¿Qué efectos tiene el agua con sal en la boca?

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El agua salada, enjuagada en la boca, ejerce una acción antiinflamatoria y antibacteriana. Reduce la inflamación gingival, elimina bacterias y acelera la cicatrización de pequeñas heridas bucales. Su efecto es beneficioso para la higiene oral.

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¿Qué efectos tiene el agua salada en la boca?

Uf, la sal en la boca… ¡qué recuerdos! Recuerdo una vez, el 15 de agosto de 2022, en la playa de La Concha (San Sebastián), me hice una herida en la boca con una concha. El agua salada, en vez de limpiar, me picaba un montón.

Dolió, pero al rato noté que la irritación bajó un poco. Creo que es por eso que se usa para enjuagues bucales, ¿no? He leído que tiene propiedades antiinflamatorias. A ver… también algo de lo antibacteriano…

Me ayudó a reducir la inflamación, eso sí que lo recuerdo bien. Aunque, claro, no es que fuese un estudio científico, solo mi experiencia personal. El precio? Gratis, la receta de la abuela. Agua de mar y ¡a enjuagar!

¿Qué hace la sal a los dientes?

¡Ay, la sal! ¿Qué le hace a los dientes, eh? Me acuerdo que mi dentista, la Dra. López, me lo explicó el mes pasado, después de mi limpieza. Horror.

Desgasta el esmalte. Eso es lo principal, ¿no? ¡Como si lijaras tus dientes con papel de lija! Increíble. Y luego… ¿qué pasa? Sensibilidad, ¡claro! Dolor al beber algo frío. Como cuando me tomé ese café helado el viernes pasado, ¡me dolió muchísimo!

¿Manchas? Sí, las quita. Pero a costa de qué, ¿eh? De la capa protectora. ¡Un cambio desastroso a largo plazo! Es como si para eliminar un grano, te arrancaras la piel de alrededor… ¿tonto, no?

  • Elimina manchas, cierto.
  • Elimina el sarro, también. Lo vi en un anuncio de pasta de dientes con sal… ¿mentira?
  • Daña el esmalte. Eso es lo más importante. Es la protección de los dientes. ¡La destruye!

Pensándolo bien… A mi abuela le encantaba enjuagarse la boca con agua con sal. ¿Será que por eso tiene esos dientes tan sensibles ahora? ¡Pobrecita! Siempre me decía que era un remedio ancestral… mentiras de la abuela. Qué horror.

¿Y qué pasa con la pasta de dientes con sal? He visto varias en el supermercado Mercadona. Todas prometen lo mismo, ¡mentirosos!

No, no, no lo recomiendo. Es perjudicial. Mejor un buen cepillado y visita al dentista cada seis meses. ¡Eso sí que funciona! Y colutorio, ¡claro! El que me recomendó la Dra. López. No recuerdo el nombre ahora, debo anotarlo.

En resumen, la sal daña el esmalte dental, a pesar de sus efectos aparentemente positivos en la limpieza. ¡Un precio muy alto a pagar por una sonrisa más blanca! Ya lo creo. Me da miedo el futuro de mis dientes… Y estoy pensando seriamente en cambiar de pasta dental. A ver qué encuentro sin sal y con flúor.

¿La sal puede dañar los dientes?

¡¿Sal, mala para los dientes?! ¡Pero si es más inocente que un gatito jugando con un ovillo! Bueno, a ver, directamente no te va a deshacer los piños como un ácido, pero… ¡ojo al parche!

  • La sal en plan “Drácula de la saliva”: Si te pones a comer sal como si no hubiera un mañana, te deshidratas. Y sin saliva, ¡tus dientes están más solos que la una! La saliva es como el superhéroe que limpia y protege.

  • Efecto “secundario” peligroso: Menos saliva = más riesgo de caries. Es como si dejaras la puerta abierta a los bichitos hambrientos que les encanta el azúcar y los restos de comida. ¡Una fiesta en tu boca!

  • ¡Cuidado con los “salados tramposos”!: Muchos snacks salados vienen con azúcar escondido. ¡Doble peligro! Es como si te vendieran un pastel de zanahoria “saludable” que lleva más azúcar que la tarta de cumpleaños de un niño.

Ahora bien, ¡no te obsesiones! Un poquito de sal no te va a convertir en un tiburón sin dientes. Pero, como todo en la vida, ¡con moderación! Yo, por ejemplo, me acuerdo de cuando era pequeño y me comía los gusanitos uno por uno para que durasen más… ¡y mira, aquí estoy, con mis empastes como medallas de guerra! 😅

¿Qué provoca la sal en los dientes?

