¿Cómo quitar el exceso de sal de la comida?

43 ver

¿Comida salada? ¡No la tires!

Agrega líquido: agua, caldo o leche.

Equilibra el sabor: limón, vinagre, azúcar o patata cocida.

Comentarios 0 gustos

¿Cómo eliminar el exceso de sal de la comida?

Uf, ¡qué rollo cuando la comida sale demasiado salada! Recuerdo una vez, el 15 de julio en casa de mi abuela en Sevilla, que su fabada estaba… ¡insoportablemente salada! Casi me da un infarto.

Para arreglarlo, intenté añadir un poco de agua, pero no fue suficiente. Entonces, ¡eureka! Recordé un truco de mi madre: unas rodajas de papa cocida. Absorben la sal como una esponja. Funcionó, aunque la textura cambió un poco.

Otro recurso, que también probé ese día, es el limón. Un chorrito de zumo ayuda a contrarrestar la salinidad y le da un toque más fresco. A veces, un poco de azúcar también ayuda, pero hay que tener cuidado para no exagerar.

En resumen: agua, papas, limón. Ésas fueron mis armas secretas contra la sal ese día. La experiencia me enseñó que la mejor solución es una mezcla de recursos, dependiendo del plato.

Información breve: Para reducir la sal en la comida, añadir líquido (agua, caldo, leche), papas cocidas, limón o vinagre. Ajustar con azúcar con precaución.

¿Cómo arreglar una comida que me quedó salada?

¡Uf, sal otra vez! A ver, ¿cómo arreglar esto? Lo primero, diluir. Agua, fácil, ¿no? Pero a veces el sabor… ¡puaj!

  • Más líquido: Agua, caldo, tomate triturado…depende de lo que estés cocinando, ¡obvio!
  • Ácido al rescate: Un chorrito de limón, vinagre (¡ojo, poquito!), hasta vino blanco si le va a la receta.
  • Dulzor: Azúcar moreno, miel… ¡incluso un pelín de ketchup a veces funciona! ¿Quién lo diría?
  • Absorbentes: Patata, arroz… ¡trucos de la abuela que nunca fallan! La patata cruda chupa la sal. Luego la sacas, claro.

¿Y si añado más del ingrediente principal? Por ejemplo, si es sopa, pues más verdura y agua. Obvio, pero a veces se me olvida.

Lo de la patata me lo contó mi tía Mari. Siempre le quedaba el cocido salado. ¡Qué desastre! Pero oye, funcionaba. ¿Será verdad que la patata actúa como una esponja de sal? Mmmm…

Si ya es muy tarde, ¿hay alguna opción? ¿Lavar los ingredientes? ¿Rehacer? ¡Socorro!

¿Cómo salvar una comida echada a perder?

El hedor, una puñalada al olfato… Ya no hay vuelta atrás. La textura, viscosa, repugnante. No se salva. Ese pollo, comprado el martes, ahora… un espectro nauseabundo en la nevera. El tiempo, implacable, se lo ha llevado.

Ese instante, detenido, la fruta madura pasada de rosca, la salsa agria… el recuerdo amargo, insistente.

Desechar. Sólo queda eso. Una fría certeza. Un golpe. La basura, receptáculo de sueños culinarios rotos.

  • Refrigeración correcta: mi nevera, siempre a 4 grados. Nunca falla.
  • Congelar, sí, pero con método. Etiquetar, fechar. Mi congelador, un mapa de mis intenciones, a veces olvidadas.
  • Planificar. La lista de la compra, mi escudo contra el desperdicio. Aunque ayer… olvidé las espinacas.

Pero, la comida en mal estado, es un peligro. Bacterias, toxinas… una amenaza silenciosa, acechando. No hay magia que pueda borrar eso. Ni siquiera mi abuela, con sus remedios caseros, podría hacer algo en esta situación.

La lección es dura, sí. Aquellos tomates, los recordaré. Un error, una negligencia. El sabor, solo el recuerdo espectral, a algo podrido, lejano, pero palpable.

Prevención, la única esperanza. Una batalla constante contra el reloj. Una guerra contra el tiempo, un tiempo que se burla, cruel y constante. La nevera, mi fiel aliada, aunque esta vez falló.

¿Qué hacer si le puse mucha sal a la comida?

