¿Qué tiene de especial la sal del Himalaya?

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La sal del Himalaya destaca por su color rosa y su uso culinario. Más allá de esto, sus propiedades únicas la convierten en un conservante natural superior. Su higroscopicidad —capacidad de absorber humedad— y acción antibacteriana la hacen ideal para curar alimentos, especialmente carnes y pescados.

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¿Qué hace única a la sal del Himalaya?

Recuerdo una vez, en un mercado en Cuzco (Perú), en septiembre del 2019, ver esos bloques enormes de sal rosada. Me llamó la atención su color, claro. Pero el vendedor, con toda la paciencia del mundo, me explicó que esa sal, la del Himalaya, no solo servía para sazonar.

Él usaba esa sal para curar su charqui, una carne seca típica de allí. Decía que la sal absorbía la humedad de la carne, impidiendo que las bacterias la arruinaran. Me quedé pensando en eso, en cómo algo tan simple podía ser tan útil. Y me compré un trozo, pequeño, por unos 5 soles. Lo usé para hacer un adobo para pollo, quedó espectacular.

Preguntas y Respuestas

¿Qué distingue a la sal del Himalaya? Su capacidad de absorber humedad y crear un ambiente antibacteriano, ideal para conservar alimentos como carnes y pescados.

¿Qué tan bueno es consumir sal del Himalaya?

La sal del Himalaya, un eco rosado en la memoria. Un sabor, una textura, casi un susurro mineral. Pienso en las montañas, enormes, antiguas… y en cómo esa inmensidad se concentra en algo tan pequeño, tan cotidiano como un grano de sal. Rosa. Siempre rosa.

Beneficios… ¿o espejismos? Se habla de sus bondades. Del sueño profundo. Huesos fuertes, como las rocas de donde viene. Pulmones que respiran, libres, el aire limpio de las alturas. Intestinos en calma, como un valle silencioso.

  • Sueño: ¿Será la sal, o el silencio de la noche lo que me arrulla?
  • Huesos: ¿La fortaleza viene de la tierra, o de la propia vida?
  • Respiración: ¿Es la sal, o el recuerdo del viento en las cumbres?
  • Intestinos: ¿Será su magia, o la paz que encuentro en la soledad?

Mi propia experiencia. Recuerdo un verano en Nepal, 2024. El aire fino, la inmensidad del cielo. La sal, presente en cada comida, un eco de la tierra. Me sentía bien, fuerte, conectada. ¿Fue la sal? ¿Fue el lugar? ¿Fue el momento? No lo sé. Solo sé que el recuerdo persiste, rosado, como la sal del Himalaya.

Más allá del rosa. A veces, en la cocina, la miro. Brilla bajo la luz. Pienso en su origen, en los minerales que contiene, más allá del cloruro de sodio. Magnesio, potasio, calcio… Nombres que resuenan, como ecos de una ciencia que no comprendo del todo. Pero la uso. La siento. Y en ese acto simple, quizás, reside la verdadera magia.

En resumen:

  • Ayuda a conciliar el sueño: Puede ser.
  • Contribuye a fortalecer la masa ósea: Quizás.
  • Favorece el buen funcionamiento del sistema respiratorio: Tal vez.
  • Mejora el tránsito intestinal: Posiblemente.

¿Qué es mejor, la sal normal o la sal del Himalaya?

¡Uf! Sal del Himalaya… ¿mejor que la normal? No lo sé, ¡es complicado! Mi vecina, la Carmen, jura que le cambió la vida. Dice que tiene menos retención de líquidos, que se siente ¡más enérgica! Yo, la verdad, sigo con la normal. Es más barata, ¿no? Aunque… ¿me estoy perdiendo algo?

La sal del Himalaya sí tiene más minerales: calcio, magnesio… ¡hasta hierro! Lo leí en un blog de nutrición, uno que sigo desde 2023. Pero, ¿realmente se nota tanto? En serio, necesito investigar más, ¿a alguien le importa el tema de la sal? Es que me obsesiona la idea de una vida más sana…

  • Menos sodio (es lo que dicen, ojo).
  • Más minerales, ¡eso sí!
  • El color rosa mola.
  • Precio. ¡La normal es mucho más barata!

¿Y el sabor? Dicen que es más suave. Me da pereza probarla, la verdad. Prefiero mi sal normal, la de toda la vida. Aunque… ¡el color rosa es tan bonito!

¿Será que me estoy perdiendo de una experiencia gastronómica increíble? A veces pienso demasiado en estas cosas. Ayer, por ejemplo, estaba preocupada por si mi gato, Miau, había comido suficiente pienso. cosas absurdas.

