también neutraliza cualquier sabor amargo. Pero eso ya es otra historia… y requiere una copa de vino, ¡que el amargor no tiene nada que hacer contra el tinto!

¿Cómo sacar el sabor amargo de una comida?

¡Ay, Dios mío, qué desastre! Esta comida está amargísima… ¿qué hago? ¡Espera! Recordé algo… ¡sal! Sí, una pizca de sal, eso siempre ayuda. Prueba con eso, a ver…

Ya probé la sal… sigue igual de amargo… ¡maldita sea! ¿Qué más? ¡Ah, ya sé! Mi abuela siempre usaba bicarbonato… ¿para esto? Será buena idea. A ver qué pasa…

¡Funcionó! Magia. Bueno, química, supongo. Bicarbonato de sodio al agua de cocción o directamente, dicen. ¡Menos mal! Casi tiro la comida a la basura.

  • Sal: Equilibra sabores. Genial para el amargor leve.
  • Bicarbonato: ¡Neutraliza ácidos! Para amargor intenso. Eso sí, con cuidado, no es que vaya a explotar, pero… mejor poquito.
  • Azúcar: ¡Espera! ¿Azúcar? Se me olvidaba. Sirve también en algunos casos.

Recuerdo el curry de mi tía Elena en 2024, ¡qué horror! Amárgo, amargísimo. Me salvó un buen puñado de azúcar, ¡qué locura! Nunca lo olvidaré. Añadí más azúcar… que si no… Ahora que lo pienso… ¿qué más podía haber hecho? No sé, tengo el cerebro frito de tanto pensar en la comida… Más tarde haré una lista de trucos.

A ver, ideas:

  • Agregar algún ingrediente ácido (contrarrestando el ácido con otro ácido, vaya) – limón? No sé…
  • ¿Más especias? ¿Cúrcuma? ¿Jengibre? Pero, ¿eso lo solucionaría?
  • Probar con un poco de leche o crema…
  • ¡Mierda! Me olvidé de apuntar la receta… ¡la comida ya se acabó!

En resumen: Sal y bicarbonato son tus amigos. Y el azúcar, en casos extremos.

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