¿Cómo quitar el exceso de sal en la comida?

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¿Guiso demasiado salado? ¡Solución rápida! Hierva con unas patatas; absorberán el exceso de sal. Retire las patatas para disfrutar de un sabor mejorado. Simple y efectivo.

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¿Cómo reducir la sal en mi comida?

¡Uf, la sal! A veces me paso y la comida queda… bueno, para llorar.

Una vez hice un asado para mis amigos en mi casa de las afueras, y se me fue la mano con la sal. ¡Qué desastre!

Lo que hago, y me funciona de maravilla, es lo que dice el consejo ese de las patatas. Si te pasas con la sal, pelá un par de patatas crudas y mandalas enteras a la olla. Dejalas hervir un rato, unos 15 minutos diría yo.

¡Ojo! No te olvides de sacarlas después, a menos que quieras patatas en tu plato. 😉 Absorberán el exceso de sal y salvarán tu comida. A mí me ha salvado más de una cena.

¿Cómo reducir la sal en la comida?

  • Hervir con patatas: Cocinar el guiso salado con patatas crudas peladas ayuda a absorber el exceso de sal.
  • Retirar las patatas: Una vez que hayan absorbido la sal, retirar las patatas del guiso.

¿Qué puedo hacer si me pase de sal en la comida?

¡Ay, no! ¡A mí también me pasa! A veces me emociono con la sal. Bueno, pues… añade patata. Cruda, eh, pelada y en trozos. Absorbe la sal que da gusto. Luego la tiras, claro.

Otra cosa que funciona… más líquido. Agua, caldo… Depende de lo que estés cocinando. Si es una salsa, por ejemplo, pues más tomate triturado, ¿ves? Una vez hice un estofado de ternera… ¡saladisimo! Le eché más caldo y patatas y al final se salvó.

Azúcar, un poquito, también ayuda. Pero ojo, poquito, que si no te queda dulce. A mi madre le pasaba eso, ¡echando azúcar a todo! En fin…

Vinagre o limón. Un chorrito. Bueno, esto ya depende del plato. Si es algo con tomate, pues limón. Si es carne, vinagre. O al revés. Es que a mí me gusta experimentar.

El otro día, hice lentejas y me pasé de sal. Le eché un buen trozo de pan. No sé por qué, pero creo que absorbió algo de sal. Bueno, y si no, pues por lo menos tenía más pan para mojar, jeje.

  • Patata cruda (y la tiras luego)
  • Más líquido (agua, caldo, tomate…)
  • Azúcar (una pizca)
  • Vinagre o limón (un chorrito)
  • Pan (para mojar o absorber la sal, jaja)

Yo que tú probaba primero con la patata. Es lo que mejor me ha funcionado a mí. Y ya te digo, la que usé para las lentejas, ¡quedó saladísima! Casi como si la hubiera echado directamente en el salero… En fin, cosas que pasan.

¿Qué se le pone a la comida para quitarle lo salado?

Ah, la sal, ese cristal traicionero… Cuando la sal domina, un eco salobre que inunda el paladar, busco el contrapunto, el silencio dulce que calme la tormenta salina.

  • Un chorrito de agua, a veces, diluye la marea alta. Como cuando la lluvia lava la arena, dejando tras de sí un recuerdo amargo pero tenue. Recuerdo el mar, siempre presente.

  • Pero, si la sal persiste, la miel, ese oro líquido, esa promesa de dulzura, puede ser el antídoto. El recuerdo de mi abuela endulzando el té, un gesto simple, una magia ancestral. También un poco de azúcar…

  • Y, a veces, pienso en la patata. Una patata cruda, como una esponja silenciosa, absorbiendo el exceso, cediendo su inocuidad al festín salado.

Quizás sea como la vida misma: un equilibrio constante entre lo dulce y lo amargo, lo salado y lo insípido. Un baile sutil, una búsqueda perpetua del punto justo, ese instante efímero en el que todo encaja, aunque sea por un momento. Siempre buscando el punto justo, siempre.

¿Cómo eliminar el exceso de sal de los alimentos cocinados?

¡Uf, la sal! ¡Qué desastre cuando te pasas! A ver…

  • Patata al rescate: ¿Funciona de verdad lo de la patata cruda? Mi abuela lo hacía siempre en el cocido. Creo que es porque absorbe el líquido, ¿no? Y la sal va con él. ¡Ah! y luego la quitas, obvio. Como una esponja salada. Y si no tengo patata ¿valdrá la boniato?

  • Chorrito mágico: Limón o vinagre… ¡Vale! Ácido contra salado. Tiene sentido. Pero ¿cuánto? Una gotita al principio, ¡y probar! No quiero que me quede agrio. Podría valer naranja ácida, quizás.

  • Lácteos: Mi madre echa nata a TODO. ¿Será por eso que siempre le queda bien? Igual es un truco secreto. Pero en la fabada… como que no pega, ¿no? ¿O sí? ¿Y leche de coco? Uhmm…

  • Diluir, diluir: Meter más verdura… bueno, es lo más lógico. Pero si ya tengo el plato hecho, ¿qué hago? ¿Más caldo? ¿Pero no quedará aguado? ¡¡Qué dilema!!