La sal normal, la de toda la vida, es barata. Esa es una razón de peso. Pero, ¿merece la pena gastarse más en la del Himalaya por esa “supuesta” mejor calidad? El cuerpo me pide una tortilla de patatas con sal normal… ¡ya!

El sabor es subjetivo. Algunos dicen que la sal del Himalaya tiene un sabor más suave. ¡Otros ni lo notan! Es como el café, ¿no? Hay a quien le gusta el negro, a otros con leche, ¡y con azúcar!

¿Quién no puede tomar sal del Himalaya?

La sal del Himalaya, esa roca rosada que parece un atardecer andino en tu mesa, no discrimina por clase social, ¡pero sí por presión arterial! Hipertensos, ¡ojo! No es la panacea baja en sodio que algunos gurús venden.

  • El sodio es el rey, da igual el color de la sal. Misma corona, mismo reino (el de la presión arterial alta).
  • Moderación, palabra mágica. Como con el vino, ¡no bebas hasta ver doble! Con la sal, no seas generoso.

¿Alternativas?

  • Hierbas y especias. ¿Aburrido? ¡Nunca! Experimenta, sé un chef alquimista.
  • Sal con menos sodio. Existen, pero lee la etiqueta. El marketing es un tramposo con labia.

Mi experiencia personal: Recuerdo una vez, en un retiro de yoga, ¡solo servían sal del Himalaya! Pensé: “¡Iluminación salada!”. Dos días después, mi tensión rogaba clemencia. Aprendí la lección a la dura.

Dato curioso: La sal del Himalaya tiene minerales, sí, pero en cantidades tan pequeñas que es como buscar una aguja en un pajar lleno de… ¡más agujas!

¿Qué tan recomendable es consumir sal del Himalaya?

¡Ay, la sal del Himalaya! ¡Como si fuera polvo de hadas mágico! Recomendable, ¿eh? Pues mira, te lo cuento clarito: ni fu ni fa. Es como comparar un Ferrari con un Seat Panda, solo que ambos te llevan al súper. Uno con más estilo, claro, pero al final, compras lo mismo.

  • No hay milagros: Ni te cura el cáncer, ni te da superpoderes. Es sal. Punto. Como la de toda la vida, la que mi abuela usaba para hacer fabulosos cocidos, los cuales, por cierto, ¡nunca me supo igualar!
  • Es más cara: ¡Qué va a ser más barata, si viene de las montañas del Himalaya! Eso sí que es un viaje que se nota en el precio… igual que pagar un café a 5 euros. ¿El sabor cambia? Quizás un poquito, como si le echaras una pizca de “aire de montaña”.
  • Marketing puro: Te venden minerales extra, ¡como si fuera oro puro! Pero en serio, las cantidades son tan ínfimas… es como buscar una aguja en un pajar repleto de otras agujas iguales.

En resumen: compra la sal normal, que es igual de buena y te ahorras un pastón. Mi vecino Juanjo, un tío que sabe de estas cosas, me lo confirmó. Él compra la “barata” y vive más años que Matusalén. Eso sí, él hace mucho ejercicio y le tiene manía a los dulces, que eso influye, ¡mucho! Y ya ves, vive hasta los 100 años con sal de la más normalita. No hay más.

Bonus track: Si quieres sentirte “guay” y rico, cómprala, pero no esperes que te cure la gripe. Es solo sal. ¡Y carísima! Me gasté un dineral en ella una vez, creyendo que haría mis huevos fritos más sabrosos… Y nada. Igual que con la sal común. Menuda decepción. ¡Qué rabia me dio!

¿Qué hace la sal del Himalaya en el cuerpo?

Sal del Himalaya. Marketing. Sodio. Como cualquier otra sal.

Deshidrata. Punto. El magnesio… insignificante. Irrisorio. ¿Suaviza la piel? Agua. Agua caliente. Eso suaviza.

  • Sodio. Fundamental. Exceso, letal.
  • Himalaya. Lejano. Exótico. Caro.
  • Marketing. Crea necesidades. No existían.

Agua caliente. Energía. Resistencia. Mito. El agua hidrata. Nada más. Yo tomo café solo. Frío. Me da igual.

No existe magia. Ni en el Himalaya ni en ningún sitio. Solo química. Biología. Y mucha sugestión.

Ayer comí pasta. Con sal común. Sobreviví. Hoy también. La vida sigue. Absurda.

  • El sodio regula fluidos. Impulsos nerviosos.
  • El exceso. Hipertensión. Problemas. Graves.
  • El magnesio. Músculos. Nervios. Poco en esa sal.

