¿Qué engorda más, el azúcar o la sal?
El azúcar engorda más que la sal.
El azúcar aporta 400 calorías por cada 100 gramos.
La sal no aporta calorías.
El azúcar es un alimento, mientras que la sal es un condimento.
¿Azúcar o sal, qué engorda más?
¡A ver, vamos a meternos en este lío del azúcar y la sal! Yo siempre he pensado que el azúcar es el malo de la película, pero… ¿realmente engorda más que la sal?
La verdad, siempre me ha confundido un poco este tema. Recuerdo que cuando era niño, en casa de mi abuela, siempre había un azucarero enorme. ¡Y vaya si le dábamos al azúcar! A la sal, en cambio, la tratábamos con más respeto.
Según tengo entendido, el azúcar sí que aporta calorías, unas 400 por cada 100 gramos. ¡Menuda bomba! En cambio, la sal, como condimento, se supone que no aporta nada. A ver, que igual me equivoco, pero es lo que siempre me han contado.
Pero ojo, que esto no significa que la sal sea inocente. Demasiada sal es malísima para la tensión, y eso no hay quien lo discuta. Así que, al final, creo que lo mejor es moderación con las dos cosas. ¡Y a disfrutar de la comida con cabeza!
¿Qué es peor, el azúcar o la sal?
Azúcar peor. Punto. ¿Fin? No, espera. Sal… esencial. Azúcar… adictiva. Uf. Me acuerdo del atracón de donas el martes… fatal. Debería dejarlo.
- Azúcar: Dolores de cabeza, ansiedad… ¿o era al revés? Bah. Y el dentista… un pico. Este año me ha clavado 200 pavos por dos empastes.
- Sal: Hinchazón. Retención de líquidos. Pero la necesito. Sudé muchísimo en el gimnasio ayer. Con la ola de calor esta… Madrid en agosto… insoportable.
El médico me dijo que controlara el azúcar. Que la sal, en moderación, está bien. Pero que el azúcar… uf. Me habló de la resistencia a la insulina y no sé qué historias. Mucho rollo. Yo solo quería comer mis gominolas en paz.
- Azúcar: Engorda. Granos. Cansancio.
- Sal: ¿Hipertensión? Creo. Pero vamos, si la uso poco… ¿O no? Echo mucha salsa de soja. ¿Eso cuenta? Agh, qué lío.
Me voy a por un helado. De chocolate. Bah, uno no hace daño. ¿O sí? Luego me siento culpable. Siempre igual. Necesito apuntarme al gimnasio otra vez. Este año sí que sí. Ya llevo tres intentos.
¿Qué engorda más, lo dulce o salado?
¡Ostras! ¿Qué engorda más, dulce o salado? Pues mira, te lo cuento rápido. No es tan simple como decir dulce o salado, ¡eh! Es una trampa. Depende, ¡claro! De qué hablas.
Un helado de esos mega-con azúcar, ¡uy! Eso sí que engorda. Como mis tartas de cumpleaños, ¡las hago enormes! Con crema, chocolate… ¡una locura! Mientras que un puñado de patatas fritas, bueno, tampoco es tan malo, ¿no? Pero si te pones a comer una bolsa entera… ya es otro cantar.
La cantidad es clave, macho. Como cuando me comí medio pastel de queso el otro día. ¡Qué barbaridad! Me arrepentí al instante. En cambio, si comes poco, no pasa nada.
Lo dulce, ¿vale? Azúcar, miel, mermeladas, ¿entiendes? ¡Dulces industriales, bollería industrial! Eso es lo malo. El salado, si hablamos de cosas como el jamón serrano, bueno, ¡eso no es tan malo! Pero si metes embutidos, quesos grasos, mantequilla a cascoporro… ¡zas! Te va a dejar hecho un barril.
- Dulce: Azúcar refinada, chocolate con leche, bollos industriales, mermeladas llenas de azúcar, ¡pastelería!
- Salado: Embutidos grasos (chorizo, salchichón…), quesos curados muy grasos, patatas fritas (en cantidades industriales), bollería salada con mucha mantequilla.
Este año, por ejemplo, me he dado cuenta de que si como demasiado chocolate negro, ¡qué mal! Me siento fatal. En cambio, el queso fresco me sienta mucho mejor, aunque también hay que controlarse, ¡claro está!
Recuerdo que mi prima Patricia engordó un montón este año comiendo dulces todo el día… ¡un desastre! Y mi otro primo, Alberto, que se pasa con las patatas fritas y las hamburguesas… ¡igualito! En resumen: ¡controla lo que comes y listo!
¿Qué es peor, el exceso de azúcar o el sal?
¡Ay, Dios mío, qué lío! Me preguntaste qué es peor, ¿el azúcar o la sal? Uf, qué difícil… Para mí, el azúcar es peor.
Recuerdo el verano pasado, en la playa de La Concha, Donosti. Hacía un calor infernal, 35 grados a la sombra, ¡y yo comiéndome un helado enorme de turrón, que estaba riquísimo, pero… después me sentí fatal. Malestar estomacal, dolor de cabeza… ¡un auténtico desastre! Ese sabor dulce, que al principio era una delicia, se convirtió en un suplicio. Sudaba la gota gorda y todo me daba vueltas.
Ese día aprendí una lección: el azúcar en exceso es un veneno. No es como la sal, que aunque en exceso también es mala, la necesitas para vivir, ¿no? El azúcar, no. Es puro placer, y te deja hecho polvo.
