¿Qué se consume primero al hacer ejercicio?

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Al hacer ejercicio, el cuerpo primero consume glucógeno almacenado en los músculos e hígado como fuente de energía rápida. Luego, dependiendo de la intensidad y duración del ejercicio, comienza a utilizar las grasas almacenadas. La prioridad es la glucosa, ya que es más fácilmente accesible para alimentar los músculos durante la actividad física. Es importante mantenerse hidratado para optimizar el rendimiento.
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El combustible del ejercicio: ¿Qué quema primero tu cuerpo?

Cuando nos embarcamos en una sesión de ejercicio, nuestro cuerpo inicia una compleja maquinaria metabólica para obtener la energía necesaria. Contrariamente a la creencia popular, no se comienza quemando grasa inmediatamente. La prioridad, y el primer combustible consumido, es el glucógeno. Este polisacárido, una forma almacenada de glucosa, se encuentra principalmente en nuestros músculos y en el hígado. Piensa en el glucógeno como la gasolina de alto octanaje de tu cuerpo, lista para ser utilizada de inmediato.

Al iniciar la actividad física, incluso a intensidad moderada, el cuerpo accede rápidamente a las reservas de glucógeno muscular. Estas reservas son fácilmente movilizadas y convertidas en glucosa, la principal fuente de energía para la contracción muscular. La rapidez de este proceso es crucial para el rendimiento inmediato. Si el ejercicio es intenso o prolongado, las reservas de glucógeno muscular se agotan más rápidamente, lo que puede provocar fatiga muscular y disminución del rendimiento. En estos casos, el hígado juega un papel vital, liberando glucosa en el torrente sanguíneo para suplir las necesidades energéticas de los músculos.

Solo después de que las reservas de glucógeno se han movilizado de manera significativa, el cuerpo comienza a recurrir a otras fuentes de energía, siendo la más importante la grasa almacenada. La lipólisis, el proceso de ruptura de las grasas en ácidos grasos, es más lenta que la glucogenólisis (degradación del glucógeno). Los ácidos grasos liberados requieren un proceso metabólico más complejo para ser utilizados como energía, un proceso menos eficiente que la utilización directa de glucosa. Por lo tanto, la quema de grasa se hace más relevante en ejercicios de baja intensidad y larga duración, como una carrera a ritmo moderado o una caminata prolongada.

La proporción de glucógeno y grasa utilizados como combustible depende directamente de la intensidad y duración del ejercicio. En actividades de alta intensidad y corta duración, como sprints o levantamiento de pesas, la dependencia del glucógeno es mucho mayor. En actividades de baja intensidad y larga duración, como caminar o trotar a ritmo lento, la contribución de las grasas aumenta significativamente.

Es importante destacar la influencia de la hidratación en este proceso. El agua es esencial para el transporte de nutrientes, incluyendo la glucosa y los ácidos grasos, a los músculos. La deshidratación puede afectar negativamente el rendimiento al disminuir la eficiencia en la entrega de combustible y la eliminación de los productos de desecho metabólico. Mantener una adecuada hidratación antes, durante y después del ejercicio es crucial para optimizar el rendimiento y prevenir lesiones.

En resumen, el cuerpo prioriza el uso del glucógeno almacenado para alimentar la actividad física, recurriendo a la grasa almacenada solo cuando las reservas de glucógeno son bajas o el ejercicio es de baja intensidad y larga duración. La hidratación juega un papel fundamental en este proceso, garantizando la eficiencia en el suministro y uso de energía. Entender este mecanismo nos ayuda a optimizar nuestras rutinas de entrenamiento y a lograr nuestros objetivos de forma más eficiente y saludable.

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