¿Qué podemos hacer para sal?
Reducir la sal: ¡Sí se puede! Sustituye la sal con ajo, cebolla, pimienta, pimentón, hierbas aromáticas (orégano, tomillo, albahaca, cilantro), comino, jengibre o cúrcuma. Vinagretas caseras son una excelente opción. Presta atención a los productos con alto contenido de sodio para controlar tu consumo.
¿Cómo salir de aquí?
¡Ay, la sal! A veces me pregunto cómo salí de esa adicción. Literalmente, todo sabía a “más sal, por favor”. Pero bueno, cambié, y te cuento cómo.
La verdad, al principio fue un poco confuso, ¿sabes? Pero descubrí que hay un montón de cosas que le dan sabor a la comida sin tener que recurrir al salero. No recuerdo el día exacto, pero fue como un despertar culinario.
Productos para sustituir la sal:
- Ajo y cebolla: ¡Imprescindibles!
- Pimienta negra y pimentón (dulce o picante): Le dan un toque.
- Orégano y tomillo: Aromáticos y deliciosos.
- Albahaca y cilantro: Frescos y vibrantes.
- Comino, jengibre y cúrcuma: Un viaje de sabores.
- Vinagretas caseras: ¡Aquí puedes ser creativo!
Por ejemplo, el verano pasado, en un mercadito en Barcelona (creo que pagué unos 3 euros por un manojo enorme), compré albahaca fresca y cilantro. ¡Qué diferencia en las ensaladas!
Y luego están los productos que tienen un montón de sodio escondido… ¡Ojo con eso!
Reducir la sal no es solo cambiar el salero por especias; también se trata de leer etiquetas y ser consciente de lo que comes. Fue un proceso, pero valió la pena.
¿Qué condimentos se pueden usar para reemplazar la sal?
Para reducir el consumo de sal, puedes explorar alternativas que potencien el sabor de tus platos. Aquí te presento algunas opciones que uso, más allá de las típicas:
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Hierbas aromáticas: Albahaca, orégano, tomillo, romero… ¡un jardín en tu plato! Yo misma cultivo algunas en mi balcón.
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Especias: Pimienta negra, pimentón dulce o picante, comino, curry, jengibre… Un viaje sensorial.
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Cítricos: El jugo de limón o lima añade acidez y frescura. Un truco de chef.
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Ajo y cebolla: Tanto frescos como en polvo, aportan profundidad de sabor. Un clásico infalible.
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Vinagre: Un chorrito de vinagre balsámico o de manzana realza los sabores. ¡Cuidado con la cantidad!
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Levadura nutricional: Ofrece un sabor similar al queso. Ideal para veganos y no tanto.
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Algas marinas: Aportan umami y minerales. Un sabor del océano.
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Pimiento: Dulces, picantes… ¡a tu gusto!
Recuerda, la clave está en experimentar y encontrar las combinaciones que más te agraden. No hay una fórmula única. La cocina es un laboratorio de sensaciones.
Reflexión: ¿No es curioso cómo a veces buscamos la solución en lo complejo cuando la respuesta está en lo simple, en la naturaleza misma? El sabor, al fin y al cabo, es una construcción, una interpretación que hacemos del mundo.
¿Cuál es el mejor sustituto de sal?
Uf, ¿sustituto de la sal? ¡Qué rollo! Necesito reducirla, el médico insiste.
- Ajo: El ajo va bien, sí, lo uso bastante.
- Comino: ¿Comino? Mmm, no sé yo. Quizás para algunas cosas.
- Pimienta negra: ¡Ah! La pimienta, buena idea. Le da un toque.
¡Ah! El otro día probé con un poco de zumo de limón en la ensalada, ¡guau!, ¡qué rico! Y mi vecina, la que siempre está a dieta, me dijo que la salsa de soja también vale. Salsa de soja… ¡Cuidado con el sodio! ¿No?
A ver, ¿qué más? Ah, sí, más ideas:
- Hierbas aromáticas frescas: perejil, cilantro… ¡Mi huerto en verano está on fire!
- Especias: pimentón dulce, orégano, curry… ¡El curry me encanta!
