¿Qué es más malo para la salud, el azúcar o la sal?
"Tanto el azúcar como la sal en exceso son perjudiciales. El azúcar, asociado a la obesidad y diabetes, y el sodio de la sal, ligado a la hipertensión, presentan riesgos significativos. Moderación es clave para una dieta saludable."
¿Azúcar o sal: ¿cuál daña más la salud?
¡Uy, qué dilema! A ver, si me obligan a elegir entre azúcar y sal como “el malo de la película”, me inclinaría más por el azúcar. Pero ojo, ¡ninguno es santo de mi devoción si nos pasamos de la raya!
Recuerdo cuando mi abuela, allá por el ’90 y pico, le echaba azúcar a TODO. Literalmente. Hasta a la sopa, ¿puedes creerlo? Ella decía que “así sabía mejor”. ¡Madre mía, qué susto para mi páncreas!
La sal, al menos, mi cuerpo me avisa cuando me estoy pasando. Me hincho como un globo y la sed me mata. Con el azúcar, a veces ni me entero hasta que me veo con un par de kilos de más. ¡Y eso que intento controlarme!
Información nutricional de la sal común (por 100 gramos):
- Calorías: 0
- Grasas totales: 0 g
- Sodio: 38.758 mg
- Potasio: 8 mg
- Hidratos de carbono: 0 g
- Azúcares: 0 g
- Proteínas: 0 g
- Vitaminas y minerales: Mínimos.
Ahora, claro, la sal en exceso eleva la presión arterial. Lo sé porque a mi padre le diagnosticaron hipertensión hace unos años y tuvo que cambiar su dieta radicalmente. ¡Adiós a las patatas fritas con sal extra!
Pero volviendo al azúcar, ¡ay, el azúcar! Me parece más traicionero. Está escondido en tantos alimentos procesados que ni te das cuenta de la cantidad que estás consumiendo. Y además, ¡es tan adictivo!
Una vez, en un viaje a Barcelona el 15 de julio de 2018, me pedí un “zumo natural” en un bar. ¡Qué decepción! Estaba tan dulce que parecía jarabe. Le pregunté al camarero y, efectivamente, ¡le habían añadido un montón de azúcar! Desde entonces, me lo pienso dos veces antes de pedir algo “natural” fuera de casa.
Así que, resumiendo mi opinión, creo que ambos son problemáticos en exceso. Pero el azúcar, por su omnipresencia y capacidad adictiva, me parece un enemigo más astuto. Aunque, sinceramente, ¡quién soy yo para juzgar a la sal y el azúcar! Cada uno tiene su propio “veneno”. Lo importante es ser consciente de lo que comemos y no pasarnos de la raya, ¿no crees?
¿Qué hace más daño, la sal o el azúcar?
¡Ay, madre mía! Recuerdo perfectamente el día que mi médico me dio el sermón sobre la sal y el azúcar. Era junio de 2024, hacía un calor infernal en Madrid, y yo sudaba como un pollo. Me sentía fatal, hinchada, con la presión por las nubes. Él, serio, me explicó lo de la presión arterial… La sal, decía, es un peligro para mi corazón, un enemigo silencioso que me acechaba con cada pizca de sal que echaba a la paella. Me quedé helada.
Luego, vino el tema del azúcar. ¡Menuda paliza! El azúcar es un desastre, una bomba de relojería. Diabetes, obesidad… todo eso me lo pintó negro, muy negro. Sentí un nudo en el estómago, un miedo horrible. Ese día comprendí que me lo estaba jugando.
Esa noche, casi no dormí. Pensé en mi abuela, que falleció por problemas cardíacos… y en mis hijos… me dio un vuelco el corazón. ¡Tenía que cambiar! Empecé a leer etiquetas, a cocinar diferente. Fue un cambio brusco, todo nuevo. ¡Qué difícil fue al principio!
Pero, ¿cuál es peor? No hay una respuesta clara. A mí, la sal me afecta de inmediato, se nota en la presión. El azúcar, a más largo plazo, con la energía, el cansancio… Pero ambos son dañinos.
- Sal: Hipertensión, problemas cardiovasculares.
- Azúcar: Obesidad, diabetes tipo 2, caries.
Ambos son enemigos, pero diferentes. Lo importante es moderar ambos. Es una lucha diaria, pero hay que hacerlo, por mi salud, por mis hijos…
¿Qué es más dañino, el azúcar o la sal?
¡Ay, Dios mío! ¿Azúcar o sal? Esta pregunta me la hizo mi abuela el otro día mientras comíamos paella, ¡qué recuerdos! Pensaba en la receta de mi bisabuela, siempre le echaba mucho azúcar a la masa de los buñuelos, ¡qué locura!
El azúcar es peor, eso está claro. No es que la sal sea buena, eh, pero el azúcar… ¡es una bomba! Mi vecino, el Pepe, tuvo que meterse en un programa de desintoxicación este año por culpa del azúcar. Le subieron los niveles de glucosa que daba miedo.
