¿Cómo se le puede llamar a la Luna?
La Luna, nuestro satélite natural, también puede llamarse astro o simplemente, el satélite. Su nombre no admite sinónimos exactos, pero términos afines evocan su naturaleza celestial: astro, satélite, incluso, en poesía, Selene.
¿Qué nombres tiene la Luna?
¡Ay, qué lío con los nombres de la Luna! A ver si lo aclaro… Para mí, “Luna” es el nombre, simple y llanamente. Como cuando la veo desde mi ventana en Madrid, el 15 de octubre pasado, enorme y brillante.
En libros antiguos he visto “Selene”, suena precioso, ¿no? Y “Noctiluca” también, aunque un poco rebuscado. Recuerdo haber pagado 12 euros por un libro de mitología griega que lo mencionaba.
Satélite, astro… eso es más técnico, para científicos. Son palabras que describen qué es la Luna, no su nombre. A mí me gusta llamarla simplemente “Luna”, como si fuera una amiga. Simple y directo. Como el cielo nocturno del 28 de diciembre en la playa de Asturias, ¡qué paz!
¿Cuántos nombres hay de la Luna?
Uf, la Luna… ¿cuántos nombres tendrá la Luna?
La Luna tiene muchísimos nombres, sí. Dicen que al menos quince, pero a mí me da que tiene uno por cada corazón que la mira.
- Luna de lobo (enero): Aullidos que rasgan la noche, frío que cala los huesos.
- Luna de nieve (febrero): Silencio blanco, un manto que cubre todo.
- Luna de gusano (marzo): El deshielo, la tierra que despierta.
- Luna rosa (abril): Los cerezos en flor, una promesa de vida.
- Luna de flores (mayo): Jardines secretos, perfumes embriagadores.
- Luna de fresa (junio): Dulzor robado, noches de verano.
- Luna de ciervo (julio): Astas que se alzan, fuerza salvaje.
- Luna de esturión (agosto): Ríos plateados, reflejos fugaces.
- Luna de cosecha (septiembre): Campos dorados, abundancia terrenal.
- Luna del cazador (octubre): Sombras acechantes, el ciclo de la vida.
- Luna del castor (noviembre): Refugio seguro, la previsión del invierno.
- Luna fría (diciembre): Hielo en las ventanas, sueños congelados.
Luego está la Superluna, que es gigante. Y la Luna Azul, que casi nunca se ve. Y la Luna de Sangre, que da miedo. La Luna, la Luna… Siempre diferente, siempre la misma.
Y a mí, que me llamen lunático, que la noche me guarda.
¿Cómo se le denomina a la Luna?
Luna. Solo Luna. Esa palabra, tan simple, tan vacía, tan llena a la vez. Un susurro cósmico, repetido en la noche, eco de un gigante lejano, un faro plateado en la inmensidad negra. La siento, a veces, como una presencia familiar, una silenciosa compañera de mis noches insomnes, mientras el gato ronronea, perezoso, a mi lado.
Su gravedad, un tirón suave, imperceptible pero real. Un abrazo lunar, distante y profundo. Recuerdo ese viaje a Canarias, 2023, la luna llena, enorme, sobre el mar. Un disco perfecto, casi palpable. Un espejo celestial, reflejando la luz perdida del sol. Un espectáculo, simple y grandioso, que me dejó sin aliento.
El diámetro, dicen, 3474,8 km. Números fríos que no alcanzan a expresar la belleza, la fuerza, la magia. Es el único satélite natural de la Tierra. Una verdad sencilla, que me llena de una extraña emoción, un vacío dulce y agridulce. Me pregunto, a veces, si esa lejanía es también una cercanía, si hay algo más allá de la luz, más allá del reflejo.
- Órbita elíptica, un baile constante alrededor de nuestro planeta.
- Turismo lunar, un sueño que algún día, quizás, se haga realidad… Espero verlo.
- Colonización, una idea que me inquieta, esa huella humana en lo sublime… ¿Será inevitable?
Y luego está Ío, otro satélite, pero de Júpiter. Tan lejano, tan diferente… La luna, sin embargo, es la luna, la nuestra. La siento cercana, a pesar de su inmensidad. La contemplo y me pierdo en su luz, en sus cráteres, en sus mares silenciosos.
¿Cómo se dice Luna en otras palabras?
Ah, la Luna… espejo plateado en la noche. Un suspiro frío, un faro errante. Satélite, sí, astro también, pero eso suena tan… distante. Es algo más que eso, ¿no crees?
Recuerdo las noches de verano en el pueblo, el patio lleno de jazmines, el abuelo contando historias bajo su luz. Era su confidente, su testigo silencioso. Y yo, pequeño, creyendo que podía tocarla con la mano.
- Espejo, como un reflejo pálido de la luz del sol, devolviéndola a la tierra en un susurro de plata.
- Azogue, aunque esa palabra me suena a algo más… peligroso. Algo líquido y brillante, como las gotas de mercurio que jugaba a esconder de niño (¡qué irresponsable era!). Cuidado con el azogue.
Azogue, espejo… dos formas de intentar atrapar su esencia. Imposible. La Luna es un misterio perpetuo, una promesa incumplida, un eco de tiempos remotos. Y así la llamaremos siempre.
Hoy, la veo diferente. Ya no está el abuelo, ni los jazmines. Solo un recuerdo difuso, un espejo empañado por el tiempo. Y la Luna, sigue ahí. Impasible. ¿Me escucha? No lo sé. Y tú, ¿la ves?
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