¿Cómo se quita el ácido de la sangre?

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Para reducir el ácido úrico:

  • Limitar carnes rojas y mariscos.
  • Máximo dos raciones de fruta diarias, evitando las ricas en fructosa (higos, brevas, caquis, cerezas, ciruelas, dátiles, manzana, pera).
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Vale, aquí va mi intento de editar eso sobre cómo bajar el ácido úrico, dándole un toque más personal y menos…libro de texto. A ver qué te parece:

¿Cómo demonios bajar el ácido úrico? (Te lo cuento desde mi experiencia…)

A ver, hablemos claro. ¿Ácido úrico alto? ¡Uf, menuda lata! A mí me lo diagnosticaron hace un tiempo y, la verdad, al principio estaba perdidísimo. Me sonaba a chino. Pero bueno, investigando, preguntando al médico, probando cosas… he ido aprendiendo un par de trucos que, por lo menos a mí, me han servido.

Lo primero que me dijo el médico fue: “Ojo con lo que comes, chaval.” Y tenía razón. Porque parece ser que lo que metemos en el cuerpo influye muchísimo en esos niveles de ácido úrico.

Por lo que he entendido, la cosa va más o menos así:

  • Adiós, carnes rojas y mariscos (con el corazón partío…). A ver, ¿a quién no le gusta un buen chuletón o unas gambitas al ajillo? Pues a mí, el primero. Pero toca contenerse, porque son un chute de purinas, que luego se convierten en ácido úrico en nuestro organismo. ¿Qué le vamos a hacer, no? Sacrificios…
  • Fruta, sí, pero con moderación (y ojito con las “malas”). Esto me sorprendió un montón. ¡Con lo sana que es la fruta! Pero resulta que algunas, sobre todo las que tienen mucha fructosa, como los higos (¡qué ricos!), las brevas, los caquis (que me encantan en otoño), las cerezas (en temporada me vuelven loco), las ciruelas, los dátiles… incluso la manzana y la pera… pues, ojo, que también pueden subir el ácido úrico. Me dijeron que como mucho, dos raciones al día. ¿Dos raciones? ¡Pero si yo me comía dos manzanas de una sentada! Toca reajustar, supongo.

Ahora, te cuento una anécdota. Recuerdo que después de que me diagnosticaran, fui a casa de mi abuela. Ella, que siempre tiene la solución para todo, me preparó un guiso de carne de esos que hacen chuparse los dedos. ¡Qué tentación! Pero claro, la miré a los ojos y le dije: “Abuela, te quiero mucho, pero hoy no puedo. El ácido úrico, ya sabes…” Se lo tomó bien, la verdad. Y me hizo una ensalada riquísima.

En fin, que esto es un poco lo que he ido aprendiendo. No es una ciencia exacta, y cada cuerpo es un mundo. Pero por lo menos, espero que mi experiencia te sirva de algo. ¿Y tú? ¿Qué haces para mantener a raya el ácido úrico? Me encantaría saber tus trucos. ¡Cuéntame!