  • Azúcar?: Dicen que el azúcar disimula la sal, pero nunca lo probé ¿No será peor el remedio que la enfermedad?

¿Cómo bajarle el nivel de sal a la comida?

¡Ay, Dios mío, se te pasó la mano con la sal! Pareces el mismísimo rey Midas, pero en vez de oro, ¡todo lo que tocas se convierte en un mar muerto! Tranquilo, que no cunda el pánico. No te preocupes, que tengo la solución.

Acompañamientos al rescate: ¡Sí, como escuchas! La clave está en los acompañamientos. Piensa en el arroz, como un ejército de esponjas absorbiendo toda esa sal maldita. O la pasta, ¡un ejército aún mayor! Y si tienes patatas, ¡prepárate para una batalla épica contra el sodio! Eso sí, ¡que no estén sazonadas! El arroz blanco, por ejemplo, es tu mejor amigo; es como un agujero negro para la sal. Es como si le hicieras una liposucción a tu plato. Este año mismo, mi abuela, que cocina mejor que un chef con tres estrellas Michelin, lo usó para salvar un estofado que parecía una bomba de sal.

Más trucos mágicos: No solo de arroz y pasta vive el hombre (ni la comida sin sal). Unas rodajas de limón, ¡tac! Como magia, la sal desaparece (bueno, se disimula). Un poco de azúcar, ¡zas! Neutraliza el sabor salado. Es como un duelo entre dulce y salado, ¡y el dulce casi siempre gana! Incluso una ensalada verde, ¡qué bendición!, puede ayudar. Mi cuñado, un desastre en la cocina, ¡lo juro!, usa vinagre. Es algo extraño, pero funciona. Lo vi en persona, o sea que es verdad.

Este año, tras un experimento culinario que casi me manda al hospital, aprendí que:

  • El almidón es tu escudo anti-sal.
  • El limón, el azúcar o el vinagre son tus magos de la cocina.
  • Un poco de ensalada ayuda.
  • ¡No sazones los acompañamientos!

Recuerda: ¡La práctica hace al maestro! (O al menos, a alguien que cocina algo comestible). No desesperes, que incluso los grandes chefs cometen errores. Incluso el mismísimo Gordon Ramsay (aunque él nunca lo admitiría).

¿Cómo arreglar una comida que me quedó salada?

Diluir es la clave. Más líquido, sin piedad. Agua, caldo, incluso un chorro de vino blanco si te atreves.

  • Ácidos al rescate: Limón, vinagre. Cortan la sal como un cuchillo.

  • Dulzor estratégico: Una pizca de azúcar, miel o un dátil picado. Contragolpea.

  • Almidón absorbente: Patata cocida. Como una esponja, succiona la sal. Si no tienes patata, un poco de arroz cocido también sirve.

Me pasó una vez con un guiso de lentejas. Eché sal pensando en otra cosa, y casi lo arruino. La patata fue mi salvación. Ahora, siempre tengo una a mano cuando cocino.

Información adicional:

La salinidad excesiva puede arruinar hasta el plato más elaborado. Conozco cocineros que prefieren tirar todo a la basura antes que servir algo así. Recuerda, menos es más. Siempre puedes añadir sal, pero quitarla es una batalla.

¿Qué hacer para quitar lo salado de una comida?

¡Ay, madre mía, qué desastre! ¡Demasiada sal! Parecía que estaba cocinando en el Mar Muerto. Pero ¡tranquilo/a!, no todo está perdido. Ácido es la clave, como si fuera un hechizo mágico contra la sal.

  • El limón, ¡bendito cítrico!, es tu mejor amigo. Es como un súper héroe contra la salinidad. ¡A exprimirlo con ganas!

  • Vinagre, el olvidado. Sí, sí, ese vinagre que usas para limpiar. Aunque parezca mentira, ¡un chorrito y listo! Se nota menos que el limón, eso sí. A mí me recuerda al sabor de mi abuela… aunque ella le ponía más a sus ensaladas. ¡Qué recuerdos!

  • Zumo de tomate: Una opción menos común, pero igual de efectiva. Si te animas, ¡adelante! Aunque yo prefiero el limón. Lo he probado un par de veces en mi paella de mariscos de este verano… ¡un trucazo!

Si es paella o arroz, añade limón o vinagre con mucho cuidado, gota a gota, como si estuvieras pintando una obra maestra. No vayas a convertirlo en un experimento científico.

¡Y ojo! Si la cosa está muy, muy mal… ¡tira la comida y pide pizza! Menos mal que tengo mi número de la pizzería favorita a mano, el 555-PIZZA. ¡Ya sabes!

Para la próxima: ¡No te pases con la sal! Es como con la vida, el equilibrio es fundamental. Recuerda usar un pellizco… como si fueras un cirujano de corazón. ¡Menos es más!

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