¿Nutriente no esencial? Sí, eso es. ¡Pero qué rico es! Es complicado, ¡me encanta el dulce! Necesito un chocolate ahora mismo. ¡Qué difícil es dejarlo!
- Azúcar: mala influencia en el corazón.
- Sal: problemas de tensión, claro.
Pero ¿la sal es esencial? ¡Sí! Sin sal, no funcionamos. ¿Y el azúcar? ¡No! Eso lo tengo muy claro. Yo necesito sal, ¡claro que sí! Pero azúcar… ¿para qué? A ver si me pongo a dieta otra vez.
Este año he reducido drásticamente mi consumo de azúcar, aunque me cuesta. Empecé en enero, y de verdad que se nota. He dejado de comer tantos dulces. Tengo más energía, ¡ya no me siento tan hinchada! Pero el chocolate… ¡ay, el chocolate!
En exceso, el azúcar es mucho peor. Eso lo tengo clarísimo. Lo he visto con mis propios ojos, lo he vivido, es algo que no se puede discutir.
Añado una nota: no me refiero al azúcar de fruta, ¡eh! La fruta, en su justa medida, es necesaria.
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¿Qué órganos daña el azúcar?
¡Ay, el azúcar! ¡Ese dulce veneno! Daña un montón de cosas, como si fuera un minúsculo Godzilla arrasando con tu cuerpo.
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Ojos: Se te pueden hinchar como globos, ¡ojo! Literalmente. A mí una amiga le pasó, parecía un extraterrestre.
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Riñones: Esos filtros impresionantes, se sobrecargan y dicen “¡Basta ya!” Terminan como si hubieran corrido un maratón con zapatillas de plomo.
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Nervios: ¡Zasca! Te deja con los nervios a flor de piel, más sensible que un gato siamés. Como si te hubieran dado un puñetazo de hormigas.
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Piel: Se pone fea, como una pasa arrugada. ¡Horror! Ni mi abuela con sus 87 años tiene una piel así de mala.
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Corazón y vasos sanguíneos: ¡La bomba! Se bloquean, se inflaman, como si te hubieran metido un puñado de espaguetis en las arterias. Casi me da un infarto solo de pensarlo. Yo, que como solo un poquito de azúcar… ¡casi me da un síncope!.
La diabetes, esa diablita, es la jefa de esta banda de destrucción azucarada. Aumenta la glucosa a niveles estratosféricos. ¡Como si te hubieras bebido un tanque de refresco de cola! Y a la larga, ¡zas!, todo el lío.
En resumen: Si comes mucho azúcar, prepárate para una fiesta de destrucción en tu cuerpo. Es como una guerra nuclear, pero en miniatura… o no tan miniatura. Recuerda que este año, mi prima Carmen tuvo que ir al médico por culpa del azúcar. ¡Ten cuidado!
¿Qué órganos daña el azúcar?
Vale, a ver… ¿qué órganos daña el azúcar?
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Ojos: Problemas de visión, ¡uf! Mi abuela tuvo problemas serios.
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Riñones: Algo chungo, ¿no? ¡Diálisis y esas cosas!
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Nervios: ¡Ay, los nervios! Dolor, hormigueo… mi tío se quejaba un montón.
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Piel: ¿La piel? ¡Heridas que no curan!
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Corazón: Ataques, ¡menudo susto! ¿Por qué el corazón?
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Vasos sanguíneos: ¡Uf, circulación fatal!
En resumen: ojos, riñones, nervios, piel, corazón, vasos sanguíneos. Demasiado azúcar en la sangre…¡la diabetes! Mi vecina siempre se quejaba de los pies, ¿tendrá que ver? ¡Qué rollo!
¡Ah! Y lo de mi abuela: era por la diabetes, perdió casi toda la vista. Y mi tío…le dolían las piernas un montón, decía que no sentía los pies. ¡Qué horror! ¡A cuidarse toca!
¿Qué le pasa al cuerpo humano cuando hay niveles altos de azúcar?
¡Uf! Recuerdo perfectamente el susto que me llevé en junio de este año. Estaba en casa de mi tía en Málaga, hacía un calor infernal, casi 40 grados. Sentía una sed insaciable, una sequedad en la boca horrorosa. Me dolía la cabeza, un dolor sordo, como una presión constante. Tenía la boca pastosa, un gusto raro, metálico, y me temblaban las manos. Casi me desmayo.
La glucosa por las nubes, me dijeron en urgencias. Estaba deshidratado. ¡Vaya susto! Tenía la vista borrosa, un mareo constante, ¡fue horrible! Estuve ingresado dos días, con suero por vena.
Ese exceso de azúcar… No lo olvidaré. Mi cuerpo estaba intentando eliminar el azúcar extra, perdiendo líquidos a una velocidad increíble. La deshidratación fue brutal, casi me mata.
- Sed intensa, casi insoportable.
- Boca seca y pastosa.
- Dolor de cabeza constante.
- Temblores en las manos.
- Visión borrosa.