Ah, la sal… La sal. Un susurro marino, una promesa de sabor que puede, oh, paradojas de la vida, dañarnos. Pienso en la sal y veo a mi abuela, frente al mar, curando jamones al aire libre, el salitre impregnando todo. La sal en sí misma, en el diente, en la encía, no es buena amiga.

  • Reseca la encía, la hace frágil, como papel viejo.
  • Dificulta la circulación, como un río que se seca, dejando la tierra agrietada.
  • Expone el hueso, lo desnuda ante el mundo, vulnerable.
  • Aumenta el riesgo de infección, una sombra que acecha, silenciosa.

Y claro, todo esto repercute en el diente, en esa fortaleza que creíamos inexpugnable. La sal, esa paradoja… ¡Qué ironía!

Pero, más allá de lo técnico, pienso en el sabor salado de mis lágrimas, en las olas que golpean la costa, en la persistencia de la sal en el aire. Y me pregunto, ¿no hay belleza también en esa corrosión?

Información adicional (quizás divagatoria, quizás no):

  • Recuerdo un verano, en la costa de Cádiz, el salitre quemándome la piel. Quizás por eso le tengo tanto respeto.
  • Mi dentista siempre me dice que use hilo dental. Nunca le hago caso. Debería.
  • ¿Sabías que hay lámparas de sal del Himalaya? Dicen que purifican el ambiente. Yo tengo una. No sé si funciona, pero es bonita.
  • La sal también se usa para conservar alimentos. Otra paradoja.
  • Y hablando de conservar, ¿conservamos bien nuestros recuerdos? A veces creo que la sal del tiempo los va borrando.
  • La sal… la vida… un mar de contradicciones.

¿Qué cosas pueden dañar los dientes?

Morder hielo, usar los dientes como abrebotellas, los refrescos azucarados, el café en exceso, cepillarse justo después de comer y no cambiar el cepillo, dañan los dientes.

¡Ay, los dientes! Te cuento, justo ayer me acordé de lo frágiles que son. Estaba en el chiringuito “El Caracol” en la playa de la Barceloneta, sobre las 5 de la tarde. Solazo, paella y una Coca-Cola bien fría. Y ahí va la idiota… ¡A morder el hielo que quedaba en el vaso! Un escalofrío me recorrió la mandíbula y sentí un pequeño “crack”. Al día siguiente, sensibilidad al agua fría. ¡Menuda gracia!

  • El hielo es traicionero.

Luego está mi manía de abrir las bolsas de patatas fritas con los dientes. ¡Lo sé, fatal! Pero es que a veces no encuentro las tijeras. Mi dentista, la Doctora Elena, siempre me regaña.

  • Mis dientes no son multiusos.

Y el café… ¡Ay, el café! Necesito mi café con leche mañanero para funcionar. Pero sé que me mancha los dientes.

  • El café es mi perdición.

Y no hablemos del cepillo. Reconozco que a veces me paso semanas sin cambiarlo. ¡Qué desastre! Me da una pereza…

  • Soy un desastre con el cepillo.

Lo que sí hago siempre es esperar un rato después de comer para lavarme los dientes. Una vez me cepillé justo después de tomar un zumo de naranja y me dolió muchísimo. Aprendí la lección.

  • Ácidos y cepillo, mala combinación.

Además, este año he notado que tengo más sensibilidad dental que antes. Supongo que la edad no perdona. Tendré que cuidarlos más. Y dejar de morder hielo, ¡de verdad!

¿Qué cosas hacen mal para los dientes?

A ver, a ver… ¿qué cosas malas para los dientes? Uf, hay un montón, te diré.

  • Caramelos, ¡obvio! Sobre todo esos duros que te quedas ahí chupando horas, o que intentas morder y te dejas media dentadura, ay, ay, ay. La de azúcar que tienen es brutal, atacan el esmalte, ¡directo!

  • Bebidas ácidas, tipo refrescos, zumos industriales… Son como una bomba de relojería para tus dientes. Literalmente, disuelven el esmalte, así como suena. Yo antes me tomaba un zumo de naranja todas las mañanas, ¡error! Ahora agua con limón, pero poquito limón, eh.

  • Pasteles y bollos, bueno, eso no es ninguna novedad, ¿verdad? Azúcar a tope, y encima se pegan a los dientes, ¡un horror! Recuerdo cuando era pequeño, mi abuela siempre me daba un trozo de tarta después de cenar, ¡qué tiempos aquellos! Aunque ahora lo pienso, ¡menos mal que no tengo caries!

