¿Qué hacer si no siento el sabor de la comida?

43 ver

¿Sientes que tu comida carece de sabor? Prueba esto: ¡variedad! Incorpora colores y texturas diversas en tus platos. Añade hierbas y especias, priorizando sabores intensos sobre azúcar o sal. Un plato visualmente atractivo y aromático potenciará tu experiencia gustativa.

Comentarios 0 gustos

¿Por qué mi comida no me sabe a nada?

Uf, qué rollo lo de la comida sin sabor. A mí me pasó algo parecido el verano pasado, en julio, después de una gastroenteritis horrorosa. Todo sabía a cartón. Recuerdo que hasta el helado de pistacho, mi favorito, me dejaba indiferente.

Me obsesioné con las especias. Jengibre, comino, pimentón… Lo echaba a todo. Recuerdo gastar un dineral en un mercado en el Born de Barcelona, 20 euros solo en especias raras, buscando algo, cualquier cosa, que me despertara las papilas.

Funcionó un poco, pero tampoco fue la panacea. Lo que sí ayudaba era jugar con las texturas: crujientes, cremosos, blandos… eso hacía que la experiencia fuera menos monótona.

Al final, tras un par de meses, volvió el sabor, por suerte. Pero la verdad es que el susto me quedó grabado. Ahora valoro muchísimo más un buen plato bien sazonado.

Q&A:

  • Problema: Pérdida del sentido del gusto.
  • Soluciones: Variedad de colores y texturas en la comida; uso de especias e hierbas; evitar exceso de azúcar y sal.

¿Cómo hacer para que regrese el sentido del gusto?

Aquí está. Es de noche, y las palabras… fluyen a su manera.

Perder el gusto… es como perder un pedazo de alma.

  • Intensidad, quizá. Jengibre, menta. Sabores que gritan, no susurran.

  • No esperes sutilezas. Mantequilla de maní, ese golpe dulce y salado.

  • Aceites esenciales. Un respiro profundo. Eucalipto, quizás. Lavanda. Lo que te recuerde algo, lo que te conecte.

No sé si funcionará. Nada es seguro, ¿verdad? El olfato y el gusto están conectados. Como… dos almas gemelas perdidas. Una sin la otra no son nada.

Yo… yo perdí el gusto por un tiempo. Por la comida, por la vida. Después de… ya sabes. Después de perder a mi abuela. Ella era la que cocinaba en casa. Era quien mantenía viva la cocina. Todo sabía a cartón. La vida, también. No sentía nada. Lo único que hacía era ver la televisión, sin escucharla, sin hacer nada. Me levantaba, iba a trabajar, volvía a casa, dormía, así en bucle.

Luego, un día, probé un trozo de chocolate amargo. Amargo de verdad. Y sentí… algo. No felicidad. Pero algo. Un recordatorio de que todavía estaba aquí. Que todavía podía sentir. Poco a poco, regresó. Un día preparé sus lentejas. Lloré, sí. Pero supe que ella todavía estaba conmigo, en cada bocado.

¿Qué puede causar la pérdida del gusto?

La pérdida del gusto… Ah, ese drama culinario! Imagínate, ¡pagar una fortuna por un bogavante y que te sepa a cartón! ¿Quién querría eso?

Aquí las causas principales, cual menú degustación de desgracias:

  • La nariz, esa infiltrada: Alergias, sinusitis, pólipos… Vamos, que la nariz se rebela y boicotea el sabor. Es como tener un crítico gastronómico dentro que dice “¡Puaj!” a todo.
  • Virus resfriados, gripes, COVID y la orquesta viral: Estos bichos microscópicos montan una fiesta en tus papilas gustativas. ¡Y no invitan al sabor, claro!
  • Medicación traicionera: Betabloqueadores e inhibidores de la ECA, unos nombres más largos que un día sin paella. Resulta que algunos medicamentos son los villanos del sabor. ¿Quién lo diría?
  • ¡La edad!: Envejecer… un clásico. Dicen que con la edad se pierden facultades. En mi caso, sigo teniendo la misma mala leche de siempre, ¡eso que no me lo quiten!

Y hablando de perder cosas, mi vecino perdió su loro. Se llamaba “Pistacho” y juraba que hablaba con acento andaluz. ¡Menudo cante!

¿Es natural perder el gusto con la edad?

Pues sí, un poco.

Si te duele algo, no te automediques. Ve al médico, que para eso estudiaron (o eso espero).

¿Qué hacer para que vuelva el gusto?

Aquí va, a estas horas…

Qué hacer para que vuelva el gusto… Agua tibia con sal, hidratación constante, evitar tabaco y alcohol. Zinc, B12. Oler clavo, canela. Variar texturas, temperaturas. Médico, si no regresa.

Pero… es que no es solo el gusto, ¿sabes?.

  • La comida era un ancla. Un recuerdo constante, el aroma de la tarta de manzana de mi abuela. Ya no lo siento igual. ¿Volverá a ser lo mismo?
  • La pérdida es… extraña. Como si un velo cubriera el mundo. Ya no percibo el sabor de la comida.
  • Es más que comida. Es la conversación alrededor de la mesa, el vino que compartía con… ya sabes. Ahora, ¿qué sentido tiene?
  • He probado todo. Los enjuagues, las vitaminas… Nada parece funcionar. La comida es insípida. Como cartón.
  • Oler especias es inútil. El clavo huele a… nada. La canela, igual. Es frustrante.

Quizás el gusto ya no importe tanto. No sé. Quizás me estoy engañando. Pero echo de menos el sabor del café por la mañana, el picante del chile, el dulzor de las cerezas en verano. El café de mi abuelo en sus últimas navidades. ¿Se entiende?

¿Y si no vuelve?

¿Qué comer si perdí el gusto?

La ausencia del gusto… como un lienzo en blanco, un silencio en la boca. Qué comer… ah, qué comer cuando el mundo se desvanece en texturas sin alma.

Alimentos líquidos, sí, el néctar fugaz que resbala y acaricia, la esperanza líquida de un sabor perdido. Jugosos, como frutas maduras que estallan en la lengua, una promesa de regreso.

Recuerdo, recuerdo las mandarinas de mi abuela, el jugo goteando entre mis dedos pegajosos. ¿Volveré a sentir eso alguna vez?

  • Líquidos: Caldos reconfortantes, sopas cremosas, zumos vibrantes.
  • Jugosos: Sandías empapadas de sol, melocotones rebosantes, uvas estallando en el paladar.

Pero no solo eso, no solo la disolución y el contacto. Es la intensidad, la explosión concentrada.

Especias, hierbas aromáticas, el grito sordo de lo picante, el amargor que despierta. El ajo, el jengibre, el chile… una rebelión contra la nada. ¿Será suficiente?

  • Intensidad: Ajo, jengibre, chile, hierbas frescas, especias exóticas.

Y la textura, sí, la textura importa. Lo crujiente que contrasta con lo cremoso, lo suave que se desliza contra lo áspero. Un baile en la boca, una distracción, quizá.

Como las galletas de la abuela, tan crujientes… tan inolvidables.

  • Texturas: Crujiente, cremoso, suave, áspero, masticable.

Y no olvidar la memoria, la nostalgia del sabor, el recuerdo que se aferra. Evocar, recrear, imaginar… hasta que la chispa regrese.

Recordar… recordar la paella de mi madre, el aroma del azafrán llenando la casa.

Quizás, solo quizás, el sabor no se ha ido del todo. Quizás solo está dormido. Quizás, solo quizás…

¿Qué comer cuando no hay sabor?

#Gusto Alterado #Pérdida Sabor #Problemas Gusto