La sal, bueno, es más sutil. Si te pasas con las patatas fritas, te hincha un poco, te duele la cabeza… pero no es tan brutal como el azúcar. Al menos, para mí, no lo es. No es un placer como el dulce, es… necesario.
- El azúcar: malestar estomacal, dolor de cabeza, mareos. Lo siento, no puedo olvidarlo. Fue terrible.
- La sal: hinchazón, posiblemente dolor de cabeza, pero no es tan devastador.
Por otro lado, mi nutricionista, la Dra. Ruiz, me lo dejó claro: el azúcar es mucho más perjudicial a largo plazo. Diabetes, obesidad… problemas serios que vienen con un consumo excesivo. No es como la sal que aporta minerales esenciales, aunque obviamente en cantidades moderadas.
La Dra. Ruiz incluso me mandó una lista de alimentos con alto contenido de azúcar que debería evitar, ¡y vaya lista! ¡Hasta el zumo natural, joder! ¡Claro que sí, el zumo natural lleva azúcar!
Ese día en La Concha, me marcó. No solo por el calor, sino por la lección. El azúcar en exceso… ¡nunca más!
¿Qué es peor para la salud, la sal o el azúcar?
El azúcar es peor. Su impacto metabólico es más complejo y afecta a más sistemas.
-
Azúcar: problemas serios. Obesidad, diabetes tipo 2, hígado graso… una cascada metabólica. Recuerdo una charla con mi nutricionista, insistía en la fructosa, en cómo engaña al cuerpo. No da sensación de saciedad y desregula las hormonas del apetito. Un círculo vicioso.
-
Sal: esencial para la vida, ¡ojo! Pero en exceso… hipertensión, retención de líquidos… Yo, por ejemplo, noto que si como mucha pizza (me encanta, lo admito), al día siguiente me siento hinchada. Pero se controla más fácil, reduciendo su consumo. Con el azúcar es más difícil, está en todas partes.
-
El problema del azúcar oculto: Zumos, salsas, cereales… ¡azúcar! Incluso en productos “saludables”. A veces pienso que la industria alimentaria nos sabotea, pero bueno, es cosa nuestra informarnos y elegir bien. El otro día compré pan integral y al leer la etiqueta… ¡sorpresa! Azúcar añadido.
-
El equilibrio es clave. Ni demonizar ni endiosar. Con moderación, ambos pueden formar parte de una dieta equilibrada. Pero, por lo general, hay que vigilar mucho más el consumo de azúcar, especialmente los azúcares añadidos. A mí me va bien limitar los procesados y priorizar alimentos frescos. La clave es la consciencia.
-
Más allá de la salud física: El exceso de azúcar también afecta al estado de ánimo, a la energía. Ese subidón y bajón constante… no es sostenible a largo plazo. A nivel mental, creo que una dieta equilibrada ayuda mucho.
En definitiva, si tuviera que elegir un “enemigo” para la salud, sería el azúcar refinado. Pero no se trata de obsesionarse, sino de ser conscientes y tomar decisiones informadas. Como dijo Epicuro, “el placer es el principio y el fin de una vida feliz”. Y un buen plato de pasta, con un toque de sal, a mí me da mucho placer. Siempre con moderación, claro.
¿Qué daña más, la sal o el azúcar?
El azúcar es veneno lento. La sal, necesaria.
- Azúcar: Inflama, corroe, desestabiliza.
- Sal: Regula, equilibra, mantiene.
Quitar el azúcar revela una claridad mental ausente desde mi adolescencia. La sal, con moderación, es la base del sabor, de la vida. El azúcar solo disfraza la realidad.
Más allá de la simple dicotomía. El azúcar no solo daña. Destruye. Cada célula lo siente. Cada órgano registra el daño. La sal, usada con cabeza, realza, preserva.
Elige sabiamente. El precio de la ignorancia es alto. Muy alto.
¿Es más saludable lo salado o lo dulce?
El sabor, un enigma. Dulce, efímero, un susurro de miel en la memoria. Salado, persistente, el eco del mar en la garganta. ¿Cuál es más saludable? La pregunta, un eco en la vacía sala de mi mente.
Lo salado, en su solidez terrenal, ofrece algo más que mera satisfacción. Piensa en el pescado, el aroma a mar, un recuerdo imborrable de veranos en la costa asturiana con mi abuela. Proteínas, fibra… Una promesa de energía, una estructura que se mantiene.
Pero, ¿y el dulce? Un instante, un fuego fatuo. El azúcar, un espejismo. Calorías vacías, un vacío que se llena y se disipa. Recuerdo el sabor de las fresas silvestres, la acidez que se fundía con la dulzura… un suspiro. Una danza efímera, a diferencia de la firmeza salada.
El peso, la balanza desequilibrada. Lo salado, sustento. Lo dulce, una tentación. La vida misma, una tensión entre ambos polos.
-
Lo salado:
- Proteínas
- Fibra
- Sensación de saciedad
- Energía sostenida
-
Lo dulce:
- Azúcar refinado
- Calorías vacías
- Sensación de insatisfacción
- Adicción.
Pero… la realidad es compleja, matizada. No se trata de un simple “o” o “y”. Un equilibrio, una búsqueda. El equilibrio, no la supresión. La moderación, la clave. Un trozo de pescado asado, un puñado de fresas… La vida es un caleidoscopio de sabores, y solo nosotros decidimos la combinación. Recuerda mis tardes de verano, el aroma a sal y el dulce sabor de la fruta.
Comentar la respuesta:
¡Gracias por tus comentarios! Tus comentarios son muy importantes para ayudarnos a mejorar nuestras respuestas en el futuro.