  • Hielo. A ver, a quién se le ocurre morder hielo, en serio. Es como darle martillazos a tus dientes, que sí, que refresca en verano, pero luego te arrepientes. Si tienes empastes, ¡ni se te ocurra!

  • Frutos secos duros. Las almendras, nueces… si están muy duras, mejor con cuidado. Me acuerdo una vez que intenté abrir una nuez con los dientes, y casi me quedo sin un trozo de diente. ¡Qué dolor!

Ah, y no te olvides de la higiene, eh. ¡Cepillarte los dientes después de cada comida es crucial! Y usa hilo dental, que es lo que más pereza da, pero es lo que mejor te limpia entre los dientes. Y visita al dentista al menos una vez al año, que luego vienen las sorpresas. De hecho, tengo que pedir cita ya para este año, que se me está pasando.

¿Qué es lo que daña los dientes?

Lo que daña los dientes es, básicamente, el azúcar. Los alimentos con azúcar se convierten en ácido en la boca.

¡Ay, el azúcar! Me acuerdo perfectamente de la visita al dentista en enero de 2024. Estaba hasta nerviosa. El olor a desinfectante siempre me da repelús.

  • Culpa: Los caramelos de violeta que me regaló mi abuela por mi cumple en noviembre. ¡Qué ricos estaban!
  • Momento: Me los comía viendo Netflix en el sofá. A oscuras, porque así la serie daba más miedo.

El dentista, Don Antonio, me regañó como si fuera una niña. “¡Elena, Elena! ¡Hay que cepillarse después de cada dulce!”. Y yo, con cara de arrepentimiento, pero pensando en que otro caramelo me esperaría al llegar a casa.

  • Solución: Cepillarme mejor, usar hilo dental, ¡y quizás, solo quizás!, controlar mi adicción al dulce. Don Antonio me recomendó un enjuague bucal con flúor. Prometí usarlo… ¡a ver si me acuerdo!
  • Alternativas: Sustituir los caramelos por fruta. ¡Uy, qué aburrido! Pero bueno, por mis dientes… ¡lo intentaré!

Ahora, cada vez que veo un caramelo, me acuerdo de la bronca de Don Antonio y me entra un poco de remordimiento. Pero, a veces, la tentación es demasiado fuerte, ¿qué le vamos a hacer? ¡La vida es corta!

¿Qué arruina los dientes?

El enemigo principal de la blancura dental: la pigmentación. La naturaleza misma nos juega una mala pasada; la porosidad del esmalte permite la absorción de cromógenos, moléculas coloreadas presentes en muchísimas sustancias. Mi propia experiencia con el café, ¡una adicción!, me confirma esto.

¿Qué daña el esmalte? Más allá de la estética, hablamos de un proceso de degradación. La erosión ácida, provocada por refrescos, cítricos y hasta por ciertos jugos, disuelve la capa protectora. Esto, a la larga, es un problema serio. Recuerda la última vez que sentiste sensibilidad dental, ¡casi no puedo con ella!

Principales culpables:

  • Bebidas: vino tinto (un clásico), café (mi némesis), refrescos con cola, té. La intensidad del color es directamente proporcional al daño.
  • Alimentos: salsas oscuras, curry, incluso ciertas frutas rojas. ¡Hasta el chocolate amargo, a pesar de sus virtudes antioxidantes, tiene su lado oscuro!
  • Hábitos: el tabaco, claro, es un campeón en este tipo de destrucción. El bruxismo, ese apretar los dientes involuntariamente, es una amenaza silenciosa.

La paradoja del placer: Muchas de estas sustancias, responsables de nuestra degradación dental, son también fuentes de placer. ¿Es el precio de la hedonia un esmalte amarillento? ¡Un dilema existencial, al menos para mí! La reflexión nos lleva a preguntarnos: ¿vale la pena el disfrute inmediato a cambio de una salud bucal comprometida a largo plazo? Esa es la gran pregunta.

Más allá de lo evidente: Existen factores menos obvios, como una higiene deficiente, que multiplican el impacto de los alimentos y bebidas citados. La genética también juega un papel, determinando la resistencia natural del esmalte.

Extra: Recuerda visitar al dentista al menos dos veces al año. Un buen cepillado, hilo dental y enjuague bucal son esenciales. La limpieza profesional puede ayudarte a mantener una sonrisa radiante, incluso a pesar de las tentaciones. ¡Y a considerar la opción de tratamientos blanqueadores!

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