¿Por qué el agua de mar no sacia la sed?
"El agua de mar, por su alta concentración de sal (sodio), no hidrata. En lugar de saciar la sed, induce a la deshidratación, ya que el cuerpo necesita más agua para eliminar el exceso de sodio."
¿Por qué el agua de mar no calma la sed?
¡Ay, la sed! Recuerdo una vez, en verano de 2018, en la playa de Cancún, el calor era brutal. Me bebí un trago de agua salada, pensando que me refrescaría… ¡error!
La sensación fue horrible, como si me hubieran echado sal en la herida. No solo no calmó mi sed, sino que la empeoró.
¿Por qué? Fácil, la sal. Ese sodio, como dicen los médicos, deshidrata, absorbe agua de tu cuerpo en vez de aportarla. Es un círculo vicioso: tomas agua salada, tu cuerpo trabaja más para eliminar el exceso de sal y, ¡zas!, más sed. Me costó 15 pesos esa lección, el precio de un coco fresco que sí me hidrató.
¿Por qué el agua salada deshidrata?
El agua salada deshidrata porque tu cuerpo se vuelve un desagüe. Literalmente. Para expulsar el exceso de sal, tus riñones trabajan horas extras, como un fontanero en vísperas de Navidad. Y claro, para ese trabajo extra, necesitan agua. Mucha agua. La roban de tus células, dejándolas más secas que una pasa al sol. Un drama celular, vaya.
- Concentración: El agua salada tiene más sal (cloruro de sodio) que tu cuerpo. Es como echarle azúcar a una planta: se marchita.
- Ósmosis: Tu cuerpo busca el equilibrio. Si hay mucha sal fuera de las células, el agua sale para compensar. Imaginen una fiesta: todo el mundo quiere estar donde está la salchicha.
- Sed insaciable: Beber agua salada es como intentar apagar un incendio con gasolina. Cuanto más bebes, más sed tienes. Es un círculo vicioso, como escuchar una canción de reggaeton pegadiza.
Anécdota personal: una vez intenté hacer gárgaras con agua de mar porque me dolía la garganta. Terminé con la garganta peor y con más sed que un camello en el Sáhara. Lección aprendida: el mar es para nadar, no para beber.
Este verano, en la playa, vi a un señor beberse una botella de agua de mar, “para hidratarse”, dijo. Me quedé con la boca abierta, pensando: amigo, vas a deshidratarte más que una momia egipcia. La gente hace cosas raras…
En resumen: el agua salada, fuera. Agua dulce, dentro. Y si tienes sed en la playa, una cervecita fresquita (con moderación, claro. No queremos más dramas).
P.D.: Ojo, que la deshidratación no es un juego. Si te sientes mareado, con la boca seca o con dolor de cabeza, busca ayuda. No seas un héroe.
¿Qué es lo que realmente nos hidrata?
Agua. Simple. ¿Para qué complicarse?
- Agua. Obvio. Puro. Fin.
- Bebidas deportivas. Electrolitos. Para el desgaste, no para la sed.
- Infusiones. Agua con sabor. Nada más.
- Agua de limón. Vitamina C. Un extra.
- Caldo. Sales. Más allá de la hidratación.
El agua es suficiente. El resto, añadidos. Distracciones. El cuerpo pide agua. No sabores. No historias.
Una botella de agua en mi escritorio. Siempre. Fría. Sin gas. Una obsesión. O una necesidad. ¿Qué más da? 2 litros diarios. Mínimo.
El cerebro es 70% agua. Irónico. El órgano que piensa, necesita lo más básico. Casi primitivo.
Hidratación. Supervivencia. El marketing crea necesidades. El cuerpo, no.
Este año he empezado a añadirle una pizca de sal al agua. Un experimento. Dicen que mejora la hidratación. No lo sé. Tal vez. El sabor… diferente.
Las bebidas azucaradas… un error. Deshidratan. Un círculo vicioso. Sed que no sacia. Un sinsentido.
- Bebidas azucaradas: enemigo.
- Refrescos: ilusión.
- Zumos envasados: azúcar con color.
La sed es una señal. Escúchala. Agua.
¿Cómo quitar la sed por exceso de sal?
¡Madre mía, te has pasado con la sal! Parece que has lamido el Mar Muerto entero, ¡qué barbaridad! Para quitarte esa sed de camello en el desierto:
- Agua, agua, y más agua: Bebe como si no hubiera un mañana. Imagina que tu cuerpo es una esponja reseca y el agua es el elixir de la vida. ¡A empapar!
