¿Qué tomar después de comer salado?

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Después de comer salado, ¡opta por alimentos ricos en potasio! El plátano, las alubias blancas, las verduras de hoja verde y las patatas ayudan a neutralizar el sodio. Estos alimentos suelen ser bajos en sodio, ¡una combinación ideal!

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¿Qué beber o comer para equilibrar después de una comida salada?

¡Uy, qué lío con la sal! Recuerdo una vez, el 15 de julio en la playa de Benidorm, que comí unas patatas bravas… ¡espectaculares!, pero después me sentía fatal, hinchada.

Entonces mi abuela, sabia como ella sola, me recomendó un plátano. Me explicó que el potasio contrarresta el sodio, como si fuera una especie de magia culinaria.

Funcionó, eh. No me sentí tan mal. Aunque la verdad, creo que también bebí mucha agua, quizás eso ayudó.

Después investigue un poco más, y vi que además de plátanos, las judías blancas y las espinacas son buenas opciones. Son ricas en potasio y bajas en sodio, ¡perfecto!

En resumen: plátano, judías blancas, espinacas. Agua, mucha agua. Eso sí, no lo puedo asegurar al cien por cien, eh, es lo que me funcionó a mí.

¿Qué tomar después de comer algo muy salado?

¡Socorro, me ahogo en sal! Necesito un salvavidas, pero de agua dulce. Después de zamparme ese plato, mis riñones piden clemencia a gritos, como si estuvieran en un concierto de heavy metal. Así que, sí, agua. Mucha agua. Como si te persiguiera un tsunami de sed. Mejor dicho, como si fueras un cactus en el desierto del Sahara después de una semana sin llover.

  • Agua fresquita: La reina del cotarro. Tan simple como abrir el grifo, y tan efectiva como un extintor contra un incendio de sodio en tu organismo. En mi caso, me bebí un litro entero después de ese plato de bacalao que parecía la mismísima Atlántida sumergida en sal.
  • Zumo de frutas: Naranja, piña, lo que tengas a mano. Eso sí, natural, eh. Nada de esos brebajes industriales que parecen sacados de un laboratorio químico. A mi abuela le encanta el de pomelo, dice que le limpia el alma… y las papilas gustativas, supongo.
  • Leche: Si te va el rollo lácteo, también te puede echar una mano (o un vaso). A mí me recuerda a mi infancia. Solía beber leche con galletas después del colegio, y ahora, después de una bomba salada, también. ¡Cosas de la vida!

¿Sabéis qué? El otro día me pasó algo parecido. Comí unas aceitunas que parecían conservadas en salmuera desde la época de los dinosaurios. Tuve que beber agua como si fuera un camello preparándose para cruzar el Gobi. ¡Acabé en el baño tres veces en una hora! Pero bueno, al menos mi cuerpo ahora brilla con el sodio acumulado. Brillo que ni Edward Cullen en Crepúsculo. Eso sí, ahora, cuando como algo salado, ya sé lo que toca: ¡hidrátame o muere! (de sed, claro).

¿Qué hacer cuando se come mucha sal?

Agua. Mucha agua. Siento la pesadez, la hinchazón…  El cuerpo pide a gritos diluir, limpiar. Un vaso, otro vaso, y otro. Imagino el agua corriendo, arrastrando la sal, purificando. Agua, fresca, cristalina. Casi puedo saborearla, sentir su frescor en la garganta reseca.

Beber agua. Es lo primero. Lo esencial. Una necesidad imperiosa que nace desde dentro.  Recuerdo una vez, en verano, después de una paella en la playa… la misma sensación. Esa sed insaciable. Bebí litros y litros.

El potasio. Sí,  el potasio. Un plátano.  Amarillo, maduro. Su dulzor suave…  contrasta con la sal. Lo recuerdo, lo visualizo.  Pelándolo despacio. Un mordisco, otro mordisco. Casi puedo sentir su textura cremosa en el paladar. Potasio contra sodio. Una batalla silenciosa.

Movimiento. Ejercicio. Caminar. Sentir el aire en la cara, el ritmo de los pasos. Sudar. Liberar. Eliminar la sal a través de la piel. No una carrera, un paseo tranquilo. Observar el cielo, las nubes. Desconectar.

  • Beber mucha agua: fundamental para la eliminación del sodio.
  • Ejercicio: moderado, para sudar y liberar.
  • Plátano: rico en potasio, contrarresta el sodio.
  • Yogur: otro alimento rico en potasio.
  • Frutos secos: almendras, pistachos… también aportan potasio.

Esta vez, en vez de paella, fue un plato de pasta con demasiada salsa. Demasiada sal. Una torpeza. Un error. Aprendiendo a controlar la mano con el salero. Un aprendizaje continuo. Siempre aprendiendo.

¿Qué pasa cuando se consume sal en exceso?

El cuerpo, un territorio traicionado. La sal, ese grano inocente, se vuelve un invasor silencioso. Retención de líquidos, una pesadilla húmeda bajo la piel, un peso extra que se asienta, lento, implacable. 2024, y mi cuerpo lo recuerda. Ese edema, la hinchazón traicionera.