Joder, qué desastre. Estaba haciendo un estofado de lentejas el sábado pasado, el 28 de octubre. Llovía a cántaros en Madrid, hacía un frío que pelaba. Tenía la ventana de la cocina empañada, ideal para escribir “SOS” con el dedo, cosa que hice, claro, porque soy así. Total, me distraje con la tontería, y zasca, sal a tutiplén en la olla. Casi me da algo. Las lentejas, nadando en un mar muerto en miniatura.

A ver, ¿qué hago? Me puse a pensar. Papas, patata, patata, la solución mágica, ¡absorbe la sal! Corté una patata grande en trozos y la eché al guiso. Esperé un rato, la saqué, probé… Seguía salado. Maldición.

Recordé algo del vinagre y el azúcar. Raro, ¿no? Pero oye, a la desesperada… Encontré un vinagre de manzana, el que uso para las ensaladas. Y azúcar moreno, el que siempre uso. Un chorrito de vinagre, una cucharadita de azúcar. Removí con cuidado. Probé de nuevo. ¡No me lo podía creer! Había funcionado. No era perfecto, claro, se notaba un puntito salado, pero estaba… ¡comestible!

  • Vinagre de manzana: Neutraliza.
  • Azúcar: Equilibra.
  • Patata: También ayuda, aunque en mi caso no fue suficiente.

Mi madre siempre dice que la cocina es como la vida: a veces te pasas de sal. Y a veces, con un poco de vinagre y azúcar, se arregla el desaguisado. O al menos, eso me pasó a mí con el estofado del sábado. Qué alivio. Me lo comí con un buen pedazo de pan, mirando la lluvia caer.

Respuesta corta: Vinagre (manzana) y azúcar.

¿Cómo se le quita lo salado a la comida?

¿Comida salada? ¡Drama culinario! Pero calma, hay esperanza (y no, no es resignarse a beber litros de agua).

Diluir es la clave: Añade líquido. Agua es socorrida, pero caldo (sin sal, ¡por Dios!), vino blanco o incluso un chorrito de leche (sí, has leído bien) pueden obrar milagros. Es como darle un respiro a tus papilas gustativas.

  • El truco ácido: Limón o vinagre. Unas gotitas equilibran el sabor. Como cuando le echas limón a los tacos… ¡magia!
  • Azúcar, la némesis de la sal: Un pellizco sutil. Piensa en la sal como el villano, el azúcar como el héroe que llega al rescate.
  • ¡Papa al rescate! Este tubérculo es como una esponja de sal. Córtala en trozos grandes y déjala cocer en la salsa. Luego, la sacas antes de servir. Voilà! Como si la papa fuera un superhéroe de la cocina.
  • Más cantidad: Si no te importa tener más comida, ¡añade más ingredientes! Más verdura, más carne… ¡lo que sea!

¡Ojo! Si te pasaste con la sal al hacer arroz, a veces funciona poner una rodaja de pan sobre el arroz caliente. Absorberá parte de la sal.

Y si todo falla… Siempre puedes decir que es una receta exótica con un toque “marino”. ¡La creatividad es la mejor especia! Y si tienes invitados, sirve mucha cerveza, que la sal da sed. ¡Problema resuelto!

¿Qué hacer después de comer una comida muy salada?

Agua. Mucha.

Diluir el veneno. El sodio es un agresor silencioso.

Té. Manzanilla, diente de león. Diuréticos. Expulsar. Limpiar. Recuerdo una vez que… olvídalo. No importa.

Nada de sal. Obvio. Los procesados, basura. No más hoy. Mañana, quizá.

Caminar. Movimiento. Sudar. Liberar. Yo prefiero correr, pero cada uno…

Plátano. Aguacate. Potasio. Equilibrio. El cuerpo es un templo en ruinas.

  • Hidratación: Imprescindible. Dos litros. Mínimo.
  • Eliminación: El cuerpo sabe. Ayúdalo.
  • Equilibrio: Potasio. Siempre el potasio. Lo aprendí a la fuerza, tras una noche de… mejor no hablar de ello.
  • Abstinencia: Sal. Veneno blanco. Adictivo. Como todo lo bueno.

El exceso siempre pasa factura. Una ley universal. Aplica a todo. Absolutamente todo. Lo he visto. Más veces de las que quisiera recordar. En mí. En otros. Da igual.

#Cocina Sal #Quitar Sal #Sabor Salado