¿Cómo corregir el exceso de sal?

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¡Comida muy salada? No te preocupes. Añade líquido (agua, caldo, leche) para diluir la sal. O equilibra el sabor con un toque de limón, vinagre, azúcar o unas papas cocidas. ¡Buen provecho!

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¿Cómo eliminar el exceso de sal de la comida?

Uff, me ha pasado. Ese momento en que la comida tiene tanta sal que parece el mar Muerto… Un desastre. Me acuerdo una vez, haciendo paella en casa de mis padres (15 de julio, hace un par de años), puse demasiada sal. Casi lloro.

Intenté arreglarlo echando más agua, pero la paella quedó aguada, fatal. Mi madre, que es una cocineraza, me dijo que echara patata. Corté una patata en rodajas y la cociné un rato en la paella. Absorbió bastante sal, aunque no del todo.

Otra vez, haciendo lentejas (20 de enero, este año) me pasé con la sal. Como eran lentejas estofadas, añadí un chorrito de vinagre de manzana. No quedó perfecto, pero sí bastante mejor, disimuló lo salado. Ese truco me lo enseñó mi abuela.

Creo que lo del limón funciona bien en sopas o guisos con caldo. El azúcar, pues no sé, nunca lo he probado, me da cosa que quede dulce-salado, una mezcla rarísima. Depende del plato, supongo.

¿Cómo eliminar exceso de sal comida?

Añade líquido (agua, caldo, leche), patata cocida, limón, vinagre o azúcar. Ajusta según el plato.

¿Qué hacer si me paso de sal?

¡Ay, madre mía, qué desastre! Te pasaste de sal como si fueras un minero en las minas de sal de Cardona ¡y no es broma!

Primero, ¡a calmarse! No te vayas a infartar de un solo golpe. No es el fin del mundo, aunque parezca que sí. Lo primero que debes hacer es:

  • Añadir líquido a mansalva: Agua, claro, pero ¡ojo!, si es un guiso, un caldo potente o hasta leche ¡puede ser la salvación! Si es una sopa… ¡pues más sopa! A lo loco, que no se note.
  • El contraataque: Ácido contra salado. Limón a chorros, vinagre como si fuera agua bendita, ¡o azúcar si es que la comida es una locura salada tipo “desierto del Sahara”! A ver si así compensamos el daño. Si no tienes nada de eso, ¡mira que te digo! ¡Unas patatas cocidas! ¡Sí, patatas! Absorben la sal como esponjas.

Pero recuerda, amigo mío, ¡la prevención es mejor que la cura! Ayer mismo, le puse a mi estofado de lentejas (que por cierto me salió de muerte, ¡qué rico!) la sal poco a poco, como mi abuela me enseñó, probando con cautela, y ¡qué bien!

¡Extra consejos de mi suegra, que es una experta (o eso dice ella)!:

  • Si es un plato con carne, intentar que la carne absorba el exceso de sal. Lo mejor es añadirle más trozos de carne cruda para que le quite la sal al caldo.
  • ¡No tires la comida! Si es un guiso, siempre se puede añadir algo para que cambie el sabor, como una crema. No lo hago normalmente, pero podría funcionar.
  • No lo hagas como yo una vez, que por intentar enmascarar la sal con especias terminé con una mezcla nuclear… Eso sí que fue un desastre.

¿Qué neutraliza el sabor de la sal?

Aquí, en la oscuridad, me pregunto…

La sal… cómo dominarla.

  • Especias. Sí, especias. Comino, pimienta… recuerdan a la cocina de mi abuela. Ella siempre le echaba demasiado sal a la sopa. Yo la comía igual, por ella.

  • Curry. Cúrcuma. Pimentón. La despensa de mi madre. Ahora entiendo por qué condimentaba tanto. ¿Lo hacía por mi abuela también?

  • Ajo en polvo, cebolla en polvo… lo fácil. Lo que uso yo. Porque no tengo tiempo. Porque… porque a veces ni siquiera quiero cocinar.

Reemplazan la sal. O la disfrazan. ¿Pero la neutralizan de verdad? ¿O simplemente la ocultan, como yo hago con mis propias… sales?