El corazón, un tambor que late con fuerza excesiva. Un latido… otro… cada uno un golpe de advertencia. El hígado, el riñón, obreros incansables obligados a una jornada extra. Exhaustos. Desgastados. Sobrecarga orgánica, una condena a plazos. La presión arterial, un monstruo que se levanta. Un dolor sordo en la cabeza, un aviso de un peligro latente. No es sólo peso; es cansancio, una profunda fatiga.

Recuerdo a mi abuela, sus pies hinchados, el lento agonizar de sus órganos. Esa imagen me persigue. La sal, en sus manos temblorosas, esa bendita y maldita sal. Daño progresivo, lento, insidioso. Un enemigo invisible que ataca desde el interior. Se me encoge el estómago. Siento un dolor, un eco del sufrimiento ajeno. El dolor físico y el dolor de la memoria se mezclan.

  • Hipertensión: El enemigo silencioso que acecha.
  • Insuficiencia cardíaca: El corazón, fatigado, se rinde.
  • Enfermedad renal crónica: Los riñones, sobrepasados, declinan.
  • Osteoporosis: Los huesos se debilitan, como las arenas de un desierto.

La sal, la sal, ese condimento traidor. Su gusto, un recuerdo amargo. El exceso, una condena.

¿Qué pasa si una persona no come sal?

Falta de sal. Simple.

  • Hiponatremia. El cuerpo se desequilibra. Cosas feas.

  • Náuseas. Vómitos. Mareos. Calambres. ¿Normal? No. Es un desajuste. Triste, pero cierto.

  • Casos severos: coma. Muerte. Crudo. Así es. La vida no siempre es justa.

Algunos son más vulnerables. Mi primo, por ejemplo, tiene que controlar su ingesta. 2024 ha sido un año difícil para él. La genética juega su papel, ¿o no?

Presión arterial baja. El sodio es importante. Para mi tensión arterial siempre ha sido primordial vigilarla. Desde que cambié mi estilo de vida, he visto buenos resultados.

Deshidratación. Un efecto secundario del fallo salino. El cuerpo necesita un balance perfecto.

Confusión mental. Ni siquiera la he experimentado, pero sé lo que ocurre. Le pasó a un amigo mío, hace años. No quiere volver a pasar por ello.

Falta de sal. Punto final. La vida es frágil. Memento mori.

¿Qué consecuencias trae consumir sal?

Uf, el tema de la sal… Me acuerdo de una vez, verano del 2023, en Málaga. Estábamos en un chiringuito, pedimos pescaíto frito, y claro, ¡sal a tope! Recuerdo la sed horrible que me entró después. Bebí litros de agua. Me sentía hinchada, como un globo. Y fatal, me dolía la cabeza.

Ese día pensé: demasiada sal no puede ser buena. Luego leí que retiene líquidos. Y yo, pues eso, hinchadísima. Ya en casa, investigué un poco. La presión arterial… problemas de riñón. No me quiero ni imaginar.

Hipertensión. • Cáncer de estómago. • Problemas de riñón. • Retención de líquidos.

En fin, ahora intento controlarla. No es fácil. Me encanta la comida con sabor. Pero bueno, la salud es lo primero. A veces me paso, y zas, ahí está el dolor de cabeza para recordármelo. Ahora uso más especias, limón, ajo, hierbas… Intento buscar alternativas a la sal.

Mi madre siempre dice que todo en exceso es malo. Y con la sal, tres cuartos de lo mismo. Además, la sal oculta en los alimentos procesados… esa es la peor. No te das ni cuenta de la cantidad que consumes. Otro día os cuento mi drama con las patatas fritas de bolsa. En fin, moderación. Esa es la clave.

¿Qué hacer después de comer algo muy salado?

¡Ay, madre mía, qué desastre! ¡Comida salada como el mar Muerto! ¿Qué hacer? ¡No te preocupes, que yo te lo cuento!

Primero, agua, agua por todos lados! Como si estuvieras en un desierto, bebe un vaso grande ¡ya! O dos, o tres… ¡hasta que te sientas como una aceituna desalada!

Luego, ¡a por el dulce! Un poco de postre, ¡algo con azúcar a montones! Un pedazo de tarta de chocolate, ¡como si no hubiera un mañana! Neutraliza esa sal infernal.

¡Y si aún así sientes que tu lengua está peleando un duelo a muerte contra el cloruro de sodio, prueba con un poco de arroz! Sí, sí, ¡arroz blanco, sencillo! Absorbe la sal como si fuera una esponja superpoderosa, de esas que usan los astronautas.

Mi abuela, que en paz descanse (era una santa, salvo cuando le echaba sal de más al gazpacho), siempre decía: “Más vale prevenir que curar, ¡así que no seas tacaño con la pimienta!” Ojo, no confundir con curar el mal de la sal…

Extra tips, porque soy buena gente (aunque a veces, muy buena gente):

  • Patatas al horno: Absorben la sal como campeones.
  • Un yogur natural: neutraliza la salinidad.
  • ¡Llama a un amigo a contarle tu tragedia salada! Compartir el sufrimiento siempre ayuda. Aunque, admito que lo mio fue con una paella, este 2024! ¡Casi muero!
  • ¡No te olvides del pan! Pero sin pasarte, claro.
#Comida Dulce #Comida Ligera: #Postre Salado