¿Cómo eliminar el exceso de sal en la comida?
¡Comida muy salada? No te preocupes. Añade líquido (agua, caldo, leche) para diluir la sal. O bien, equilibra el sabor con cítricos (limón, vinagre), un toque de azúcar, o incluso puré de papa. ¡Recupera el sabor!
¿Cómo reducir el consumo de sal en la comida?
¡Uy, la sal! A todos nos ha pasado, ¿verdad? Una vez, cocinando una paella en casa (Calle Serrano, Madrid, un desastre total), me emocioné con la sal y ¡madre mía! Casi la tiro entera.
La primera vez que la lié parda con la sal, probé lo de echarle más agua. ¡Funciona, eh! Pero claro, depende de lo que estés cocinando. No le vas a poner agua a un revuelto, ¿o sí?
Otra cosa que me salva la vida es el limón. Un chorrito, y magia. ¿Y lo de la patata? ¡Eso lo hacía mi abuela! Ponía un trozo de patata cocida y, según ella, “chupaba” la sal. No sé si es verdad o sugestión, pero a mí me funciona.
El azúcar, la verdad, lo he probado poco. Me da cosa que quede dulce la comida, a no ser que sea algo agridulce, claro. El vinagre… ¡ojo! Un poquito, nada de pasarse, que si no la lías más todavía.
En resumen, si te pasas con la sal:
- Añade líquido: Agua, caldo, leche.
- Equilibra sabores: Limón, vinagre, azúcar.
- Usa patata: Un trozo de patata cocida.
¿Cómo quitar el salado de una comida?
¡Guiso a la deriva por la sal! ¡No tires el barco todavía! Tenemos soluciones… ¡y no implican renunciar al almuerzo!
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Patatas al rescate: Como esponjas saladas, absorben el exceso. Imagínalas como pequeños héroes almidonados en una misión secreta. ¡Dos patatas, directas al caldo hirviendo! Si después no las quieres, ¡adiós, salvavidas!
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Azúcar, el “enemigo” dulce: ¡Una pizca! ¡Solo una pizca! El azúcar equilibra el sabor. Recuerda, menos es más, a no ser que quieras transformar tu guiso en un postre sorpresa. ¡Eso sería, como mínimo, “interesante”!
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Agua, ¡la dilución es la solución!: Añade más agua o caldo sin sal. Diluir, diluir, ¡hasta encontrar el punto justo! ¡Pero ojo! No te pases, o tendrás una sopa de la Prehistoria.
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¡Un ácido al ataque!: Un chorrito de vinagre o zumo de limón puede obrar milagros. ¡Un pequeño toque ácido equilibra la sal! Piensa en ello como el yin y el yang de los sabores.
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Miga de pan, ¡la discreta!: Envuelve miga de pan en un paño y déjala “nadar” en tu guiso. ¡La miga absorberá la sal! ¡Sutil y efectivo!
Anécdota personal: Una vez, intentando hacer una paella, ¡me pasé con la sal como si no hubiera un mañana! Probé lo de la patata, y… ¡funcionó! Aunque luego tuve que comerme la patata “salada” para no desperdiciarla. ¡Nadie dijo que esto sería fácil!
¡Bonus track!:
- Ojo al ingrediente estrella: Si utilizas jamón o panceta, ten en cuenta que ya aportan sal. ¡No te emociones con el salero!
- La cata es clave: Prueba tu guiso a menudo mientras cocinas. ¡Más vale prevenir que lamentar… un guiso salado!
- El reposo, el gurú: A veces, dejar reposar el guiso ayuda a que los sabores se asienten y la sal se distribuya mejor. ¡Paciencia, pequeño saltamontes!
¡Y recuerda! La cocina es un experimento. ¡A veces sale bien, a veces… digamos que aprendemos!
¿Cómo se le quita lo salado a un alimento?
Sal en exceso. Un problema.
- Más líquido: Agua, claro. O caldo. Leche, incluso. Diluyendo, se mitiga. No siempre.
- Contrastes: Ácido. Limón, vinagre. Amargo equilibra salado. O dulce. Azúcar. Una locura, a veces funciona. Papas. Absorben.
- Mi abuela usaba azúcar. Siempre lo mismo. No hay trucos mágicos.
La sal, implacable. Un exceso. Es lo que hay.
El sabor, subjetivo. No es ciencia exacta. Experimenta. Aprende.
- A veces, tirar a la basura es la mejor opción. 2024, esta es mi verdad. Me pasó con un estofado. Un desastre. Recuerdo la cara de mi hijo.
Es cuestión de proporción. O, a veces, aceptar el fallo.
El fracaso. El ingrediente olvidado. La lección aprendida.
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