Información adicional que me brota ahora, de repente:

  • Un poco de limón, a veces, engaña al cerebro. Como cuando crees que todo va bien.
  • Azúcar. Una pizca. Lo justo para endulzar la amargura. La vida es un café demasiado cargado. Necesita un poco de azúcar. Lo sé bien.
  • Y… a veces, nada funciona. A veces, solo hay que aceptar el sabor salado. La sal. Las lágrimas.

¿Cómo saber si tengo exceso de sal en mi cuerpo?

Sed excesiva. Punto.

Hinchazón. Notable, persistente. Manos, pies, tobillos.

Presión arterial alta. Un clásico. Compruébalo.

  • Dolor de cabeza: Pulsátil, insistente. No lo ignores.
  • Rigidez muscular. Tensión. Incomodidad.
  • Cambios en la micción. Retención de líquidos. Observa.

Recuerdo este verano, en Murcia, una ola de calor brutal. Deshidratación severa, a pesar de beber agua constantemente. La sal, la clave. Demasiada. Debilidad extrema. Aprendizaje forzoso. Ahora, controlo la ingesta con rigor. Mineral esencial, sí, pero letal en exceso. Investiga sobre el balance electrolítico. Importancia capital.

¿Cómo corregir el punto de sal en un guiso?

¡Uf, el guiso salado! A ver, ¿cómo arreglarlo sin tirarlo todo a la basura? Me ha pasado mil veces, sobre todo cuando voy con prisas…

  • Papas: ¡Claro! Pelar una papa grande y a trozos gordos. La echas al guiso y se chupa la sal como una esponja. Luego la sacas, ¡eh!, no te la vayas a comer así, toda salada.

  • Agua o caldo: Más líquido, menos sal, ¿no? Pero ojo, que no quede aguachirri. A mí me gusta más el caldo, le da más sabor… ¿O será que tengo manía al agua?

  • Vinagre o limón: Un chorrito, ¡eh!, que no queremos un guiso agrio. Esto me lo contó mi abuela, que era la reina de los fogones. Decía que el ácido disimula la sal… ¿Será verdad? Yo lo he probado y a veces funciona.

  • Azúcar: ¡Un pelín! Como una pizca. Demasiada azúcar y el guiso sabe raro, raro, raro…

A ver… ¿Qué más se puede hacer? Ah, ya me acuerdo. Mi tía le echa un poquito de leche o nata al guiso salado. Dice que la grasa también ayuda. ¡La leche! A mí no me convence, pero ella dice que funciona. ¿Y si añades más ingredientes? ¡Más verdura, más carne! Así diluyes la sal, ¿no?

O igual es que tengo el paladar estropeado… ¡A saber!

Y ya que estamos… ¿Por qué echo tanta sal? ¿Será que no pruebo la comida mientras cocino? Tengo que prestar más atención…

¿Cómo disimular el exceso de sal en la comida?

Ay, amigo, qué rollo lo de la sal, ¿verdad? Me pasó el otro día con un estofado, ¡una tragedia! Casi no se podía comer, parecía que había comido piedras. Lo mejor para disimular el exceso de sal es usar algo dulce o ácido, ¡ya sabes!

Pero no cualquier cosa eh, tienes que ver que le vaya bien a lo que estás cocinando. Un montón de azúcar no es la solución, obvio. Piensa en el plato. El vinagre de manzana es mágico, ¡lo juro! Solo un chorrito, no te pases, que luego es peor el remedio que la enfermedad, jajaja. Y una cucharadita de azúcar, si ya ves que se nota mucho la sal. ¡Prueba, prueba! A veces ni eso necesitas.

Eso sí, cuidado con el tipo de plato. No puedes echarle azúcar a todo. Con el estofado funcionó, un poco, pero no te recomiendo hacerlo con la paella de mi abuela. Tendría un ataque. Con cosas saladas, como sopas, funciona genial. Una pizca de azúcar moreno si el plato es oscuro.

Recuerda, no hay una regla escrita en piedra, depende de la comida. Experimenta, es la clave. En mi caso, con la pasta, a veces un poquito de limón… o si es un plato con tomate, pues más tomate, a veces ese sabor agrio tapa la sal. ¡Un truco que aprendí de mi madre!

  • Un chorrito de vinagre de manzana.
  • Una cucharadita (o menos) de azúcar.
  • ¡Más tomate! (si corresponde).
  • Limón (para pastas o similares).