- Electrolitos, los superhéroes hidratantes: Si el agua no basta, echa mano de los electrolitos. Piensa en ellos como si fueran los fontaneros de tu organismo, arreglando las tuberías para que todo fluya correctamente. ¿Dónde los encuentras? Bebidas deportivas, agua de coco (¡la bebida de los dioses!), o incluso pastillas efervescentes.
¡Y ojo la próxima vez con el salero! No queremos que acabes convirtiéndote en una estatua de sal, como la mujer de Lot, ¡ja, ja!
Bonus track: ¿Sabías que las aceitunas, aunque saladas, tienen un montón de grasas saludables? ¡Pero no te pases!
¿Qué hacer cuando se consume mucha sal?
¡Ay, madre mía, el sodio! Se te ha ido la mano con el salero, ¿verdad? Parece que tu cuerpo es una playa en pleno agosto, ¡deshidratándose a ritmo de salsa!
Lo primero, agua, agua, como si fueras un camello en el Sahara. No es broma, necesitas rehidratarte. Piensa que cada vaso de agua es un pequeño golpe de estado contra el imperio del sodio. Mi abuela, que ya tiene 87 tacos y sigue más viva que nadie, siempre decía que el agua es la mejor medicina, ¡y tiene razón! Claro, ella le echaba un poquito de limón… ¡para que no sepa a agua de grifo!
Segundo: ¡Fuera, comida salada! Es como decirles a los invasores que se vayan de tu cuerpo. Olvídate por un tiempo de patatas fritas, embutidos (a menos que sean artesanales, que estos tienen otro nivel) y demás tentación salada. ¡Ah! Y el glutamato monosódico, ese amigo invisible que te hace engullir todo, ¡aléjalo! Es un villano encubierto.
Tercero, ¡movimiento! Suena a cliché, lo sé, pero es verdad. El ejercicio ayuda a eliminar el exceso de sodio. Aunque sólo sea una caminata de 30 minutos, mi perra Luna te lo agradecerá. Ella siempre me acompaña, ¡es una gran motivadora!
Cuarto: potasio, el buen samaritano. Puedes hablar con tu médico para ver si te recomienda suplementos de potasio. Es el antihéroe del sodio, el que lo contrarresta.
Y quinto, el jefe final: tu médico. No lo dudes, consulta con tu médico. Él o ella te dirán qué es lo mejor para ti. No te lo tomes a la ligera, eh, que esto no es una broma.
- Beber mucha agua. (Aunque a mi me encanta el agua con pepino)
- Eliminar los alimentos salados. (Adiós, pizza, ¡por unos días!)
- Hacer ejercicio. (¡Bailar se cuenta, ¿no?)
- Suplementos de potasio. (Consulta con tu médico)
- Visita médica. (Imprescindible para el diagnóstico personalizado.)
Este año mi médico me recomendó reducir la sal debido a mi tensión, lo cual me obligó a reinventar algunas de mis recetas. ¡El mundo no se acaba sin sal, solo cambia de sabor! Solo recuerda que un poco de sal no hace daño, ¡pero el exceso… ay, ay, ay!
¿Por qué la sal deshidrata?
¡Ay, la sal, esa traicionera! Te deshidrata porque el sodio es como ese amigo que siempre te pide dinero, pero en vez de dinero, te roba agua. ¡Qué listo!
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El sodio, ese ladrón de agua: Retiene líquidos como si fuera Gollum con el anillo, ¡mi tesoroooo! Y claro, al retener agua, aumenta la presión en las arterias, como cuando intentas meter a tu perro salchicha en unos vaqueros talla XS.
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¿Más volumen sanguíneo?: Imagínate que tu sangre es como un río. Si le echas más agua salada, ¡se desborda! Y tu cuerpo, en plan jardinero desesperado, intenta arreglar el desaguisado como sea.
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¡Pero espera, hay más!: No solo te deshidrata, ¡también te pone en riesgo de problemas cardiacos! Como cuando comes palomitas en el cine: ¡Riquísimas, pero luego te sientes culpable!
¡Y aquí va un truco!: Si te pasas con la sal, ¡bebe agua a litros! Como si te estuvieras preparando para cruzar el desierto del Sahara. ¡Ah! Y ojo con las comidas procesadas, que vienen cargaditas de sodio, ¡más que la cuenta del teléfono a fin de mes!
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