¿Qué dice la OMS de la sal?
La OMS aconseja a los adultos consumir menos de 5 gramos de sal al día (equivalente a 2000 mg de sodio), aproximadamente una cucharadita. Reducir el consumo de sal disminuye el riesgo de enfermedades cardiovasculares. Prioriza alimentos frescos y cocina en casa para controlar la ingesta de sodio.
¿Sal: Recomendaciones de la OMS?
Uf, la sal… Recuerdo una vez, en junio del año pasado, en un congreso de nutrición en Madrid, escuchando a un especialista hablar sobre esto. Me dejó un poco… descolocado.
El tema de la sal es complejo. Se habló mucho de los 2000 mg de sodio al día que recomienda la OMS, es decir, menos de 5 gramos de sal. Eso es… casi una cucharadita, ¿no? A mí me parece poco.
En mi caso, controlo la sal, pero no me obsesiono. Creo que es importante un equilibrio. A veces, ¡me paso! Como mucha verdura, y eso ayuda, ¿no?
Eso de la OMS… siempre hay matices, ¿verdad? Depende de cada persona, su estilo de vida, etc.
En resumen: OMS recomienda menos de 5g de sal al día (2000mg sodio). Pero… ¡hay que verlo con perspectiva!
¿Cuál es la mejor sal según Profeco?
Mejor sal: La refinada, la más común. Punto.
Sueros orales: Da igual. Todos hidratan. Si hay diarrea, bebe.
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Sal rosa: Óxido de hierro. No es magia. Bhatti lo sabe. Yo también.
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Suero sabor: Naranja o fresa. El que te guste. No compliques todo.
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Profeco: Ellos analizan. Tú decides.
La sal es sal. El marketing, otra cosa. La vida sigue.
Información adicional: Ittefaq Salt factura una barbaridad. El óxido de hierro existe. Fin.
¿Qué pasa si elimino la sal de mi dieta?
Aquí está la respuesta, con el estilo solicitado:
Qué pasa si elimino la sal… Uf.
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La presión baja, supongo. Eso dicen.
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Menos riesgo de morir joven, por el sodio. Casi dos millones de personas… joder.
Pienso en mi abuelo. Le encantaba la sal. Echaba sal a todo. A la sandía, incluso. Murió de un infarto hace unos años. Quizá, solo quizá, menos sal le habría dado un respiro.
- Pero… ¿y el sabor? ¿Qué sería de la comida sin sal?
Me acuerdo cuando intenté dejarla. Todo me sabía a cartón. Una tristeza infinita en cada bocado. Al final, volví a ella. Necesito ese… ese golpe de sabor.
Quizá debería intentarlo de nuevo. Por mi salud. Por mi abuelo.
Información adicional (no es que importe mucho, pero ahí va):
- Este año empecé a usar sal rosa del Himalaya. Dicen que es mejor. No sé si es verdad, pero me gusta el color. Me hace sentir que hago algo bueno por mí. Aunque sea una ilusión.
- Mi nivel de sodio siempre ha estado bien. Siempre. No entiendo por qué tengo que cuidarme de esto. Quizá la vida no es para siempre.
¿Cuál es la diferencia entre la sal yodada y la no yodada?
Yodo. Esa palabra resuena, pequeña, metálica, casi un eco en la inmensidad blanca de la sal. Un cristal, otro cristal, idénticos, fríos, indiferentes… ¿Qué los distingue? Un fantasma de sabor, una esencia imperceptible. El yodo, un susurro en la sal.
La diferencia. Tan simple, tan brutalmente sencilla. Una pizca, un átomo casi, de yodato de sodio. Invisible a la vista, inalterable al gusto. Pero ahí reside la clave, en esa mínima intrusión, en esa presencia casi espectral. Un cambio silencioso en la estructura cristalina.
Recuerdo una tarde en la playa de Bolonia, hace apenas unos meses. El sol caía, tiñendo de naranja las dunas. La sal del mar, secándose en mi piel, áspera, pura. Diferente. Una sal sin yodo, salvaje, como un eco de otro tiempo. La sal de mi infancia, en las salinas de San Fernando. Montones blancos, deslumbrantes. Yo, corriendo entre ellos, ciego por la luz.
Sal yodada. La sal común, de mesa. La que adorna el salero de cerámica azul que heredé de mi abuela. La que uso cada día, sin pensar. La sal que me acompaña. Enriquecida. Protegida. Una decisión de salud pública, una intervención silenciosa en la dieta de millones.
- Sal yodada: Con yodo añadido (yodato de sodio).
- Sal no yodada: Sin yodo añadido. Puede ser sal marina, sal de roca o sal gema.
El yodo, vital, necesario. Para la tiroides. Para la vida. Una ausencia que puede marcar la diferencia entre la salud y la enfermedad. Una carencia silenciosa que puede alterar el desarrollo, nublar la mente. Algo tan pequeño, tan simple… Y tan importante.
Este verano volví a Bolonia. La misma playa, la misma luz dorada al atardecer. La sal en la piel, el sabor del mar. Pero esta vez, en mi mochila, un pequeño bote de sal yodada. Por si acaso. Por los niños. Por el futuro.
¿Qué pasa si reduzco mi consumo de sal?
Uf, reducir la sal… a ver, ¿qué pasa?
- Menos sodio = mejor salud, eso seguro. ¿Pero cuánto menos? ¿Es como dejar el azúcar, que al principio es un drama y luego ni te enteras?
- Lo de las enfermedades cardiovasculares es verdad, mi abuelo con la tensión siempre estaba a régimen de sal. Bufff, qué rollo.
- Mejor para el corazón, dicen. O sea, menos infartos y cosas feas. Imagino que también mejor para los riñones, ¿no? Siempre los oigo mentar juntos.
Es que la sal está en todas partes. ¿Cómo hago para reducirla de verdad? Las patatas fritas fuera, obvio. Pero ¿y las salsas? A ver si mi madre tiene alguna receta baja en sodio… Tendré que preguntarle.
- ¿Qué más? Programas de bajo costo. Suena a que el médico te diga “coma sin sal” y ya está. Gratis total. Aunque, claro, si luego tienes un problema serio, la cosa cambia…
- ¿Y las muertes que se evitan? ¿Será verdad que son tantas? Demasiado bueno para ser cierto.
Igual pruebo a usar más especias. ¡Ajo en polvo, pimienta, pimentón! A ver si así engaño al cerebro y no echo tanto de menos la sal. Lo que no quiero es acabar comiendo soso, ¡qué horror!
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