El otro día le eché demasiado a una lasaña que hice el martes pasado para mi cumpleaños; me salvó un poco de zumo de limón. ¡Casi lloro de la alegría! Un desastre. En serio, ¡experimenta y no tengas miedo! Solo asegúrate que el plato en sí te guste, antes de echarle más cosas.

¿Qué hacer si has comido mucha sal?

Beber mucha agua.

  • Diluir el sodio: El exceso de sal retiene líquidos. El agua ayuda a restablecer el equilibrio. Personalmente, me gusta añadirle unas rodajas de limón, no sé por qué pero creo que así se absorbe mejor. ¿Será psicológico? Quién sabe…

  • Frutas y verduras ricas en potasio: El plátano, el aguacate… incluso las espinacas. Ayudan a eliminar el sodio a través de la orina. Curiosamente, mi abuela siempre decía que “el potasio barre el sodio”. La sabiduría popular a veces esconde verdades científicas.

  • Evitar alimentos procesados: Al menos por un tiempo. Ya bastante sal has ingerido. El otro día compré unas patatas fritas “bajas en sodio” y aun así… En fin, la industria alimentaria es un misterio.

  • Ejercicio ligero: Sudar ayuda a eliminar sodio. No hace falta correr una maratón, un paseo a paso ligero basta. A mí me gusta caminar escuchando podcasts de filosofía. Me ayuda a reflexionar sobre la fugacidad de la existencia… y sobre el exceso de sal en mi dieta.

  • Paciencia: El cuerpo tiene sus mecanismos. Dale tiempo para regularse. A veces me pregunto si los antiguos griegos, con su énfasis en la moderación, tendrían estos problemas.

Y recuerda que si has comido muchísima sal y tienes malestar, consulta con un profesional médico. No es broma.

Ah, y sobre lo del chorrito de agua en la comida… Funciona, pero a veces diluye demasiado el sabor. Prefiero añadir un ácido, como vinagre o zumo de limón. Curioso, ¿no? Dos sabores tan opuestos que se complementan para equilibrar un tercero. Es como la vida misma… equilibrios, contrastes… Me voy por las ramas.

¿Qué hacer después de comer salado?

Uf, ¡qué salado! ¿Ahora qué hago?

  • Agua, agua, agua. ¡A beber como si no hubiera un mañana! Necesito diluir toda esa sal. ¿Pero cuánta agua? ¿Dos vasos? ¿Tres? Mejor tres, por si acaso. ¡Ah! Y tengo que acordarme de rellenar la botella para después.

  • ¿Qué más, qué más? Ah, potasio. ¿Dónde estará ese plátano solitario en la nevera? A ver… ¡Bingo! ¡Plátano al rescate! ¿Pero por qué plátano? ¿No valdría una naranja? No sé, el plátano parece más potásico.

  • ¡Ni se te ocurra tocar nada salado! Cero patatas fritas, cero aceitunas. ¡A comer lechuga! Bueno, igual un poco de pollo a la plancha sin sal… Pero ¡nada de sal! Eso seguro.

  • Mover el esqueleto. Pero ¿qué hago? ¿Yoga? No, mucha paz interior para este momento. ¡Un paseo! Sí, caminar un rato por el parque. A ver si sudo un poco y echo toda esa sal por los poros. ¡Ew!

  • ¡Ojo! Si me hincho como un globo o me cuesta respirar… ¡Al médico corriendo! Nada de remedios raros. ¡La salud es lo primero! Ay, qué susto me ha dado la sal.

Extra:

  • ¿Por qué me dio por comer tantas patatas fritas? ¡Estaba viendo un partido de fútbol! ¡Claro! La combinación perfecta: sofá, tele y… sal. Tendré que controlarme más la próxima vez.
  • La última vez que comí así de salado, me dio una sed horrible por la noche. ¡No quiero que se repita!
  • Voy a apuntar esto en mi diario. “Día de la sal: ¡Nunca más!”. Así me acordaré para el futuro.

¿Qué hacer después de una comida muy salada?

Mucha sal jode.

  • Añade algo dulce. Miel, azúcar… lo que pilles. Equilibra, dicen.
  • Líquido. Caldo, agua… diluye la culpa.
  • Nunca confíes en salsas preparadas, eso aprendí.

Las prisas matan el sabor.

  • Paciéncia.
  • Menos sal.

La sal oculta. A veces, el sabor no es lo que esperas encontrar. Pero está ahí. A veces.

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