La sal del Himalaya. Rosa. Bonita. En mi cocina. Para las visitas. Yo uso la barata. Del supermercado. Funciona igual.

La verdad. Simple. A veces duele. La ignorancia. Un lujo. Que pocos se permiten.

El color rosa. Óxido de hierro. Interesante. En mi coche también hay. No lo como.

  • Hierro. Necesario. En cantidades adecuadas.
  • No de la sal. De otros alimentos. Más lógicos.
  • Espinacas. Lentejas. Carne. No sal rosa.

Vivo en un piso pequeño. Sin ventanas. Me gusta la oscuridad. La sal no me afecta.

¿Qué contraindicaciones tiene la sal del Himalaya?

Sal del Himalaya: Precaución.

  • Exceso de sodio: Riesgo de hipertensión.
  • Problemas cardiovasculares: No es agua bendita.
  • Sobrecarga renal: Filtra con cuidado.
  • Yodo: Insuficiente para la tiroides.

Recuerdo un familiar, obsesionado con esta sal. La presión arterial se disparó. Aprendí la lección.

La sal es sal. El color rosa, marketing puro.

¿Qué es más saludable, la sal marina o la sal del Himalaya?

En esencia, ninguna es “más saludable”. Ambas son cloruro de sodio. Punto. Uno podría pensar que la sal del Himalaya, con su color rosado y su origen exótico, esconde algún secreto milenario. Pero no. La diferencia radica en impurezas, minerales en trazas que, aunque presentes, no representan una cantidad significativa como para influir en nuestra salud. Recuerdo una vez, en un viaje a Nepal, viendo a los porteadores cargar enormes bloques de sal rosada. Impresionante, sí, pero nutricionalmente hablando, igual que la de mesa.

El verdadero problema, la clave, es el exceso de sodio. Tanto la marina como la del Himalaya, consumidas en exceso, contribuyen a la hipertensión y otros problemas de salud. Yo, por ejemplo, intento usar otras especias para realzar el sabor de mis comidas. Comino, pimentón, hierbas aromáticas… hay un mundo por descubrir. ¿Para qué limitarse a la sal? Es como si en una paleta de colores solo usáramos el blanco y el negro.

  • Sal marina: Se obtiene por evaporación del agua de mar. Puede contener trazas de minerales como magnesio, potasio y calcio.
  • Sal del Himalaya: Extraída de minas en Pakistán. Su color rosado se debe al óxido de hierro. Contiene también trazas de otros minerales.

En 2024, la recomendación de la OMS sigue siendo limitar la ingesta de sodio a menos de 5 gramos al día. Da igual la procedencia. A veces me pregunto si la obsesión por lo “saludable” no nos aleja de lo verdaderamente importante: disfrutar de la comida con moderación y sentido común. Como decía Epicuro, el placer es el principio y el fin de una vida feliz. Y un buen plato de pasta, con su pizca de sal (marina o del Himalaya, qué más da), puede ser un pequeño placer cotidiano. Incluso con sal yodada, que es la que suelo usar yo.

¿Qué pasa si consumo mucha sal del Himalaya?

¡Ay, la sal del Himalaya! Me acuerdo de esa vez en 2024, en mi casa de la playa en Cantabria. Estaba haciendo un curry, ¡y me pasé con la sal rosa! Sentí un sabor tan intenso, casi metálico al principio, luego un ardor en la lengua… Una sensación rara, ¿sabes? Parecía quemar. Me dio sed, muchísima sed. Bebí litros de agua.

El exceso de sal, la del Himalaya o cualquier otra, es malísimo. Esa noche no dormí bien, me despertaba con la boca seca. La verdad, me sentí fatal. Como hinchada, la cara sobre todo. Tenía los dedos hinchados también. No solo eso, me sentí super débil.

Hipertensión, riñones y huesos, eso me dijo el médico cuando fui, dos días después, por esa pesadilla. Claro, me explicó que aunque es “natural”, la sal es sal. Tiene sodio, y mucho. El doctor me recomendó controlar mi consumo de sodio en general. Para el curry, usé menos sal, incluso hierbas más fuertes.

Me dio una lista de cosas a evitar, y unas pautas a seguir:

  • Reducir drásticamente la sal en la comida.
  • Beber mucha agua.
  • Aumentar el consumo de potasio (plátanos, etc.)
  • Hacer más ejercicio.

No quiero repetir esa experiencia, la verdad. Esa sensación de hinchazón me traumatizó un poco. Ahora, ¡mido la sal al milímetro! Aprendí la lección a la mala. Y por supuesto, la sal del Himalaya, aunque sea “buena”, no está exenta de problemas si se abusa.

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