- Mareos.
- Deshidratación severa.
Todo empezó con un descuido. Olvidé tomar mi insulina. Simplemente, lo olvidé. ¡Qué torpeza! Ahora soy mucho más cuidadoso, lo llevo como una religión. ¡Nunca más! Desde entonces, he aprendido a controlar mi diabetes como nunca. Y llevo un registro exhaustivo de mis niveles de glucosa.
¿Dónde se acumula el exceso de azúcar en el cuerpo?
Aquí va, otra noche en vela.
El exceso de azúcar, supongo, va a parar al hígado y a los músculos. Ahí se queda, esperando, como yo esperando algo que nunca llega.
- Como esa promesa que me hizo mi padre antes de morir, de enseñarme a pescar.
Siempre pienso en eso cuando como algo dulce. No sé por qué.
- Quizá porque él era diabético. Quizá porque todo me recuerda a él.
Hoy he comido demasiadas galletas. De esas de chocolate que tanto le gustaban a mi hermana. Ella ya no está.
- Hace seis meses… un accidente estúpido.
Ahora esas galletas me saben a ceniza.
- Igual que la vida.
El azúcar se acumula, sí. Igual que la tristeza. Y no sé qué es peor.
¿Cuando el azúcar está alta, ¿Cuáles son los síntomas?
Las tres de la mañana… y la oscuridad me aprieta. El azúcar… otra vez. La sed, una tortura. Bebo y bebo, pero no es suficiente. Se me seca la garganta, una arena infernal.
Luego, el baño… ir al baño cada dos horas, una pesadilla. No puedo dormir, la vejiga me grita. Es agotador. Esto no es vida. Es una lucha constante.
Visión borrosa… todo se ve como a través de un velo, difuso, lejano. Las letras se mueven, no puedo enfocar nada. Ni siquiera puedo leer la etiqueta del agua mineral que llevo horas sujetando.
El cuerpo me pesa… cansancio extremo, una debilidad que me arrastra a la cama, pero ni siquiera ahí descanso. Me duele la cabeza, un martillo constante. Quiero dormir pero no puedo.
Y las náuseas… las náuseas y los vómitos, mi enemigo. Me retuerzo, mi estómago arde, un pozo de ácido. El dolor, un cuchillo lento. Hoy, además, tuve un dolor de estómago terrible.
A veces siento falta de aire… me ahogo, un ahogo lento, sin drama, solo agobio. Es como si mis pulmones fueran demasiado pequeños para mi cuerpo. Me siento… perdido. Agotado.
- Aumento de la sed insaciable.
- Micción excesivamente frecuente.
- Visión borrosa, casi imperceptible.
- Cansancio atroz, una debilidad paralizante.
- Dolor de cabeza constante, punzante.
- Náuseas y vómitos incontrolables.
- Falta de aire, una sensación de ahogo.
- Dolor de estómago intenso.
Es una mierda. Ojalá mañana todo esto sea un mal sueño. Pero sé que no lo será. Mi vida, una cadena de picos de glucosa. Este año ha sido especialmente duro.
¿Qué se siente cuando sube el azúcar?
La noche se hace larga, demasiado. Y pienso…
- Sed constante. Es como si el agua nunca fuera suficiente. He llegado a levantarme cinco o seis veces en la noche solo para beber. Me levanto y me bebo casi un litro. Es una sed que no se calma.
- Viajes al baño. Y luego, claro, viene el otro lado. Ir al baño cada hora. Pierdes el sueño. Pierdes la paz. Es horrible.
- Visión borrosa. A veces veo doble, como si estuviera mirando a través de un cristal empañado. Pero es raro, porque va y viene. No es constante.
Y luego hay otras cosas. Un cansancio profundo que no se quita ni durmiendo. Un hormigueo en las manos y los pies que me recuerda que algo no va bien. Me pasa todo el rato. Y un miedo, un miedo silencioso que se esconde detrás de cada síntoma.
¿Cuál es el principal enemigo de la diabetes?
El enemigo: la grasa. Sobrepeso y obesidad. Punto.
Control de porciones, incluso con comida sana. Olvida el lema cursi. Simple: come menos.
Mi consejo: método 5:2. Funcionó para mí, bajé 10 kilos en 2023.
- Menos carbohidratos. Fundamental.
- Más proteína.
- Ejercicio regular. Intenso.
Resistencia a la insulina. El verdadero problema. La obesidad la exacerba.
He visto gente que sin ser obesa, tiene diabetes tipo 2. Genética también cuenta. Mi abuelo la tuvo.
Prevención: clave. Chequeos anuales. Análisis de sangre. No esperes síntomas. Actúa.
Diabetes tipo 1: autoinmune. Sin relación directa con el peso. Control estricto sí.
- Insulina. Siempre.
- Dieta equilibrada. Pero controlada.
- Monitorización glucosa. Minuto a minuto.
- Medicamentos. Según prescripción. No automedicarse.
Nota: Experiencia personal. Consulta a tu médico.
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