¿Y qué más puedo decir?
¿Cómo reemplazar la sal para los hipertensos?
¡Ay, la sal! Ese demonio blanco que nos hace la vida imposible a los que tenemos la tensión más alta que un globo aerostático en una tormenta. Olvídate del salero, que es como tener una bomba de relojería en la mesa. ¿Sustitutos? ¡Claro que sí! Mi abuela, que vivió hasta los 97 años como una campeona, (a pesar de que ella misma decía que comía más sal que un caracol en una salina), juraba por esto:
- Ajo: ¡El rey! Olvídate de los vampiros, este aroma a “ay dios mío, qué rico” mata la monotonía y sube el sabor a la estratosfera.
- Hierbas: Orégano, romero, tomillo… ¡una sinfonía para el paladar! Mi consejo, usar un montón, como si estuvieras preparando una ensalada para alimentar a un ejército.
- Especias: Pimienta, comino, curry… ¡una fiesta en la boca! Recuerda que si lo haces bien, las especias son como unos fuegos artificiales en tu plato.
- Cítricos: Limón, lima, naranja… ¡un toque ácido que te dejará con ganas de más! Como si fueras un chef con estrella Michelin, pero sin la presión de tener que pagar las facturas.
La OMS lo dice, ¡quítale el salero de la mesa! Es como si quitaras un oso de tu jardín, más paz y menos riesgo de infarto. ¿Mi receta secreta? ¡Un chorrito de zumo de lima en todo! Es tan fácil como respirar… Bueno, casi. Este año, mi médico me felicitó por mis niveles de tensión, todo gracias a mis trucos culinarios.
Y un extra, porque yo soy buena gente (a veces):
- Vinagre: ¡Un poco en las ensaladas o en las carnes, una maravilla! Es como añadirle un toque mágico.
- Salsa de soja (con moderación): ¡Un toque oriental que alegra el día! Pero ojo, tiene sal, ¡no te pases!
¡Ah! Y este año me compré un molinillo de pimienta de esos chulisimos, que parece un artefacto medieval de los más sofisticados.
¿Qué hacer cuando no hay sal?
¡Ay, Dios mío! Se me acabó la sal. ¿Qué hago? 2024 es el año de los problemas culinarios, lo juro. Siempre me pasa lo mismo.
Usar limón, claro ¡Eso sí que lo sé! ¡Siempre uso limón en el pescado! ¿Pero qué pasa con la pasta? Tendría que ser vinagre entonces, ¿no? A ver, vinagre… ¡Qué asco! A menos que sea un buen vinagre balsámico, de Módena, claro. Eso sí que es un gustazo.
Especias, especias por todas partes Pimienta negra recién molida, ¡eso sí que salva! Tengo un molinillo precioso, un regalo de mi abuela. Pero, ¿y si quiero algo más? Ah, ¡el comino! Me encanta en la calabaza asada. Pero ahora… ¿qué le pongo a las lentejas?
Caldos, la solución de emergencia Tengo caldo de pollo en polvo, ¡bendito sea! Pero no es lo mismo, ¿eh? No sabe igual. Es que la sal es… imprescindible, ¿no? Siempre olvidada en la despensa. ¡Qué rabia! Debería poner una nota en la nevera para que no se me olvide comprarla.
Soja, un toque, ¡nada más! La salsa de soja… ¡Demasiado salada! Un poco, muy poquito, pero eso es arriesgado. Mejor no. ¡Ay, este pollo se va a quedar soso!
El problema: ¡Me he quedado sin sal! Las soluciones:
- Limón.
- Vinagre (balsámico, ¡mejor!).
- Especias (pimienta, comino, etc.).
- Caldo de pollo en polvo.
- Salsa de soja (con mucha, mucha precaución).
Mi vecina, la Carmen, me dijo que una vez usó azúcar moreno en una receta que le faltaba sal. No lo he probado. ¡Qué locura!
¡Necesito comprar sal YA! Y además, ¡organizar la despensa! Es un caos. Estoy harta de este desorden. Tengo que ir a comprar, no puedo seguir así.
¿Cómo es el proceso para hacer la sal?
