¿Cuánto tiempo tiene que pasar para que una comida te caiga mal?
La digestión completa puede tomar entre 2 y 5 días. El tiempo que tarda la comida en recorrer el colon es de unas 36 horas. Factores individuales influyen en la duración total del proceso digestivo.
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¿Cuánto tiempo tarda en sentarme mal una comida?
Ay, ¡qué tema! ¿Cuánto tarda en sentarme mal una comida? Uf, depende tanto de cada persona, ¿no?
Según la Mayo Clinic, el viaje completo de la comida, desde que entra hasta que sale, puede tardar entre dos y cinco días. ¡Casi nada! Pero, a ver, no es tan lineal como suena.
Por ejemplo, a mí, una vez comí unos tacos callejeros en Guadalajara un martes por la noche y… bueno, digamos que el jueves por la mañana no fue mi mejor momento. No creo que tardara 36 horas exactas, pero sí, mi cuerpo me avisó que algo no le gustó para nada. Digamos que la velocidad con la que mi cuerpo procesa la comida, a veces, me sorprende.
¡Eso sí, 36 horas es lo que tardan en moverse por el colon! O sea que, la cosa es que cada cuerpo es un mundo y la comida, pues, hace su propio recorrido.
¿Cuánto tiempo tiene que pasar para que un alimento te haga daño?
¡Ay, amigo! ¿Que cuánto tarda un bocado en transformarse en drama intestinal? Pues mira, depende del “artista invitado” que se haya colado en tu plato.
¡Atención, estómagos sensibles! Si pillas algo contaminado con virus (ya sea comida, agua o incluso el grifo, ¡ojo con lamer el grifo!), prepárate para un show de 18 a 36 horas. ¡Más lento que un caracol con reuma!
Si el culpable es una bacteria revoltosa que andaba de fiesta en un pollo, huevo o queso, ¡agárrate! El espectáculo puede empezar entre 6 horas y 6 días. ¡Más impredecible que mi abuela jugando al bingo!
¡Pero ojo al dato! No todos los “intoxicaciones” son iguales. Depende de la cantidad de “bichos” que hayas tragado, de lo fuerte que sea tu estómago (el mío aguanta lo que no está escrito, ¡como el de un oso!), y de si eres de los que se toman un Actimel al día (yo prefiero una buena siesta, ¡mano de santo!).
¡Un consejo de amigo! Si te sientes raro, ¡no te automediques! Llama al médico, que ellos saben más que yo (y eso ya es mucho decir).
¡Y un extra! ¿Sabías que…?
- El wasabi no mata las bacterias, ¡solo te hace llorar!
- Lavar el pollo no sirve de nada, ¡solo esparces la bacteria por toda la cocina!
- Dejar la mayonesa al sol es como invitar a una fiesta a todas las bacterias del barrio.
¿Cómo saber si algo me hizo daño?
A veces, en la oscuridad, me pregunto cómo lo sabré. Cómo sabré, de verdad, que algo me hirió.
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El cuerpo habla, dicen. Pero, ¿si no lo escucho? ¿Si lo ignoro, como ignoro tantas otras cosas? Siento que siempre estoy corriendo, huyendo de algo que no sé nombrar. Mi estómago se retuerce, sí, a veces. Pero eso puede ser ansiedad. O el café que me tomo a las tres de la mañana.
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Diarrea, vómitos… lo típico. Lo leí en algún lado, claro. Pero la vida no es un manual. Este año, mi prima estuvo fatal por algo que comió. Yo, en cambio, una vez me empaché de ostras y no sentí nada. Nada más que un ligero mareo, como si el mundo se inclinase un poco hacia la izquierda.
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Malestar estomacal, claro. Eso lo entiendo. Me pasa cuando discuto con mi madre. O cuando recuerdo ese mensaje que nunca envié. ¿Es eso intoxicación? No lo sé. Pero duele igual.
Luego pienso en otras cosas. En esa conversación. En esa mirada. ¿Eso también intoxica? Quizás sí, quizás más que cualquier comida en mal estado.
Me acuerdo de aquel verano… Hace años, en realidad. Trabajaba en un bar de playa. Un día, me sirvieron un plato de pescado que no olía bien. Lo comí. Por no hacer un escándalo. Por no molestar. Estuve vomitando toda la noche. Pero lo peor no fue el vómito. Fue la culpa. La culpa de no haber dicho nada.
¿Qué hacer si creo que comí algo en mal estado?
Malestar. Incómodo. Hidrátate. Bebe agua. Mucha.
Pequeños sorbos si vomitas. ¿Para qué luchar contra el cuerpo? Deja que expulse lo malo.
Electrolitos. Fundamentales. Sales de rehidratación oral. Las venden en cualquier farmacia. Yo prefiero las de sabor limón. Una manía absurda, lo sé.
- Descansa. Tu cuerpo está en guerra. Déjalo pelear.
- Observa. Los síntomas. Su evolución. A veces la quietud revela más que el movimiento.
- Si empeora, médico. No esperes milagros. La salud es frágil. Lo aprendí cuando mi abuela enfermó en 2023.
La vida sigue. Con o sin malestar. Casi siempre sin. Una ironía, supongo. El malestar te recuerda que estás vivo. Qué paradoja.
Este año, en la farmacia de la esquina, vi un cartel sobre intoxicaciones alimentarias. Decía que las bacterias son más resistentes al calor. Una evolución silenciosa. Como la nuestra.
- Vigila la fiebre. Alta. Persistente. Mala señal.
- Sangre. En las heces. En el vómito. Preocupante.
A veces pienso en la fragilidad de todo. Un simple alimento. Un instante de descuido. Y todo cambia. ¿Para bien? ¿Para mal? Quién sabe. El azar es caprichoso. Yo, por ejemplo, siempre reviso la fecha de caducidad. Una obsesión. Desde 2023.
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