Aquí, a estas horas, todo se ve distinto. La sal… parece mentira que algo tan básico tenga su intríngulis.
- Evaporar la salmuera, hasta que los cristales digan basta y se dejen caer. Como cuando uno se cansa de esperar algo que nunca llega.
- O reventar una mina a golpe de pico, sacando la sal a la fuerza. Como la vida, supongo. A veces hay que excavar hondo para encontrar algo que valga la pena, o eso dicen.
Últimamente pienso mucho en mi abuelo. Era minero. Siempre olía a tierra mojada y a sal, aunque vivíamos lejos del mar. Decía que la sal era la sangre de la tierra. Supongo que ahora entiendo un poco mejor lo que quería decir. Nunca llegué a preguntarle cómo era exactamente el trabajo, ahora me arrepiento.
A veces me pregunto si la sal que usamos a diario viene de gente como él. De su sudor, de su esfuerzo. Es una tontería, lo sé, pero es lo que pienso a estas horas. La nostalgia es una mala consejera.
¿Cómo sazonar la comida sin sal?
Sal, ¿quién la necesita?
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Vinagre, ese ácido amigo. Blanco, tinto, arroz… Balsámico. Un golpe final y despierta hasta el alma. El truco está en la acidez. No uses el barato.
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Aceite de sésamo tostado. Umami concentrado. Unas gotas y la comida se transforma. Recuerdo un restaurante en Tokio… usaban solo esto. Silencio y sabor.
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Juega con texturas. Crujiente contra suave. La mente engaña al paladar.
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Hierbas frescas. Cilantro, perejil, albahaca. No esperes, añádelas al final.
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Ajo. Siempre ajo.
Sabor no es solo sal. Es memoria. Es la brisa del mar. Es el recuerdo de mi abuela cocinando.
¿Qué condimentos no tienen sal?
Hierbas frescas. Como si tuvieras un pequeño huerto en la encimera. Albahaca, cilantro, perejil… ¡ojo, que no hablo de la maceta de plástico que lleva tres meses ahí mustia! Hierbas frescas de verdad, que huelan a campo, a verano, a ensalada caprese en la Toscana (aunque estés en tu cocina en pijama).
Especias. Canela, clavo, nuez moscada… ¿a quién le hace falta la sal con semejante orquesta de sabores? Es como ponerle brillantina a un unicornio, simplemente, innecesario. Eso sí, ojo con la mezcla, que no queremos terminar con un plato que sepa a perfume de abuela.
Vinagre. El rey de los encurtidos y el azote de las ensaladas sosas. Desde el de Jerez al de Módena, el vinagre es como ese amigo ácido que te dice las verdades a la cara, pero que en el fondo le quieres. Aporta un toque… ¿cómo decirlo?… ¡chisposo!
Zumo de limón o lima. La alegría de las Vitaminas C. Un chorrito por aquí, otro por allá… Y adiós a la sal. Además, ¿quién necesita sal cuando tienes ese toque cítrico que te despierta las papilas gustativas como un café cargado a las 7 de la mañana?
Salsa de soja baja en sodio. Ojito aquí, que baja en sodio no es sin sodio. Es como decir que mi gato es “poco” destructivo… ¡sigue destrozando el sofá, pero con algo menos de entusiasmo! Lee la etiqueta con atención, no te vayas a encontrar con una sorpresa salada.
Este verano he estado probando hacer mi propio vinagre de manzana. Menudo experimento… ¡Casi provoco una explosión de biodiversidad en la cocina! Por suerte, al final conseguí un vinagre decente, aunque mi familia dice que huele a calcetines sucios. El gusto es mío, por cierto.
- Ajo en polvo. Olvídate del vampiro interior y abraza el sabor.
- Pimentón. Del dulce al picante, el pimentón da un toque ahumado y delicioso. Yo, personalmente, prefiero el picante. ¡Me gusta vivir al límite!
- Cebolla en polvo. Para los que lloramos cortando cebolla (yo el primero).
- Jengibre. Un poco exótico, pero oye, ¿por qué no? Ideal para platos orientales y para darle un toque picante a la vida.
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